Por Andrés Tovar
15/06/2018
Las masacres en Nicaragua son sin duda el testimonio de un estado fallido. En el centro de la tormenta está el corrupto gobierno minoritario de Daniel Ortega, el ex líder revolucionario que ahora actúa más como un jefe de cartel que como un presidente. Una actitud que ha desencadenado una insurrección civil en toda regla, protagonizada por jóvenes y con bajas masivas.
Aunque ha recibido mucha menos atención, las masacres en Nicaragua siguen el guión de Venezuela. Un dictador electo se aferra al poder a través de la represión y pagando con la destrucción económica. Y al igual que en Venezuela, restaurar la paz y la democracia es una tarea para la cual los nacionales no carecen de voluntad, pero sí de herramientas.
Unas 300 personas han sido asesinadas en un país de 6,2 millones según grupos de derechos humanos. Las últimas víctimas tuvieron lugar este fin de semana en un asalto aterrador que comenzó en la noche del viernes (13 de julio, hora local) y culmino el sábado (14 de julio).
Al menos dos muertos y dos heridos dejó el ataque. Pero las imágenes de terror difundidas por medios nacionales e internacionales muestran el nivel de violencia y lucha desigual que se vive desde abril en las principales ciudades del país centroamericano.
Las escenas corresponden al último ataque de las milicias progobierno a jóvenes atrincherados en la casa cural de la parroquia Divina Misericordia de Managua, junto a una decena de estudiantes, tres periodistas, médicos y sacerdotes. «¡Esta masacre debe detenerse!» tuiteaba Silvio José Báez, el obispo auxiliar de Managua, al amanecer del sábado luego de que un estudiante recibiera un disparo en la cabeza y muriera en el lugar.
Murió hace unos minutos un joven herido de bala esta madrugada que se resguardaba en la Parroquia Divina Misericordia. ¡Hay que sacar a toda la gente! ¡Hay que parar esta masacre! @Almagro_OEA2015 @PauloAbrao @totonia68 @OACNUDH @AmbCTrujillo https://t.co/RzXP7hX3h0
— Silvio José Báez (@silviojbaez) July 14, 2018
La «revolución» de las masacres en Nicaragua
Desde que comenzaron las masacres en Nicaragua, organizaciones como la CIDH, la Iglesia católica y la OEA han estado mediando entre opositores y gobierno para consolidar vías pacíficas para resolver la crisis. Pero, tras las escenas de este fin de semana, se han levantado en contundentes llamados a detener los asesinatos y la actitud represiva del gobierno. A ellos se han unido el concierto internacionales, encabezado por países como EEUU y México, cercanos a la nación centroamericana.
#MESENI de la @CIDH y @OACNUDH seguirán ahora a la Iglesia Divina Misericordia donde están refugiadxs estudiantes, periodistas y heridos de los ataques que empezaron ayer en la #UNAN. Acompañamos la Com. de Verificación y Seguridad de la @de_mediacion y Cardenal de @CENicaragua. pic.twitter.com/t4xKc7xAio
— Paulo Abrāo (@PauloAbrao) July 14, 2018
Completamente de acuerdo que la barbarie debe ser detenida #Nicaragua https://t.co/FTYHmNw20c
— Luis Almagro (@Almagro_OEA2015) July 14, 2018
These are the bullets these Ortega paramilitary criminal gangs are using & this is the consequence. An unarmed student shot in the head overnight, taken into church by fellow students who could not ambulances in to rescue him, & he died this morning. 4/4 pic.twitter.com/0PS0E0pBgU
— Marco Rubio (@marcorubio) July 14, 2018
Ataques de Ortega al pueblo de Nicaragua deben terminar ya. Cada acto de violencia e intimidación socavan su legitimidad. EE.UU. seguirá tomando acciones contra responsables. Elecciones libres, justas y transparentes el mejor camino para retornar a democracia y derechos humanos. https://t.co/NPrZxtCwwp
— USA en Español (@USAenEspanol) July 16, 2018
Lo irónico de esta situación es que la represión y las masacres en Nicaragua son dirigidas por un gobierno encabezado por un líder de la revolución sandinista que en 1979 derrocó a la cruel dictadura de Anastasio Somoza. Muchos de sus oponentes de hoy eran su ex compañeros. Y Ortega hoy está simulando la represión de Somoza.
Reposo y arremetida
Ortega y su esposa, Rosario Murillo, que gobiernan como fórmula -presidente y vicepresidenta-, parecían haber encontrado una fórmula exitosa. Estaban aliados con el sector privado y la iglesia católica. Y evitaron las peleas con los Estados Unidos mientras usaban la ayuda venezolana para proyectos sociales que mantenían en reposo a los nicaragüenses más pobres. Pero luego Venezuela cortó su ayuda, y los problemas fiscales del gobierno se vieron exacerbados por la corrupción.
Al crecer las protestas, Ortega realizó un retiro táctico. Acordó conversaciones negociadas por la iglesia e invitó a la CIDH y a la OEA a investigar la violencia. En esas conversaciones, la iglesia, la sociedad civil de oposición y el empresariado propusieron un plan para adelantar las próximas elecciones presidenciales en el país, previstas para 2021, a marzo del próximo año.
Tal propuesta no le gustó a Ortega. Por ende, decidió ser él la ofensiva. Sus funcionarios afirman, en un eco adicional de Venezuela, que es víctima de un intento de «golpe de estado» contra la constitución (que él mismo ha pervertido). Insisten, contra la evidencia, en que la violencia proviene de ambos lados y dicen que el gobierno no negociará mientras que las protestas permanezcan. Mientras que, en la punta del poder, Ortega dice que se mantendrá «hasta el 2021».
La hora decisiva
Así, las masacres en Nicaragua no sólo están cobrando vidas humanas. Sino también lo que a todas luces vaticina ser una debacle económica similar a la venezolana. Desde el comienzo de las protestas, el empresariado del país calcula unas pérdidas de unos $ 600 millones. Más que lo que el gobierno venezolano le asignaba anualmente a Daniel Ortega y a su esposa. Unos fondos que le permitieron a la pareja presidencial subirse a las filas de las más adineradas familias del país.
Comercios cerrados, tránsito paralizado y servicios colapsados forman parte de ese escenario de debacle económica, que amenaza con incrementarse. Hay algunos contrastes con Venezuela. Ortega no tiene petróleo y su economía es más vulnerable (se reducirá un 6% este año, según el pronóstico de los empresarios). El país puede ser más susceptible a la presión internacional y a sus sanciones. Y el ejército nicaraguense, aunque al mando directo de Ortega, es más independiente que el venezolano y no está colonizado por los cubanos.
En consecuencia, las próximas semanas serán cruciales. En Venezuela, el régimen no tiene en cuenta el costo humano y económico de la obstinada actitud de Nicolás Maduro y sus secuaces. Los nicaragüenses, sobretodo sus jóvenes, aspiran a que en su país sea diferente.