POR CAMBIO16
19/10/2017
.
El régimen de Nicolás Maduro en Venezuela parece cada vez superarse a sí mismo. Siendo los responsables de una crisis que llevó a la debacle al que era uno de las economías más ricas de América Latina, con la peor tasa de inflación del mundo, un aparato productivo destruido y una crisis alimentaria y sanitaria de enormes proporciones, aún logran aferrarse al poder y mover a su militancia en pro de sus objetivos. Sean legítimos o coercitivos sus métodos, a la fuerza o mediante artificios, lo cierto es aún logran agilizar una maquinaria para sus objetivos impunes.
Con el panorama arriba descrito, entonces ¿por qué la oposición democrática del país no ha podido convertir definitivamente el ruinoso estado de las cosas en un capital político sólido y salir de los responsables de semejante crisis?
No puede decirse que no han logrado importantes objetivos. Integrados en una coalición de alrededor de 20 partidos centro izquierda, centro y derecha -la Mesa de Unidad Democrática (MUD)- y con todas las divergencias que un cónclave de este tipo pueda tener, lograron capitalizar en un momento el creciente descontento popular con impresionantes protestas callejeras y obtener el reconocimiento y el respaldo internacional.
Su victoria en 2016 que hizo que obtuvieran la mayoría casi absoluta de los escaños un Parlamento nacional controlado por más de dos períodos legislativos por el Gobierno es la mayor prueba de que, con un propósito unitario claro y coherencia en su composición, pueden lograr cosas importantes. Necesarias, en el contexto actual venezolano. Incluso, con inhabilitaciones políticas, criminalización de la disidencia y otros artificios utilizados por el Gobierno, han logrado llevar el mensaje y mantener a los ávidos de un cambio en el país afines a sus actividades.
Pero esta afinidad no es solidaridad automática. El pueblo venezolano ha aprendido y exige que una fuerza de relevo del chavismo exhiba dos elementos fundamentales: el primero, claridad sobre qué políticas o innovaciones van a defender para salir del régimen y luego para la conducción del país y, dos, coherencia en su discurso y acción. Dos elementos que, si muestran flaqueza, pueden derribar todo logro anteriormente alcanzado. Y prueba de ello fue lo que pasó el pasado domingo 15 de octubre en las elecciones regionales, y el día después.
Las grietas opositoras
Tras el casi increíble resultado de estos comicios -la coalición opositora Mesa de la Unidad Democrática (MUD), que figuraba favorita en todos los sondeos, digería al final de la jornada los resultados que dieron al régimen 17 de 23 gobernaciones en liza-, la oposición comenzó a mostrar sus profundas divisiones y, pese a que desconoció los resultados que dan victorioso al oficialismo, algunos de sus dirigentes comenzaron a reconocer la derrota y a hacer autocrítica.
Uno de los principales dirigentes de la MUD, Henry Ramos Allup, a cuyo partido, Acción Democrática, pertenecen cuatro de los cinco gobernadores electos por la coalición opositora, admitió que en los comicios «afectó terriblemente la abstención» e incluso, se atrevió a adelantar que el resultado conllevaba a pensar si la coalición debía participar en las venideras convocatorias electorales.
Y mientras partidos como Primero Justicia, del presidente del Parlamento Julio Borges, y Voluntad Popular, del líder opositor y preso de conciencia Leopoldo López y coordinado por el vicepresidente del Parlamento, Freddy Guevara, denunciaban el fraude en el proceso, el gobernador saliente del estado de Lara, Henri Falcón, quien también lidera de uno de los partidos de la MUD -Avanzada Progresista- reconoció que perdió en su disputa por la reelección: «Nosotros perdimos, así de sencillo, y eso hay que aceptarlo porque también hay que tener gallardía».
Tales muestras de falta de unidad en el discurso son percibidas por la población como una gran deficiencia que dinamita de facto el mayor capital de la oposición, la unidad con un sólo propósito.
Entretanto, sobre las estrategias claras, parte de sus seguidores pasaron a la MUD la factura por aceptar participar en unos comicios con un árbitro electoral cuestionado. Sobre ésto, la líder opositora María Corina Machado advirtió sólidamente desde el principio sobre ésto y prácticamente fue obviada. Los líderes de otros partidos defendían que si habían logrado ganar el Parlamento en 2016 con ese árbitro, podían hacerlo de nuevo. Pero las condiciones no eran las mismas, y participar en un proceso electoral donde uno de los partidos es el que pone las reglas es a todas luces convalidar un posible fraude.
Similar postura a la de Machado tuvo el veterano dirigente Antonio Ledezma, también encarcelado, quien a través de un comunicado señaló que «la Unidad -refiriéndose a la oposición- está mal conducida».
Mitzy. Nuestra fortaleza es una verdadera y trasparente Unidad…Aqui el mensaje de Antonio. #FraudeMatoTuVoto pic.twitter.com/qStqOGgF6v
— Antonio Ledezma (@alcaldeledezma) October 17, 2017
Y otros tantos decidieron no participar decepcionados por no lograr sacar a Maduro del poder después de cuatro meses de protestas que dejaron 125 muertos entre abril y julio y después haber hecho intentos de diálogo con el Gobierno.
Los deberes de la oposición
Pasada ya la «resaca electoral», la oposición ha concentrado esta semana sus esfuerzos en argumentar que su derrota fue el producto de un sistemático fraude por parte del gobierno. Pero paralelamente, la coalición tiene varios deberes:
El primero es responder a sus simpatizantes qué van a hacer frente al gobierno de Maduro. Duplicar las protestas callejeras podría provocar más violencia. Un boicot electoral sería un regalo para el gobierno, como lo aprendieron en las elecciones parlamentarias del 2005, cuando los acólitos del entonces presidente Hugo Chávez tomaron el control del Congreso ante la ausencia de la oposición. Sin embargo, al regresar a las urnas, los opositores del régimen se arriesgan a convertirse en idiotas útiles de Maduro. Cualquiera sea la estrategia, será difícil vender la participación. Y eso requiere claridad.
Y el segundo, y no menos importante, es «buscar en el alma» opositora, escuchar a todas las voces despojándose de los intereses particulares y rescatar la unidad que los llevó a ganar elecciones y que movilizó a la gente en protesta, esta vez para la articulación de un propósito unitario, sólido y coherente. Ya lo dijimos arriba: el pueblo ha aprendido y las solidaridades no son automáticas.
La reflexión y la reinvención son necesarias, si la oposición desea permanecer. Lo contrario es entregar el país, y eso tampoco se lo van a perdonar.