David Luzio y Juli Amadeu Àrias
Solo cinco personas han documentado la vuelta al mundo a pie: David Kunst, Steve Newman, Jean Béliveau, Rosie Swale-Pope y el protagonista de esta historia, Nacho Dean Mouliaá. Este aventurero malagueño ha recorrido 33.000 kilómetros para retratar el cambio climático, convirtiéndose en el primer español de la historia en lograr esta hazaña, que ha culminado con la unión de los cinco continentes a nado.
Dar la vuelta al mundo no es una quimera. Se puede hacer en bici, en avión, en catamarán e incluso caminando. Hacerlo a pie es un reto duro, pero alcanzable. Especialmente si la aventura y el contacto con la naturaleza son una pasión, como ocurre en este caso.
Nacho tiene antepasados griegos e irlandeses, de ahí sus apellidos. Ha viajado y vivido en más de veinte lugares diferentes, buscando siempre el mar a la hora de escoger un hogar donde asentarse. Su predilección por la aventura le otorga, como él mismo advierte, un “indomable espíritu de superación”.
Emergencia climática
La degradación del planeta y la emergencia climática en la que se encuentra sumido nuestro entorno despiertan en Nacho una preocupación; ante la que dice no poder permanecer impasible. Nació en él la necesidad de actuar para documentar el cambio climático y un día se preguntó: ¿por qué no dar la vuelta al mundo caminando? Su objetivo era ver y sentir de cerca las consecuencias más graves del ser humano sobre el medio ambiente.
Le llevó semanas trazar los itinerarios y rutas provisionales. Fue un «esfuerzo enorme» durante nueve meses de preparación, explica. Tuvo que analizar continente por continente, país por país, para evitar regiones en guerra, atravesar desiertos en los meses de verano o Asia en la temporada de lluvias monzónicas.
“Toda la vida” preparándose
Otra de las preocupaciones de Nacho fue escoger qué material llevarse a una vuelta al mundo caminando, al tratarse de “una expedición proyectada para varios años en la que no vas a volver a casa” y en la que se sometería a “todo tipo de ecosistemas y condiciones ambientales”, manifiesta.
También tuvo que gestionar los pesos de los instrumentos de supervivencia y las mudas de ropa, por lo que decidió llevar su equipaje en un carro que iría empujando a lo largo de todo el trayecto.
En él llevaría: tienda de campaña, saco de dormir, esterilla, tres mudas de ropa, botiquín de primeros auxilios, ordenador portátil, teléfono móvil, cámara de fotos, agua, comida, cuchillo, linterna frontal, cuerda, cuaderno y, lo más importante, su documentación.
Respecto a la preparación física y mental, Nacho tenía la sensación de llevar “toda la vida” preparándose. Era un momento que le esperaba desde hacía tiempo. Cuenta que cuando tomó la decisión sintió que estaba en su camino, porque “la fortaleza física y mental van unidas”.
«A pie, en solitario e ininterrumpidamente»
De este modo, el 21 de marzo de 2013, desde el kilómetro cero de la Puerta del Sol de Madrid iniciaba su andadura. Esa mañana “fue muy emocionante, vino mucha gente a la Puerta del Sol a despedirse de mí”, recuerda. Comenzaba una vuelta al mundo a pie, en solitario e ininterrumpidamente. Además, “sin asistencia, sin seguro médico internacional, sin patrocinadores, sin coches de apoyo, sin fisioterapeutas, sin nutricionistas ni psicólogos deportivos”, afirma.
En sus primeros pasos y con la inmensidad del planeta por delante, Nacho sentía por un lado, “pasión e ilusión” porque su sueño “comenzaba a hacerse realidad”. Por otro, “mucha incertidumbre” porque “cada día sé dónde me levanto, pero no sé dónde me voy a acostar; qué personas voy a conocer o qué peligros me van a estar acechando”.
Para informar a sus familiares, amigos y seguidores sobre cómo iba transcurriendo el viaje; Nacho contó con el apoyo de un equipo que le ayudaría desde España con la logística, las redes sociales y los medios de comunicación.
Rozando la supervivencia
Económicamente, Nacho comenzó su vuelta al mundo con dinero de su propio bolsillo. A sus primeros 3.000 euros, se fueron sumando donaciones, mediante una campaña de microfinanciación, así como ayuda que le ofrecía gente que se encontraba en su camino. El dinero invertido a lo largo de su aventura ascendió a 50.000 euros. Pero advierte: “fue un viaje sin ningún tipo de lujos, rozando la supervivencia”.
En la búsqueda de algún patrocinador que le ayudase en su vuelta al mundo caminando, dice que llamó a muchas puertas y no consiguió nada. “La vuelta al mundo caminando era una expedición con un alto índice de fracaso. Las posibilidades de que el aventurero muriera o volviera a casa cuando viera las dificultades que entraña eran altas”, declara. No obstante, su fuerza de voluntad y la firme creencia en sus objetivos le auparon a seguir adelante y a creer que iría consiguiendo ayudas, según fuera mostrando resultados.
Durante su andadura no todo fueron alegrías y buenos momentos. Nacho se enfrentó a las más duras adversidades. Paso por situaciones en las que vio su vida peligrar. Recuerda que durmió en los bosques de Eslovenia con osos, que estuvo frente a un rinoceronte salvaje en las junglas de Nepal, que le atracaron en Lima, o cómo le asaltaron con machetes en El Salvador… También padeció la fiebre chikunguña en el Estado mexicano de Chiapas. Incluso presenció un atentado terrorista en Bangladesh.
“Completa y absolutamente a pie”
Nacho asegura que afrontaba estas adversidades de un modo “muy distinto y con la mayor calma posible”. “Los momentos difíciles forman parte del viaje y con la mentalidad de que después de un día malo viene un día bueno”, explica. Sobre si llegó a pensar en rendirse dice que en una expedición tan larga pasó por todo tipo de estados, pero que lo que le llevó a continuar fue saber que hacía aquello que le apasiona, que es fruto de su elección y que lo que hacía tenía una trascendencia: la conservación del planeta.
Durante la expedición no cogió “ningún medio de transporte”, afirma. Fue “completa y absolutamente a pie”, reitera. No obstante, durante su viaje llegó a lugares en los que se topó con los océanos. Para proseguir con su aventura cruzó en avión el océano Pacífico desde Australia a Chile y el océano Atlántico desde Nueva York a Lisboa.
Fantástico reportaje que nos han dedicado en el número de febrero del diario @Cambio16 compartiendo mi PASIÓN por la exploración y mi PROPÓSITO por la conservación del planeta #Vueltaalmundocaminando #ExpediciónNemo #Naturaleza #Océanos #MedioAmbiente #Planeta #Misión pic.twitter.com/UY2SIQ9gIK
— Nacho Dean Mouliaá (@deanmouliaa) February 17, 2020
Así regresaba Nacho a la Península. Para poner rumbo a Madrid y concluir el viaje en el mismo punto donde todo empezó el 21 de marzo de 2013. Tras haber recorrido cuatro continentes y 33.000 kilómetros, Nacho Dean volvía al punto de partida: el kilómetro cero de la Puerta del Sol de Madrid, el 20 de marzo de 2016.
Sabiendo que “no hay nada que valga más que la vida”, tomó la decisión de volar de Nueva York a Lisboa directamente. Aunque asegura que le hubiera “encantado realizar un breve recorrido” por el continente helado, pero la “falta de presupuesto” se lo impidió. Su objetivo era dar la vuelta al mundo caminando. Lo consiguió. “Que fueran cuatro o cinco continentes, era secundario”, explica.
Al límite por el planeta
Durante su largo itinerario, Nacho ha llevado su vida al límite por el planeta. Ha caminado a través de montañas, junglas, desiertos y ha sido testigo con sus propios ojos de la “inmensa” cantidad de basura que inunda las playas y costas de todo el mundo.
No conforme con ello, movido por su firme compromiso con el medio ambiente y su espíritu “indomable” de superación, surgió en Nacho “la urgente necesidad” de zambullirse en otra gran aventura. Esta vez se propuso unir nadando los cinco continentes. Sin aviones de por medio, atravesando por agua los estrechos que los unen. El objetivo: documentar el estado de los ecosistemas marinos para lanzar un mensaje de conservación de los océanos. A esta travesía la denominaría ‘Expedición Nemo‘.
Esta aventura sería diferente. Primero desde el punto de vista financiero. Nacho ya había demostrado de lo que era capaz. Así que, esta vez, cuando llamó a las puertas de patrocinadores obtuvo su apoyo. El respaldo que recibió por parte de la empresa estadounidense Kayak y la marca española El Ganso le darían la posibilidad de reunir un presupuesto de 200.000 euros. Comenta Nacho que sus valores y los de sus sponsors “estaban perfectamente alineados, por lo que la relación fluyó desde el principio”.
“Zonas estratégicas y geopolíticamente muy delicadas”
Planificar este itinerario también sería diferente. Nacho analizó los puntos clave en los que los continentes se encontrasen más próximos para unirlos a nado. Una vez seleccionados los enclaves, estudió la fauna marina de cada uno, para saber a qué tipo de peligros se sometería en las aguas, además de examinar la meteorología y las corrientes marinas.
Se documentó para contactar con embajadas y autoridades locales y así tramitar todos los permisos necesarios, debido a que, como él mismo asegura, se disponía a pasar por fronteras intercontinentales y “zonas estratégicas y geopolíticamente muy delicadas”. Nacho consiguió incluso el apoyo de personas locales para las traducciones y las gestiones con las autoridades en cada país.
Para ello, solicitó cartas de apoyo a los organismos involucrados, patrocinadores y el Ministerio de Asuntos Exteriores de España. Una vez conseguidas contactó con las embajadas de España en los países de destino. De esta manera, “durante las travesías contaba con la cobertura de las embarcaciones de la Guarda Costera, la Policía Marina o la Armada, según el caso”.
Culminar la vuelta al mundo con “éxito”
Para esta aventura contaba en cada travesía con una o dos embarcaciones de apoyo que le marcaban el rumbo a seguir y que le proporcionarían aprovisionamientos y asistencia médica en caso de emergencia. A cada emplazamiento se llevó un equipo de operadores para filmar esta nueva aventura.
Hubo momentos en los que tuvo que subirse a un helicóptero para llegar a las zonas más complicadas, como la frontera entre Asia y América, dos pequeñas islas en el estrecho de Bering, la isla Big Diomede, Rusia y Little Diomede, Estados Unidos. Aquí, él y su equipo necesitaron la autorización del consejo de sabios Inuit, “para poder visitar sus tierras”, recuerda.
Nacho contaba con un hándicap: no era nadador. Estaba alejado de su medio: la tierra, la naturaleza. Ahora, los conocimientos sobre montaña y senderismo, y ese grado de supervivencia adquirido durante su vuelta al mundo a pie no le servían. “Fue como empezar de cero”, admite.
La dificultad era elevada y su objetivo era claro: culminar con “éxito” esta expedición para consolidar su mensaje medioambiental para la conservación de los océanos y su figura dentro del mundo de la exploración. Por ello, se entrenó en piscinas, aguas abiertas y se lanzó a por el reto.
Objetivo cumplido
Nacho Dean se propuso cruzar a nado los cinco continentes y así lo hizo. Con un traje de neopreno de tres milímetros de grosor y unas gafas de natación como única protección ante los peligros marinos. Salvo en el estrecho de Bering, donde se enfundó unos escarpines y una máscara para soportar la temperatura del agua a 3 ºC.
El primer salto al agua lo haría en el estrecho de Gibraltar para unir Europa y África, desde Tarifa hasta Punta Cires, Marruecos. 15 km en tres horas y 55 minutos. El segundo asalto fue enlazar en dos horas el estrecho Meis-Kas. Siete kilómetros que separan la isla griega Kastellorizo, Europa, de la población turca Kas, Asia. Después de este cruce, subió a uno de los lugares “más remotos” del planeta, el estrecho de Bering para unir los 3,7 kilómetros que distan entre las islas rusas y estadounidenses, Big Diomede (Asia) y Little Diomede (América). Lo hizo en una hora y once minutos.
El cuarto en atravesar sería uno de los más complicados, el de Indonesia-Papúa Nueva Guinea, recorriendo 20 km por el mar Bismarck para llegar de Asia a Oceanía en seis horas y 17 minutos. Lo hacía entre cocodrilos, medusas Irukandji y con el agua a 30 ºC. Para finalizar su aventura marítima se trasladó al mar Rojo, al golfo de Áqaba, que separa Asia y África, donde entre tiburones y tras dos horas de brazadas, superó los 10 km que pondrían punto y final a la Expedición Nemo el 5 de marzo de 2019.
Para siempre en su memoria
Nacho ha viajado por todo el mundo y ha sentido de cerca los efectos negativos del cambio climático sobre nuestro entorno. También ha comprobado “cómo la inmensa mayoría de la gente es buena, más allá de las diferencias”.
Habiendo pasado por países musulmanes, budistas, cristianos, hindúes, «el mayor tesoro de su viaje es la humanidad». Lo más impactante cuenta que ha sido ver con sus propios ojos “los efectos del calentamiento global en el estrecho de Bering”. Ha pasado por ciudades como Sidney, Nueva York y Costa Rica, uno de los países con mayor biodiversidad del mundo.
Los paisajes que quedarán impresos para siempre en su memoria serán los cielos estrellados del desierto de Atacama y las Auroras Boreales por encima del Círculo Polar Ártico. Pese a todo esto, su ciudad favorita sigue siendo Málaga y su país, España.
Reportaje disponible en sus distintos formatos:
Puede adquirir la revista impresa, en digital, o bien suscripción digital y suscripción total.
-
Revista 2264
4,00€ Añadir al carrito -
Revista 2264 (Digital)
2,30€ Añadir al carrito -
¡Oferta!
Revista 2264 Suscripción Digital
El precio original era: 23,00€.19,90€El precio actual es: 19,90€. Añadir al carrito -
¡Oferta!
Revista 2264 Suscripción Total
El precio original era: 40,00€.36,00€El precio actual es: 36,00€. Añadir al carrito
Más noticias en Cambio16.