Joaquín Salvador Lavado, conocido como Quino, le dijo adiós a Mafalda. El artista gráfico argentino falleció este miércoles a los 88 años de edad. El «padre» de la niña argentina que protagonizó sus tiras cómicas se encontraba en Mendoza, Argentina. Desde el año 2017 estaba bajo el cuidado de sus familiares y amigos cercanos, tras la muerte de su esposa, Alicia Colombo.
Los padres españoles de Joaquín Salvador llegaron a Mendoza, Argentina, en los años treinta, después de abandonar Málaga. Allí nació el 17 de julio de 1932. Desde ese día fue nombrado Quino para distinguirlo de su tío Joaquín Tejón, diseñador gráfico y pintor.
La entrañable Mafalda es quizás la primera imagen que llegará a la mente de quienes recuerden a este reconocido humorista gráfico. La mirada inteligente de la pequeña y sus ideas contestatarias la llevaron a convertirse en un símbolo en la Argentina de los años sesenta y su fama se expandió incontables países.
El dibujo para Quino
Desde niño siempre supo que quería dibujar. Quizás lo descubrió cuando su tío Joaquín, para entretenerlo a él a sus hermanos, empezó a hacerles dibujos. A los 13 años de edad cursó estudios en la Escuela de Bellas Artes, pero a los 18 se trasladó a Buenos Aires “cansado de dibujar ánforas y yesos”.
Fue en el año 1962 cuando nació Mafalda. Quino la creó gracias un pedido publicitario que consistía en la elaboración de tiras cómicas que mostraran la vida de una familia que usaba los electrodomésticos de marca Mansfield. Fue de esa secuencia fonética que el artista extrajo el nombre Mafalda. En ese momento no tuvo éxito, pues los periódicos rechazaron la publicidad que, alegaron, podría confundirse con los contenidos propios. Los personajes de Quino tuvieron que esperar.
Pero en el año 1964 las ideas de Quino se sacudieron el polvo y surgió Mafalda, la tira de más éxito en la historia de la lengua española en el periódico Primera Plana, que posteriormente se replicaría en diarios de todo el mundo. Tiempo después los libros que recogieron aquellas escenas y ocurrentes de Quino vendieron millones de ejemplares en todo el mundo. Las ideas del artista argentino viajaron y llegaron a Francia, Japón, China. Las ocurrencias del dibujante de Mendoza las tradujeron a más de 30 idiomas y les dieron vuelta al mundo entero.
Pero después de 1.928 tiras y 9 años, Quino decidió que ya no dibujaría más a Mafalda, la niña que parecía cuestionarlo todo y que odiaba la sopa. Fue entonces cuando inició un proyecto de dibujos minuiciosos y que mostraban también la mirada inteligente de quien era pisoteado por el opresor. Una serie de tiras que publicó El País Semanal durante los años noventa.
“A veces pienso en que debería dejar de dibujar por un tiempo, para no vivir la angustia o el miedo a repetirme. Pero cuando pienso que voy a abrir el periódico y no van a estar mis dibujos, me da más angustia y sigo dibujando”, explicó Quino en una entrevista para Página/12 en el año 2004, cuando le preguntaron por qué seguía dibujando y de qué trataban sus tiras.
Su intención al dibujar era esbozar la relación entre los débiles y los poderosos. Confesó que eso siempre lo había obsesionado, sobe todo esa sensación de impotencia que tenían los pobres frente a los ricos, los mandados frente a los amos.
Pero el paso del tiempo y la llegada de las enfermedades aplacaron su angustia por no poder dibujar. Problemas de la visión por un glaucoma que le diagnosticaron y múltiples operaciones quirúrgicas entumecieron aquella práctica que durante tantos años le hizo merecedor de gratos reconocimientos.
El gobierno francés le concedió la Orden Oficial de la Legión de Honor, una de las honras más importantes que le otorgó a un extranjero. En 2014 también recibió el Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades en España. Ese mismo año inauguró la 40º Feria Internacional del Libro de Buenos Aires.
Ya para el año 2019 había perdido la vista casi por completo y su salud había desmejorado considerablemente.
Quino y su esposa Alicia nunca quisieron tener hijos. “Es una mala porquería traer a alguien aquí sin haberle preguntado”, declaró para El País, en 1990, después más de tres décadas de matrimonio.
Para Mafalda no hubo nuevas aventuras aparte de todas las que vivió durante el tiempo que los lectores disfrutaban de sus ocurrencias en Primera Plana. Vivencias que cuantiosos libros trasladaron a numerosos rincones del mundo. Ahora también vive en llaveros, libretas, camisetas, insignias y cientos de objetos donde reproducen su imagen. Una imagen que quizás se vuelva más popular que nunca.
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