La exposición patrocinada por Iberdrola constituye un completo recorrido por la trayectoria de la artista sueca que rara vez expuso en vida sus obras más innovadoras
Aunque Hilma af Klint llega a exponer en vida, lo que se muestra entonces se reduce fundamentalmente a sus pinturas figurativas y, muy ocasionalmente, las abstractas, que jamás presenta en el contexto del mundo del arte convencional, sino que busca compartirlas con comunidades espirituales afines, aunque no logra encontrar un público entusiasta. Consciente de que el mundo aún no está listo para aceptar su obra, Hilma af Klint se preocupa de guardarla y clasificarla para que llegue de forma articulada a la sociedad venidera.
En 1906 Hilma af Klint inicia su proyecto más importante e innovador, al que dedica casi una década. Sus Pinturas para el templo constan de un total de 193 obras, entre pinturas y dibujos, en los que la artista prescinde de lo aprendido formalmente para centrarse en un nuevo arte, no objetivo, que parte de su relación con el espiritismo y otros sistemas de pensamiento como el rosacrucismo, la teosofía o la antroposofía de Rudolf Steiner.
La artista prescinde de su formación tradicional para centrarse en un arte abstracto fundado en profundas convicciones espirituales.
Concebidas para ser instaladas en un templo helicoidal que nunca llegará a realizarse, las Pinturas para el templo exploran aquello que a simple vista permanece oculto, algo que resultaba de interés tanto para los movimientos científicos como espirituales en la época, también para Hilmaaf Flint y otros artistas modernos.
SALA 205
Inicios
Nacida en el seno de una familia noble por méritos castrenses, Hilma af Klint tiene el privilegio de acceder a la educación y formación. Su padre, que llegaría a ser comandante naval, fue instructor de astronomía, navegación y matemáticas y pertenecía a una estirpe de cartógrafos.
Las pinturas y dibujos espirituales de la artista se fundamentan en sus conocimientos del lenguaje de la cartografía y otras ciencias. Al aprendizaje por vía familiar se suma una formación artística de corte tradicional en la Real Academia Sueca de Bellas Artes, que constituye una de las primeras instituciones en permitir a las mujeres dibujar a partir de un modelo vivo.
Los dibujos espirituales de Las cinco
Como muchos de sus coetáneos, Hilma af Klint no ve una confrontación entre el mundo espiritual y el científico, sino lo contrario: ambos sirven para alcanzar una verdad superior. Este interés de la artista le hace participar en sesiones de espiritismo, habituales en la época, aunque denostadas por las religiones tradicionales.
En 1896 Hilma af Klint y Anna Cassel, Cornelia Cederberg, Sigrid Hedman y Mathilda Nilsson fundan el grupo de Las cinco (De Fem). Estas mujeres se reúnen con asiduidad para realizar sesiones de espiritismo, contactar con el Más Allá y canalizar sus experiencias a través de la escritura y de los dibujos automáticos, como los presentes en la exposición.
Caos primigenio, Grupo I, Serie WU/Rosa (Pinturas para el templo)
Hilma af Klint cree que Las cinco han recibido un encargo de los espíritus de realizar las Pinturas para el templo, y en 1906 empieza a trabajar en la primera serie de este ciclo, denominada WU/ Rosa, donde la letra W representa la materia y la U el espíritu, siendo WU la dualidad. (Sus cuadernos revelan que las letras tienen multiplicidad de significados para la artista.)
La rosa está ligada al rosacrucismo, una orden secreta vinculada al conocimiento esotérico de los alquimistas fundada en el siglo XVII por cristianos opuestos al rígido dogma de la iglesia de su época.
La Cruz Rosada o la Rosa Cruz es su emblema principal, y es en un altar con una rosa en medio de una cruz donde Af Klint y su círculo realizan las sesiones de espiritismo.
El primer grupo de las Pinturas para el templo contiene 26 lienzos bajo el título de Caos primigenio, relacionados con las enseñanzas teosóficas en torno al nacimiento del mundo. En ellos la pintora se centra en la idea teosófica de que al principio del mundo había una unidad, que se rompió, siendo la vida una búsqueda para volver a unir las fuerzas opuestas (como el bien y el mal, lo masculino y lo femenino) separadas al inicio de la creación.
Dos años antes, Hilma af Klint se había unido a la Sociedad Teosófica, un movimiento fundado en Nueva York que busca el conocimiento de una realidad espiritual más profunda a través de la intuición, la meditación y otros medios de trascender la conciencia humana.
Serie Eros, Grupo II, Serie WU/Rosa (Pinturas para el templo)
El siguiente grupo que Hilma af Klint inicia dentro de la Serie Rosa se denomina Eros, como el dios griego del amor, asociado a la fertilidad y el deseo. En ella la artista introduce elementos que equilibran las fuerzas opuestas de lo masculino, representado por el color amarillo, y lo femenino, por el color azul.
Rara vez expuso en vida sus obras más innovadoras y habrá de transcurrir casi un siglo para que su trabajo reciba el reconocimiento.
SALA 206
Grandes pinturas de figuras, Grupo III, Serie WU/Rosa (Pinturas para el templo)
Estas diez pinturas se realizan entre mayo y diciembre de 1907. En la primera de ellas una mujer se funde con el cisne: su torso está cubierto por plumas y de su figura emanan dos cabezas de cisne. Además de su relación con la mitología y leyendas antiguas, para Helena Blavatsky, fundadora de la teosofía, el cisne encarna la grandeza del espíritu.
En las primeras cuatro obras de esta serie lo masculino y lo femenino están separados: sin llegar a tocarse directamente, se conectan por elementos intermedios como la espiral, o una hilera de figuras humanas que aparece en el cuarto lienzo, creando una composición triangular con el hombre en amarillo a la izquierda y la mujer con un sutil manto azul a la derecha.
Tras la quinta obra, sin figuración alguna, lo masculino y lo femenino se funden, volviendo una y otra vez a la idea teosófica de la vida como búsqueda para unir las fuerzas opuestas que eran uno al principio de la creación.
SALA 207
La estrella de siete puntas, Grupo V, Serie WUS/La estrella de siete puntas (Pinturas para el templo)
En el primer conjunto de La estrella de las siete puntas, llamada así en referencia al símbolo utilizado en muchas tradiciones religiosas y ocultistas, poco a poco va aumentando el tamaño de las pinturas de Hilma af Klint. La artista deja anotado que los guías espirituales le ordenan pintar tres grupos de siete cuadros, cada uno a intervalos de siete días.
El uso de la línea que hace en esta serie recuerda al de sus dibujos automáticos, aunque es más controlado, y su obra empieza a adoptar algunas características que posteriormente se asociarán a la abstracción moderna, como el enfoque reduccionista del color y la composición y la falta de una profundidad pictórica implícita.
Evolución, Grupo V, Serie WUS/La estrella de siete puntas (Pinturas para el templo)
Mientras trabaja en sus Pinturas para el templo, Hilma af Klint no acostumbra a mostrarlas a personas ajenas a su círculo, pero sí invita a su estudio en Estocolmo a una de sus figuras más admiradas, Rudolph Steiner, líder de la Sociedad Teosófica alemana, para que vea su trabajo.
Hilma af Klint sigue trabajando de forma continua en las Pinturas para el templo, y entre febrero y abril de 1908 tarda tres días en terminar cada uno de los lienzos.
Estas obras incluyen referencias a las teorías de la evolución que, medio siglo después de la publicación en 1859 de El origen de las especies de Charles Darwin, siguen siendo discutidas en la época.
Estas no constituyen la fuente principal del tratamiento del tema por parte de Hilma af Klint, cuya aproximación está más en consonancia con las ideas de Steiner y de la teosofía, para quienes la evolución es un proceso espiritual por el cual el alma evoluciona y se aproxima a lo divino.
SALA 209
Los diez mayores, Grupo IV (Pinturas para el templo)
En septiembre de 1907 Hilma af Klint siente una revelación que le invita a crear “diez cuadros de belleza paradisíaca” que den al mundo una visión de las cuatro etapas de la vida del ser humano: infancia, juventud, madurez y ancianidad. Al mes siguiente, comienza a trabajar en Los diez mayores.
Probablemente realizadas en el suelo, al menos en parte, por su tamaño monumental, inusual para la época, estas obras son ejecutadas de forma vertiginosa, siguiendo las indicaciones de los guías espirituales. Pintadas con la técnica del temple utilizada en el Renacimiento, remiten a los altares de las iglesias florentinas, que la artista sueca había admirado unos años antes. Al igual que ocurría en el Renacimiento, el arte de Hilma af Klint sirve para inspirar la reflexión espiritual.
FICHA
Hilma af Klint
Fecha: 18 de octubre, 2024 al 2 de febrero, 2025
Lugar: Fundación MAPFRE (Paseo de Recoletos, 23. Madrid)
Comisarias: Tracey R. Bashkoff, directora senior de Colecciones y Curator Senior, Solomon R. Guggenheim Museum, y Lucía Agirre, Curator, Museo Guggenheim Bilbao
Patrocina: Iberdrola
Con la colaboración de la Fundación Hilma af Klint
SALA 208
El cisne, Grupo IX, Serie SUW (Pinturas para el templo)
En 1908 Hilma af Klint se toma un descanso de cuatro años en la creación de las Pinturas para el templo. Cuando retoma su trabajo en 1912, la artista considera que los espíritus siguen guiándola, aunque no del mismo modo: ahora ella tiene una mayor decisión en la elección de los colores y la composición.
En estos lienzos de 1915 los cisnes se convierten en formas cada vez más abstractas y geométricas. Inicialmente los pinta en blanco y negro, con ligeros toques de amarillo y azul, transmitiendo las dualidades de la luz y la oscuridad, la vida y la muerte, o lo masculino y lo femenino.
A medida que avanza la serie, el animal va transformándose en composiciones geométricas para retomar la figuración en la última obra de la serie, en la que los cisnes se entrelazan y se ven acompañados de formas geométricas cargadas de simbología, como el hipercubo.
Hilma af Klint emplea un lenguaje innovador lleno de figuras geométricas, formas orgánicas, signos y símbolos extraídos de multitud de fuentes.
Dedica casi una década a sus Pinturas para el templo, que representan un empeño radical por encontrar expresión visual a una realidad espiritual
SALA 204
El árbol del conocimiento, Serie W (Pinturas para el templo)
Entre 1913 y 1915, Hilma af Klint pinta El árbol del conocimiento, relacionado con la historia bíblica del principio del mundo; en estas obras mezcla la imaginería cristiana con sus creencias de tipo místico y teosófico. Con curvas adornadas, colores apagados y motivos extraídos de la naturaleza, combina diagramas científicos con elementos decorativos inspirados en el Art Nouveau, muy popular en la época.
La silueta de un árbol atraviesa el centro de dos esferas: la inferior representa lo terrenal y la superior, más orgánica, lo divino. El cáliz, recipiente sagrado, se presenta en diversos tamaños, colores y composiciones, irradiando energía como punto de encuentro entre los opuestos.
SALA 203
La paloma, Grupo IX, Serie SUW (Pinturas para el templo)
En 1915 Hilma af Klint inicia el grupo de obras titulado La paloma, un ave que para el cristianismo es símbolo del Espíritu Santo y mensajera de lo divino. Las formas abstractas y un simbolismo figurativo y cromático se van haciendo presentes en los lienzos, y aparece también el combate místico de san Jorge y el Dragón, una batalla entre el bien y el mal. Según escribe en sus notas, san Jorge es uno de los alter ego de la artista, y vencer al dragón simboliza vencer a la oscuridad.
Retablos, Grupo X y La castidad humana, Cuadro final (Pinturas para el templo)
Terminados en 1915, estos tres retablos constituyen el grupo final y compendio de sus Pinturas para el templo. Hilma af Klint esboza en un cuaderno su visión de cómo debería ser el templo: un edificio casi redondo de tres niveles conectados por una escalera de caracol. Una torre de cuatro pisos con una sala de altar en la parte superior albergaría estas pinturas.
Los retablos parecen relacionarse con la versión teosófica de la teoría evolutiva, según la cual la evolución se produce en dos direcciones, elevándose de lo físico a lo espiritual y descendiendo de lo divino a lo material. En ellos se observa la culminación de las formas, colores y motivos de todo su proyecto para el templo. La importancia que estos cuadros tienen para la artista se ve acentuada por el uso que hace de la lámina de metal, que confiere una cualidad luminosa y a menudo utilizada en el arte religioso tradicional. Aun siendo el punto final al trabajo más importante de su vida, Hilma af Klint realiza una última obra, un pequeño lienzo denominado La castidad humana.
SALA 202
Serie Perceval y Serie del átomo
Tras completar las Pinturas para el templo, en 1916 Hilma af Klint comienza su Serie Perceval, cuyo título remite al caballero de la mesa redonda que busca el Santo Grial en la leyenda artúrica. En estas pinturas, que realiza en su casa del lago a lo largo de diez semanas, la artista continúa buscando el significado de los mensajes recibidos del mundo de los espíritus.
En 1917 construye un estudio en los terrenos de su villa y este mismo año produce la serie en torno al átomo. Los teósofos sostienen que el átomo puede verse a través de la clarividencia y para Hilma af Klint, que siente fascinación por el mundo natural, los átomos son una puerta al cosmos. En sus anotaciones la artista indica que el átomo atraviesa un proceso de desarrollo hacia la unidad comparable al camino espiritual en el que ella cree.
Series geométricas y Acuarelas Entre 1917 y 1920 la obra de Hilma af Klint se encuentra en un período de transición, coincidiendo con un mayor acercamiento a las teorías de la antroposofía, y con la muerte en 1920 de su madre, de quien la artista se había ocupado.
Ese mismo año Hilma af Klint solicita su admisión en la sede de la antroposofía y comienza una nueva etapa. En sus obras geométricas las pinturas van adquiriendo color, círculos y cruces orbitan y se encuentran con formas geométricas más grandes: la artista continúa con su intento de descifrar las relaciones entre las fuerzas espirituales y retratar lo invisible.
En 1922, influenciada por Steiner, que cree que la observación atenta del mundo natural permite experimentar lo espiritual, Hilma af Klint cambia su forma de afrontar el arte y empieza a pintar Sobre la contemplación de flores y árboles, un conjunto de acuarelas de formas botánicas que pretenden retratar las fuerzas espirituales de la naturaleza. En estas obras la artista prepara el papel con una esponja húmeda para aplicar la pintura, que corre libremente dejando que los colores creen el tema.