No salimos de nuestro asombro. Seguimos sin entender lo que nos ha sucedido. Sin comprender cómo, de la noche a la mañana, nuestra vida ha cambiado radicalmente debido al COVID-19. Pero, sobre todo, nos embarga la preocupación y la incertidumbre de cómo vamos a salir de esta inmensa crisis que nadie vio venir.
Sin embargo, no nos podemos dejar llevar por la desesperación, por el desánimo y la contrariedad. Tenemos que buscar las soluciones adecuadas y certeras para vencer y controlar esta pandemia.
No es el momento de la deslealtad ni de buscar réditos políticos como pretenden algunos. Es el momento de la colaboración y cooperación entre todos; empezando por el gobierno que, a pesar de sus errores, tiene que informar con toda la transparencia viable y esforzarse en buscar los mayores apoyos posibles.
Nos enfrentamos a una crisis dinámica y devastadora. A un enemigo terrible que no tiene fronteras ni pasaporte y al que hay que combatir con medidas globales.
El COVID-19 causa impacto económico devastador
La falta de respuesta por parte de Europa ante el COVID-19 a la mayor crisis desde la Segunda Guerra Mundial nos indigna y nos avergüenza pertenecer a la Unión Europea. La insolidaridad y las consecuencias que puede provocar va a hacer que se tambalee todo el proyecto europeo.
Si queremos salvar la “casa común”, estamos todavía a tiempo para rectificar. Pero una vez más la solución y la llave están en manos de Angela Merkel.
Aunque la prioridad de las prioridades sigue siendo salvar vidas y reforzar nuestro sistema sanitario, el impacto económico va a ser devastador. El esfuerzo que vamos a necesitar será titánico.
Estamos ante un reto frente al que vamos a necesitar del apoyo y el sostén de todos los agentes sociales; empresarios, sindicatos, trabajadores y, también, de todas las administraciones públicas.
Ahora bien, como en todas las crisis, los primeros afectados son los más vulnerables. El primer compromiso tiene que ser que nadie quede atrás. En Europa, y si se quiere, hay dinero suficiente para abordar y mitigar su impacto.
Es imprescindible ponernos manos a la obra porque después de este tsunami del COVID-19 nada va a ser igual. Si no sacamos las conclusiones idóneas y las reflexiones necesarias, volveremos a tropezar en la misma piedra. Es el momento de reconstruir un mundo mejor y más justo.
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