La década de los años veinte fue una época de progreso y de reacción a la traumática experiencia vivida en la Primera Guerra Mundial y la pandemia que le siguió en 1918, de características similares a la actual del coronavirus, que provocaron un intenso deseo de vivir en la gente, un ímpetu que se refleja en la exposición
Los años veinte del siglo pasado supusieron una explosión de creatividad y de liberación en todos los ámbitos artísticos y también de estilo de vida, alumbrándose unos cambios de indudable vigencia en nuestros días. Una de las novedades principales de esta muestra es la pionera colaboración entre el Museo Guggenheim Bilbao y el reputado dramaturgo y director operístico Calixto Bieito, que se encarga de la escenografía dando lugar a un enriquecedor diálogo entre las artes plásticas y las artes escénicas.
El Museo Guggenheim Bilbao presenta Los locos años veinte, una exposición patrocinada por BBK, que muestra un estimulante recorrido por la rompedora década de 1920 a través de más de 300 objetos representativos de las disciplinas artísticas más relevantes del momento; desde la pintura, la escultura o dibujo, hasta la fotografía, el cine, el collage, la arquitectura o el diseño de mobiliario.
La muestra acercará al visitante del museo a ciudades europeas como Berlín, París, Viena y Zúrich, donde se estaban produciendo grandes cambios y avances en todos los ámbitos, muchos de los cuales continúan vigentes hoy día.
Aunque no se pueden equiparar la década actual y la de los años veinte, existen paralelismos sorprendentes entre ambas. La sociedad de hace un siglo vivía dominada por el trauma de una pandemia y sumida en una gran recesión económica tras la Primera Guerra Mundial. Pero al mismo tiempo fue una década de progreso, de explosión de la creatividad y de liberación, por lo que esta mirada al pasado ofrece ideas alentadoras e inspiración de cara al futuro.
Como valor diferencial con respecto a otras muestras dedicadas a esta época, la exposición Los locos años veinte refleja a lo largo de siete capítulos narrativos el intercambio entre diferentes movimientos como la Bauhaus, el Dadaísmo o la Nueva Objetividad, e incluye iconos de la arquitectura y del diseño, que revelan la diversidad formal que caracterizó aquellos años transformadores.
Una experiencia de libertad creativa en años locos y divertidos
Esta muestra va más allá de los clichés de la década de 1920 para explorar aquellos movimientos estéticos que fueron tan influyentes e importantes que todavía están vigentes en el presente, aunque no nos demos cuenta de ello. En la misma se incluye, además, la obra de artistas contemporáneos que emplean de manera expresa el lenguaje formal y los temas de la década de 1920, enlazando así con el momento presente.
Otra de las novedades principales de esta muestra es la pionera colaboración entre el Museo Guggenheim Bilbao y el reputado dramaturgo y director operístico Calixto Bieito, que se encarga de la escenografía produciéndose una enriquecedora relación entre las artes plásticas y escénicas. El actual director artístico del Teatro Arriaga de Bilbao y director residente del Teatro de Basilea, además de contar con una vibrante carrera internacional a lo largo de la cual ha dirigido más de 80 óperas y obras de teatro, es un profundo conocedor de la época, lo que le permite aportar a la exposición una concepción escénica a un tiempo intelectual y emocionante.
Se trata, en fin, de una muestra que va a sorprender al público, en la que no se trata de reconstruir o recordar de manera nostálgica, sino de retener en la memoria y hacer sensorialmente evidentes nuestros orígenes culturales y poner de relieve cómo distintas fases de la historia son similares y diferentes al mismo tiempo. En palabras de la curator de la muestra en Bilbao, Petra Joos, “los años veinte del siglo pasado supusieron una explosión de creatividad, de liberación erótica, de pulsión sexual y de feminismo, pero también de trauma, lucha y economía salvaje y despiadada.
Y toda esta ‘locura’ se refleja en el Museo Guggenheim Bilbao de una forma muy especial, gracias a la dirección de la escenografía por parte de Calixto Bieito. El prestigioso director escenográfico de la muestra plantea un reto o llamamiento: “Aprovechemos la experiencia de los locos años veinte para confiar en la libertad creativa y no caer en los errores que sumieron al mundo en una de sus mayores catástrofes. Que nuestros años veinte del siglo XXI no se conviertan en Infinite Jest (la broma infinita)”.
RECORRIDO POR LA EXPOSICIÓN
La de 1920 es una década marcada por las dificultades, pero al mismo tiempo por el progreso: las ciudades crecieron a una velocidad vertiginosa, el concepto patriarcal de familia fue cuestionado y transformado y los grupos sociales desfavorecidos se hicieron oír en la cultura y en la política.
Por otro lado, las mejoras en las condiciones de los trabajadores fueron de la mano de una creciente industria del ocio y un espíritu innovador alimentaba al arte, en el que la experimentación abarca a todas las disciplinas.
SALA 205. ADIÓS AL TRAUMA DE LA GUERRA
La ausencia de un enemigo visible, el desgaste de una guerra interminable y la anónima capacidad de destrucción de las armas fabricadas en masa traumatizaron a la sociedad. En aquel entonces, cuando el conflicto aún proseguía, un virus influenza al que se le dio injustamente el nombre de “gripe española” (se llamó así porque la prensa de este país, no sujeta a censura, fue la primera en informar ampliamente de ella) se propagó por todo el mundo llevándose consigo a millones de personas, en una pandemia que se extendió entre 1918 y 1920.
Este período se caracteriza por una sensación de realidad que vino determinada por un mundo cada vez más fragmentado y acelerado; como el pintor Fernand Léger describió en 1924: “Nunca hubo una época tan ávida de espectáculo como la nuestra. […] Este fanatismo, esta necesidad de distracción a cualquier precio, son la reacción necesaria contra esta vida que llevamos, dura y llena de privaciones”.
Un descubrimiento importante que tiene reflejo en la muestra fue la mecánica cuántica, un campo profundamente influido por las ideas de Werner Heisenberg, Max Born y Niels Bohr, que obtuvieron el Premio Nobel. A raíz de este conocimiento, lo importante ya no es la construcción del átomo, sino los procesos que la acompañan. Como consecuencia, los hasta entonces estáticos conceptos de identidad, causalidad y objetividad dan paso a los de ambivalencia, azar e incertidumbre, en constante movimiento.
SALA 206. NUEVOS ROLES, NUEVOS MODELOS
Las nuevas ideas en torno a los roles sociales del hombre y la mujer están muy ligadas a la Primera Guerra Mundial y sus consecuencias. Dado que los hombres estaban luchando en el frente, las mujeres adquirieron y reclamaron nuevas libertades, tanto a nivel laboral como familiar, y con ellas, una cierta autonomía. La introducción gradual del sufragio femenino en muchas partes de Europa a partir de 1918 fue su manifestación más poderosa.
Esta transformación puede encontrarse claramente en las modas de la época. Entre los hombres, la barba dio paso al afeitado y al cabello engominado, el bombín sustituyó al sombrero de copa, mientras que el traje más informal y la elegante corbata remplazaron a la rígida levita.
En cuanto a la mujer, el pelo corto hacía furor, junto con los vestidos a la rodilla y sin cintura, o el cigarrillo ocasional que fumaban en elegantes poses. Por toda Europa, las novelas y la investigación desafiaban las costumbres sexuales convencionales y rompían los tabúes que rodeaban a ciertas “perversiones”.
En París en 1922 se publicó el best-seller de Victor Margueritte La Garçonne, con ilustraciones de Kees van Dongen en 1925, mientras al mismo tiempo en Berlín se publicaba Wege der Liebe (Los caminos del amor) de Alexandra Kollontai. Para esta autora, la pasión y el amor definen algunas fases más específicas que continuadas de la vida de la “mujer moderna y trabajadora”, y por supuesto, una mujer podía ser madre sin necesidad de estar casada.
Surgieron nuevas profesiones, como el secretariado, mientras que se cuestionaba el contenido de ciertos puestos de trabajo; algunos son analizados en la muestra de manera más detallada.
SALA 207. NUEVAS MANERAS DE VER
Cuando hablamos de “nuevas maneras de ver”, solemos pensar en la década de 1970, cuando la televisión se convirtió en objeto cotidiano en los hogares occidentales. Sin embargo, en los años veinte, la velocidad, que se manifestaba en forma de mayor movilidad (el automóvil), los nuevos métodos de trabajo en las fábricas (la cadena de montaje) y los nuevos medios de transmitir información (la radio) ya estaba transformando la forma en que la gente veía las cosas.
El cine y la fotografía, disciplinas que hasta entonces habían sido ignoradas en gran medida por el mundo artístico, van adquiriendo mayor reconocimiento por parte de artistas como Hans Richter y Fernand Léger y, a la vez, un carácter cada vez más experimental.
El debate entre los defensores del “arte figurativo/Nueva Objetividad” por un lado, y los de “abstracción/Constructivismo”, por el otro, llegó a su fin, o al menos a una fase de suspenso, hacia comienzos de la década de 1930. En 1920 el director Walter Ruttmann afirmaba: “[La] especificidad del tiempo deriva fundamentalmente de la ‘velocidad’ de nuestra época […] Así pues, el sujeto de nuestra reflexión es ahora la evolución temporal en la fisionomía de la curva, que está sometida a una transformación continua, y no ya la rígida yuxtaposición de puntos aislados”.
Los experimentos más audaces en el campo de la fotografía llegaron de la mano de Man Ray y László Moholy-Nagy, a través, por ejemplo, de sus fotogramas únicos (fotografías sin cámara), o la muestra titulada Film und Foto (‘FiFo’), de la que Moholy-Nagy fue uno de sus comisarios y que, tras su apertura en Stuttgart en 1929, viajó, vía Zúrich, a Berlín, Danzig, Viena, Zagreb, Múnich, Tokio y Osaka. La relevancia de esta muestra radica en que fue la primera en presentar juntos el cine y la fotografía, un paralelismo que hoy en día, en la era de la ubicuidad del teléfono inteligente, parece algo obvio.
CHRISTIAN SCHAD. Maika, 1929.
SALA 202. LA REVOLUCIÓN DE LA MODA
MADELEINE VIONNET. Vestido de cóctel, ca. 1928 GERRIT T. RIETVELD. Silla roja y azul (Rot-Blauer Stuhl ), 1918 (diseño). Década de los sesenta (producción) JOSEF ALBERS. Ciudad (City ), 1928.
Esta sección analiza cómo los cambios en la autopercepción de mujeres y hombres anteriormente mencionados se expresaron a través del prisma de la moda. Hasta el momento presente, el “pequeño vestido negro” de Coco Chanel que surge hacia 1927 continúa siendo la ex- presión más intemporal de la emancipación de la mujer, que se hace visible en la moda. La ropa se hizo más funcional, mientras la silueta cobró un mayor protagonismo. La nueva mujer, “garçonne” o “flapper”, se convirtió en consumidora entusiasta de los productos de la moderna industria cosmética, experimentando también con la cirugía estética, que pasó de reconstruir los rostros desfigurados de los heridos de guerra a la búsqueda de ideales de belleza.
En 1927 el creador de moda Lucien Lelong escribía: “La dieta, el ejercicio, los aparatos y tratamientos reductores, la extensión de los deportes al aire libre —o eso dice la opinión generalizada— lo han conseguido. La mujer moderna se ha convertido en arquitecta de su propia fi gura. Ha logrado rehacerse a sí misma conforme a su propio ideal […] Hoy en día las mujeres siguen siendo jóvenes a los cuarenta”.
En la industria de la moda el sector de la seda cobra gran importancia como proveedor. En 1920, Suiza era sinónimo de industria sedera, siendo la mayor de Europa y con sucursales también en Estados Unidos En esta sección, algunos ejemplos históricamente significativos atestiguan la amplia gama de productos de seda y la sinergia existente entre los artistas y la industria. Este sector hoy olvidado fue fundamental para el auge económico y para la consolidación de una Suiza moderna y próspera.
SALA 203. TRABAJO Y OCIO
Los iconos del diseño y la arquitectura de la década de 1920 se han introducido firmemente en nuestro imaginario sobre la época. Llevar una vida distinguida era posible fundamentalmente gracias a los cambios en el mundo laboral. Indudablemente, la transformación de mayor calado para la vida cotidiana de la gente fue la introducción de la cadena de montaje en las fábricas. Además de permitir la producción en masa de bienes de consumo, también redujo las horas de trabajo de los obreros, dando lugar a una floreciente industria del ocio.
La escuela de diseño Bauhaus, fundada en Weimar en 1919 y en Dessau en 1925, se dedicó a construir una sociedad mejor y más democrática a partir de la educación y la cultura. En 1928 Josef Albers decía que la profesión de artista podía encajar perfectamente en la sociedad: “Nos hallamos en una época orientada hacia lo económico. […] Experimentar es más importante que estudiar y un comienzo lúdico infunde ánimos. Por eso no empezamos con una introducción teórica: al principio está solo el material”.
En 1928 se inauguró el Congrès Internationaux d’Architecture Moderne (CIAM, 1928) en el castillo de Hélène de Mandrot en La Sarraz, una localidad de la Suiza de habla francesa; en sus primeros encuentros, algunos participantes, como Karl Moser (su primer presidente), Le Corbusier, Walter Gropius y Gerrit T. Rietveld proclamaron nada menos que una arquitectura socialmente responsable que representara el espíritu de la época. Este aspecto también llegó a la esfera del diseño, como se ve en las sillas de diseño icónico que se presentan aquí.
SALA 208. NUEVAS NOCIONES SOBRE EL CUERPO
ERNEST NEUSCHUL. Takka-Takka baila (Takka-Takka tanzt), 1926 GRETHE JÜRGENS. Maniquíes de peluquería (Frisierpuppen), 1927
En esta sala el espectador se encuentra con las nuevas percepciones y formas de danza, a través de figuras rutilantes como Suzanne Perrottet y Rudolf von Laban, que fueron precursores de la danza expresionista en Alemania, Valeska Gert, Mary Wigman, Anita Berber o Gret Palucca. Sobre esta última el fotógrafo y pintor Moholy-Nagy afirmó con gran entusiasmo en 1927: “Tratamos de formular una nueva estética, y aún nos faltan las bases elementales […] El cuerpo de Palucca, ella misma, es un medio de representación de la más pura expresión de una nueva cultura de la danza”. Este período vio también cómo el jazz llegaba a Europa procedente de Estados Unidos, trayendo consigo sonidos con una expresión especialmente potente y vibrante que cambiaban la percepción del tiempo.
Uno de los grandes retos de la década de 2020 es cómo lograr el equilibrio entre el cuerpo, la mente y la sociedad. La danza es una metáfora válida para ese anhelo —tanto en los años veinte como en la actualidad—. Se suele decir que la generación de 1968 dio paso a una revolución de lo físico que marginó los modelos tradicionales en favor de una conciencia más amplia y asertiva del cuerpo. Como vemos, lo mismo podría decirse de la década de 1920. En esta sección, artistas contemporáneos como Rashid Johnson y Shirana Shahbazi exponen la actualidad de estos discursos hoy en día.
SALA 209. DESEO
La quintaesencia de los “locos años veinte” la constituyen los bailes nocturnos, extáticos y cargados de sensualidad, de Montmartre y Montparnasse en París, o de Moka Efti en Berlín. La exposición concluye con esta manifestación explosiva de un modo de vida emancipado y sensual, en el que la figura más célebre es la bailarina Josephine Baker. Fue la primera persona de color que se convirtió en estrella del espectáculo, logrando el éxito en Europa en lugar de en Estados Unidos natal debido a la segregación y a la prohibición existente.
A Josephine Baker se atribuye la introducción y el éxito del charlestón en Europa. Su influencia fue tal que las mujeres parisinas de característica tez blanca se aplicaban cremas de nueces para oscurecer su piel y así parecerse a la imponente bailarina, conocida como ‘la diosa de ébano’. Gracias a su carismática personalidad, talento y absoluta libertad a la hora de mostrar la expresión corporal y espiritual sobre el escenario, Baker no tardó en desarmar a sus detractores y cosechar espectaculares triunfos.
En esta sala el espectador podrá disfrutar de diversas experiencias que complementan la exposición a través de una concepción escénica intelectual, como la de los cabarets literarios, y a la vez emocionante, a través de los colores, perfumes, películas y música de la época. Así, el visitante podrá bailar al ritmo de jazz, charlestón, o las chansons de la época, y también escuchar a los compositores clásicos de la música dodecafónica.
FICHA
Lugar Museo Guggenheim Bilbao.
Fechas 7 de mayo a 19 de septiembre.
Comisarias Catherine Hug, Kunsthaus Zürich y Petra Joos, Museo Guggenheim Bilbao.
Escenografía Calixto Bieito.
Exposición Organizada conjuntamente por el Museo Guggenheim Bilbao y la Kunsthaus Zürich.
Patrocina BBK.
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