Por Juan Salinas Quevedo
12/6/2018
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Nacho Vegas (Gijón, 1974) vuelve a irrumpir en la escena “indie” musical con su nuevo trabajo, Violética. Un álbum compuesto por 18 canciones que versan, citando los versos del poeta Raymond Carver, entre el don de la ternura y la necesidad de amparo. Dos conceptos que, en un primer momento, fueron la base temática sobre la que segmentar cada canción.
Sin embargo, dicha concepción primigenia se fue difuminando conforme transcurría el proceso creativo, llegando a entender que el nuevo disco sería una tragicomedia en la que el oyente, con su inherente capacidad de interpretación, sería el encargado de dotar de significado a cada letra. Un ejercicio que conjuga la individualidad con el saber compartido.
Una forma de empoderar a aquel público que habita en el lado infeliz del mundo, y que escucha a un autor que nos revela haber atravesado una falsa crisis de sequía artística que un puñado de nuevas canciones se han encargado de rebatir, demostrándole, una vez más, que aún tiene mucho que contar.
En su labor, utiliza la música como llave para abrir conciencias, y como arma con la que luchar contra la opresión y las injusticias. Ya que, como él mismo explica en la entrevista con Cambio16, “la inspiración llega observando atentamente el mundo que te rodea”.
Nacho Vegas, pasado y presente
Violética es un disco repleto de referencias a otros autores folk de épocas anteriores. Y, además, has introducido canciones propias,¿por qué esa necesidad de aunar el pasado con la actualidad?
En Violética quería hacer algo mixto, combinando canciones propias -como las de los anteriores álbumes- con canciones que pertenecen a otro tiempo. Ya que, de alguna manera, hacer una reinterpretación de esas canciones las actualiza. Me interesa mucho cómo la música popular se ha ido reescribiendo a lo largo de los años. Las canciones se difundían oralmente y cada vez que pasaba por unos oídos la gente las reinterpretaba. Y al final una misma canción puede recoger diferentes versiones. Ocurre con el cancionero asturiano y sus versiones en castellano.
Evolución
Analizándolo te das cuenta del proceso y evolución de la música debido a la gente que ha ido aportando su visión. Las canciones son algo vivo, o lo eran. Ahora los derechos de autor impiden que las canciones estén abiertas a modificaciones. Si quieres hacer una versión de alguien y modificar algo tienes que solicitar una modificación de obra, y el autor y la editorial te tienen que dar permiso. No es como antes que sucedía de forma natural.
Quería conjugar esas dos facetas en el disco, aunque fuese demasiado extenso. Y descubrí que, en cierto modo, al final las canciones tradicionales tienen una lectura muy actual que engarzan a la perfección con mi repertorio y mis ideas, con el mundo, con todo lo que me rodea. La canción que abre el álbum era de los hermanos Caxigal, unos guerrilleros asturianos que vivieron en el monte y después de la Guerra Civil formaron parte de la Resistencia Antifranquista. La canción de Aida, al final de disco, es otra figura de la revolución. Temas que creo que promueven un sentimiento que sigue vigente.
Violética
En la hoja de promoción de Violética explicas que las canciones de este álbum sólo pueden sonar antes de que “llegue el día en el atardecer del mundo en que lo único que uno desea es echarse a la cama y cerrar los ojos”, citando una frase de una novela de William Saroyan. ¿Sientes miedo de que se aproxime ese día?
Esa frase está sujeta a interpretaciones, y yo me la llevo al terreno artístico. Cuando llegas a cierta edad es cuando más miedo tienes de que se aproxime ese día en el que te quedes seco y no tengas nada que decir. Al principio pensaba que el disco iba a contener menos canciones propias, pero al final te das cuenta de que vas escribiéndolas porque todavía te quedan cosas que decir. En realidad es cuestión de estar atento y mirar a tu alrededor. Ahora soy más reflexivo que antes, me lo tomo con más calma. En la época de los veinte y los treinta sientes una especie de incontinencia en la que todo lo que escribes lo quieres grabar.
El mercado
Precisamente en la novela de William Saroyan el personaje es un escritor que se encuentra en esa tesitura. Todo lo que quiere hacer está condicionado por el mercado. Es un escritor de comedias musicales, pero llega un momento en el que decide hacer las cosas a su manera, con tranquilidad, sin importarle lo que los demás digan. Y es entonces cuando dice que se encuentra en el atardecer del mundo. Es muy triste, como todas las novelas de Saroyan. El personaje tiene cuarenta y siete años, cinco más que yo. En este momento, sacar este disco me ha hecho ilusionarme de una manera especial después de pasar por unos años de desilusión, de desafección con la música, con la escena “indie”… Al final me ha servido para volver a ilusionarme y comprender que hay cosas que quiero contar, que puedo contarlas. Y que, para mí, aún está lejano ese atardecer.
La materia prima de las canciones
¿Es cierto que en los momentos dramáticos es cuando emerge la poesía?
De la felicidad hay mucho que sacar, la música popular está repleta de cantos de celebración, de momentos felices. Pero hay situaciones en las que las emociones se vuelven radicales sin que tú lo esperes, sin que siquiera lo comprendas. Es algo irracional, ilógico, que no sabes por qué ocurre. Y es ahí cuando sientes la verdadera necesidad de meter esa emoción en una canción. Todo se vuelve revelador. Revela las causas del desorden que parece que planea sobre el mundo. Es curioso porque todos intentamos buscar el orden y la armonía, pero lo buscamos en un mundo donde impera la desarmonía.
La falta de armonía es la que a mí me provoca la urgencia y las ganas de escribir. Cuando todo está bien parece que no necesitas hacer una canción. Siempre me pregunto, “si fuera completamente feliz, ¿haría canciones?” Probablemente no, pero es un escenario inverosímil. No me planteo ser feliz, creo que todos pasamos por momentos duros y por otros momentos más felices. Y en los momentos duros es cuando entendemos cómo funciona el mundo. Esos momentos son la materia prima de muchas obras.
Infelicidad
De ahí se puede extraer una reflexión, y es que la infelicidad es el estado óptimo para ser consciente de la realidad.¿Si uno es completamente feliz significa que no siente indignación por nada?
No sé si se puede ser completamente feliz. Decía Pessoa en un poema que “para ser feliz es necesario no ser consciente de ello”. La felicidad se supone que debería ser el estado natural donde todo suceda de forma armoniosa. Y no habría nada que te doliese, pero estar vivo conlleva que las cosas te duelan, con lo que te hace ser más consciente de la infelicidad que de la felicidad que habita a tu alrededor.
En los últimos años buena parte de lo que escribo se basa en una premisa: tenemos derecho a la infelicidad. La infelicidad es algo que siempre tratamos de combatir pero que es connatural a cualquier ser humano con conciencia, es lo que pone en valor la ternura y lo que hace tan necesario el amparo mutuo, y si no nos arrogamos ese derecho acabaremos perdiendo la capacidad de empatía hacia la gente que tiene motivos objetivos para ser infeliz, gente más vulnerable o más lastimada que nosotros.
Como un parque de atracciones
Vivimos en un mundo en el que parece que te obligan de alguna manera a tener que ser feliz o estar satisfecho. El mundo es como un parque de atracciones gigante en el cual tienes que estar subido a una atracción si quieres formar parte del sistema. Pero puedes estar en casa tranquilo, leyendo un libro, escuchando música, pensando en tus cosas, acordándote de alguien que no seas tú… y no dedicándote exclusivamente a esa especie de felicidad impuesta que en muchos casos lo que revela es una insatisfacción estructural importante.
Oda al fracaso
Muchas de tus letras exploran la marginalidad y manifiestan una oda al fracaso, la épica de la derrota…¿Es una declaración de intenciones, a través de la música, de ponerse del lado de los más débiles?
Todas las escenas musicales interesantes siempre nacen en los barrios de las periferias de las grandes ciudades, en el lumpen. Lugares desfavorecidos en los que la música es una herramienta para escapar de la dolorosa y alienante realidad. Pero tampoco pretendo hacer una oda al fracaso, lo que pasa es que sí creo necesario reconocer las derrotas para reconfigurar la manera en la que queremos luchar por lo que nos oprime.
La izquierda ha pecado muchas veces de ser demasiado autoindulgente y de no querer reconocer las derrotas que les ha infringido el neoliberalismo. En los últimos treinta años llevamos viendo movilizaciones sociales y culturales sin éxito, y para poder revertirlas hace falta hacer un diagnóstico de por qué nos han vencido, por qué nos han desmovilizado. Tenemos que volver a crear esos lazos de solidaridad que permitan armar una lucha colectiva que realmente pueda plantarle cara a todo aquello que nos hace infelices.
Artistas y cultura
En el mundo de la cultura pasa un poco lo mismo, es muy fácil desmovilizar a los artistas porque priman mucho los egos. Aunque es verdad que eso es algo inherente al artista, pero también es peligroso porque se puede trazar un camino de la individualidad al individualismo.
A mí lo que me interesa es que la música consiga plasmar la individualidad, porque cada interpretación de una misma canción es diferente -una sola canción son tantas como tantas interpretaciones haya de ella-, y a su vez esas canciones formen parte de una tradición y de un montón de saberes compartidos. Eso le otorga una dimensión colectiva.
Esa dicotomía que en la izquierda siempre se tiene entre lo individual y lo colectivo, en la música creo que se funden muy bien. Por eso creo que la música puede tender muchos puentes y enseñarnos muchas cosas. Aunque, lamentablemente, no estamos ahora en un escenario en el que las escenas musicales tengan mucha conciencia de ello.
Libertad de expresión
En un momento en el que condenan a raperos a prisión,¿echas en falta una unión entre artistas comprometidos que alcen la voz a favor de la libertad de expresión?
Me parece aberrante que condenen a alguien a prisión por sus letras, como el caso de Valtonyc, o Pablo Hasel. Y ha tenido que ocurrir eso para que se junte mucha gente y se cree un grupo solidario. Es curioso ya que en la escena del Hip Hop y del Rap ven a sus propios compañeros como su mayor enemigo, lo sé por lo que me cuentan.
Sin embargo, se han unido todos a raíz de lo que ocurrió con los raperos que están perseguidos judicialmente. Ha habido un concierto multitudinario en Barcelona. Otro el año anterior auto-organizado por No Callarem en Badalona con 4.000 personas. Pero los medios generalistas no se han hecho eco porque son expresiones culturales que cuestionan el sistema, y eso no interesa a los medios que están atados y ligados de alguna manera al estado.
A raíz de estas injusticias se ha alzado la voz, ya que lo menos democrático del mundo es que a alguien le puedan perseguir por las canciones que hace. Pero no sólo raperos, también activistas y políticos que están en la cárcel por sus ideas. Eso pone de manifiesto el déficit democrático en el que vivimos.
15-M
¿Qué queda ahora de un movimiento como el 15-M?
Para mucha gente joven esa fue su primera experiencia política. Aunque el ciclo del 15-M se agotó, como todos los ciclos de movilizaciones. Sin embargo, hace poco vivimos el 8-M, movilizaciones de mujeres que resucitan la capacidad de movilización de la izquierda. Es el feminismo el que logra recuperar la calle erigiéndose como eje movilizador. Yo lo viví en Gijón y fue brutal, en Madrid igual… Todas las ciudades desprendían ese espíritu que se encontraba soterrado y que volvía a renacer. Lo que tenemos que aprender es a evitar que eso fracase.
Ahora que se cumplen cincuenta años del mayo del 68, vemos cómo aquello pudo cambiar el mundo y no lo hizo. Deberíamos aprender y tomar nota de por qué aquella revolución social y cultural acabó convirtiéndose en un eje más del sistema. Y pensar que tenemos posibilidades todavía de que eso no ocurra.
Cambiar las cosas
Por la vía de la política institucional yo no tengo muchas esperanzas, pero confío en que el cambio venga por la vía del activismo político, además de cultural. Así como en el municipalismo, a través de personas que conozco que están metidas en política en instituciones y que quieren cambiar las cosas. Mientras conservemos la vía rupturista y no se caiga en la vía reformista, como en el mayo del 68 y su posmodernidad vacía, todavía tendremos oportunidades.
La izquierda
¿Tienes la sensación de que los partidos políticos de izquierdas no han estado a la altura del pueblo?
Quizá hayan podido defraudar. Lo que ocurre es que yo, que me he asomado un poco dentro de Podemos -formé parte de las listas de Podemos en primarias-, me di cuenta de que cuando un partido crece de manera tan rápida adopta una estructura vertical al estilo de cualquier otra formación política. Por tanto, es muy fácil que se pierda la perspectiva de la calle.
Hace cuatro años, con el 15-M, mucha gente se ilusionó mucho. Cuando se acabaron las movilizaciones nació Podemos. Y todas las fuerzas municipalistas que vieron que había una oportunidad de cambiar el panorama optaron por introducirse en las instituciones. Ya lo había hecho la CUP antes metiéndose en el Parlament tras muchos años de activismo, gracias a ese tejido de redes autogestionarias y solidarias que existe en Cataluña.
Después de Vistalegre, se repetía que había que recuperar la calle y los movimientos sociales, pero eso no ocurrió en realidad. Es ahí cuando fui consciente de que la gente que está dentro la termina absorbiendo el partido. También agotan mucho las batallas que se tienen que librar con las instituciones y el circo mediático que hay alrededor de la política.
Desencanto
Atravesamos un ciclo en el que impera el desencanto. Y te da mucha rabia porque ves a gente muy valiosa, muy inteligente y muy lúcida que no se da cuenta que han desencantado a los suyos, y en los mítines parece que les hablan a Ciudadanos o al PSOE. Y dices: “para esto no viniste aquí, viniste para cambiar las cosas”.
Por eso yo confío en el municipalismo, algo que se activó hace cuatro años cuando empezaron las nuevas formaciones con la CUP, En Marea, Podemos, Ahora Madrid, Barcelona en Comú… De lo que se corre el riesgo es de que todas esas experiencias, que fueron tan bonitas y que surgieron con la participación de muchísima gente, se terminen convirtiendo en formaciones políticas al uso que lo que buscan es asentarse en el poder institucional y a jugar a la “Realpolitik”. Al final acaban siendo un agente del sistema, más o menos reformista, pero uno más.
Europa
Y mientras tanto, la ultraderecha europea parece haberse asentado en el poder.
Lo preocupante no es sólo que en Europa haya partidos de ultraderecha que han conseguido entrar en los Parlamentos sino que los partidos tradicionales de derechas, lo que sería el PP de aquí, han asumido los programas electorales de los partidos ultraderechistas para no perder el voto del sector más radical de sus votantes.
Y en España, no me cabe ninguna duda de que Ciudadanos es un partido de ultraderecha con la cara lavada; y el PP no para de proponer leyes de inmigración cada vez más duras, practicando un racismo constitucional. Aun así, creo que aquí, a diferencia de otros países europeos, el 15-M sirvió un poco de cortafuegos para que no terminaran de germinar partidos ultraderechistas con fuerza parlamentaria.