La Declaración de Madrid establece la prevalencia del imperio de la ley frente a la fuerza. Es la conclusión fundamental del World Law Congress, organizado por la World Jurist Association, la más relevante organización de juristas a nivel mundial, cuyo acto principal fue la entrega del Premio Mundial a la Paz y la Libertad al Rey Felipe VI por la defensa de la Constitución Española de 1978 y de la democracia. Como abogado, con más de 20 años de ejercicio profesional en Nueva York, Venezuela y ahora conectado con el ámbito jurídico en España, me emocionó la apología del monarca del Estado de Derecho como el mejor sistema para la convivencia pacífica, así como el desarrollo de las libertades y el progreso. La ovación cerrada que concitó esta premisa en la clausura del foro global confirma la importancia del Derecho en un mundo donde todo es relativo.
No obstante, esta unanimidad no disipó la enorme preocupación ante el hecho de que la defensa del Estado de Derecho en la práctica está recayendo en unos pocos y no en la inmensa mayoría de los ciudadanos que viven en democracias plenas y que se benefician día a día de su existencia. El Estado de Derecho es frágil, se puede romper. Requiere para su integridad de la defensa constante de todos frente a los múltiples ataques que recibe. Incluso ahora, en el siglo XXI, no es un principio incuestionable en muchos países, universal y absoluto; todo lo contrario, se habla de su vigencia, pero su aplicación está sujeta a una persona o grupo de personas, y en las democracias plenas está sujeta a pruebas constantes. En consecuencia, la supervivencia del Estado de Derecho depende en gran medida de la participación y defensa de todos o de una gran mayoría. No puede ser que los ciudadanos solo se acuerden del Estado de Derecho cuando algunos de sus derechos individuales se ven afectados. El Estado de Derecho es la génesis de todos nuestros derechos. Cualquier violación del Estado de Derecho, nos afecte o no directamente, en cualquier parte del mundo, es un ataque a nuestros derechos individuales porque menoscaba el único sistema existente que permite el ejercicio de nuestras libertades y derechos.
Igualmente, me preocupa comprobar cómo la mayoría defiende el Estado de Derecho como principio, pero cuando llega el momento de su aplicación frente a una amenaza o ataque real a su existencia, entonces aparecen las posturas políticamente correctas. Esta tibieza equivale a la claudicación de la ley y del Estado de Derecho. Por citar algunos ejemplos de postureo políticamente correcto, me referiré al procés en Cataluña, donde inclusive se ha llegado al absurdo de afirmar que la democracia está por encima del Estado de Derecho, cuando es lo contrario, o en América el caso Venezuela, donde la ley perdió todo rango de aplicación frente a la fuerza del régimen y al régimen de la fuerza.
Es preciso defender el Estado de Derecho más allá de los casos de violaciones obvias y frontales. El Estado de Derecho hoy está amenazado también por su incapacidad de reacción ante los avances tecnológicos. Si a estas alturas seguimos tratando de defender –con poco éxito– lo básico del Estado del Derecho, que es el imperio de la ley frente a la fuerza, cómo vamos a ser capaces de pasar a un plano más difícil y futurista representado por la aplicación de la ley en los espacios tecnológicos, digitales, virtuales y espaciales. Estamos ante un acelerado desarrollo tecnológico, digital y virtual, sin una capacidad de respuesta adecuada por parte del Estado de Derecho. En el ámbito comunicacional existe una absoluta falta de capacidad del Estado de Derecho para dar una respuesta adecuada y oportuna ante los estragos sociales, económicos, políticos y personales que están causando las fake news (noticias falsas) que se propagan sin regulación alguna en Google, Twitter, Instagram, Facebook, etc. Esta misma incapacidad de respuesta oportuna se evidencia ante los avances vertiginosos en el ámbito tecnológico.
Creo que ha llegado el momento de dejar de ser políticamente correctos en la defensa del imperio de la ley frente a la fuerza como forma de organización del Estado y, por tanto, actuar contundentemente ante casos claros de ataques, sin medias tintas. Estaremos entonces en disposición de colaborar en el desarrollo del Estado del Derecho en áreas nuevas como la tecnológica, digital, virtual y espacial. No podemos seguir destruyendo valor y perdiendo el tiempo en lo básico del Estado de Derecho. Hay una parte del mundo que va a otra velocidad y también requiere regulación legal para su correcto desarrollo a favor de la humanidad.
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