Por Andrés Tovar
28/10/2017
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Casi un mes después del referéndum ilegal, comienza una nueva batalla. Después de que los secesionistas vacilaran sobre sus verdaderas intenciones en una suerte de «allí viene el coco», el «coco» llegó y declaró unilateralmente la independencia.
Y mientras sus partidarios vitoreaban en las calles, la respuesta de Madrid fue rápida. El Senado le dio a Mariano Rajoy el poder de intervenir en Cataluña bajo el amparo del artículo 155, con lo que el Gobierno puede tomar el control de la administración de la región, cesar a sus líderes y convocar a nuevas elecciones, como ya fue anunciado.
Tuvo Carles Puigdemont la posibilidad de convocar unas elecciones anticipadas en lugar de declarar la independencia, lo que podría haber suavizado la respuesta del Gobierno. Pero el espectáculo que protagonizó el viernes denota que tuvo y tiene más miedo al monstruo que ha creado que a la cárcel y a su propia muerte política, lamentablemente ya asegurada. Después de filtrar una convocatoria de elecciones anticipadas -que hasta fecha le habían puesto, 20 de diciembre-, el president, preso de Junqueras y la CUP y sin comparecer ante nadie, prefirió empujar a Cataluña al vacío y poner a los 135 miembros del parlament a votar.
La moción para declarar la independencia fue respaldada 70-10, con la mayoría de la oposición boicoteando el voto -53 abstenciones, lo que muestra la fuerte división dentro de la cámara regional- y allanó el camino para que Madrid desplegara la «opción nuclear«. Trascendió que la Fiscalía General del Estado ya prepara la querella contra Puigdemont, todo el Govern y la mesa del Parlament, para los que pedirá prisión inmediata.
Ya el Gobierno anunció sus primeras medidas: destitución de Puigdemont, cese de todo el Govern, disolución del Parlament y convocatoria a elecciones el 21-D. -el «estado represor» hizo lo que Puigdemont no pudo hacer, convocar elecciones. Cosas veredes, Sancho-.
En la práctica, el Artículo 155 nunca se ha usado antes y no se sabe qué desencadenará. El choque está aquí, y no será leve. Es probable que las tensiones aumenten significativamente en los próximos días, especialmente a medida que los grupos secesionistas se movilicen para detener la implementación del Artículo 155.
Las consecuencias no serán buenas
Lo cierto es que amanecemos con todo en un estado de completo limbo.
El gobierno ha disuelto el parlamento regional, lo que vaticina que cualquiera que instale Madrid probablemente será protestado por aquellos que quieran separarse y no habrá líderes locales reconocidos en Madrid. Eso sin contar el no reconocimiento internacional, que cual goteo imparable ha hecho un mar de rechazos en las últimas horas.
https://youtu.be/N2Hjk4nRxIM
La incertidumbre política también podría causar un daño grave a las economías catalana y española.
Cuando la crisis catalana comenzó a principios de este mes, las empresas comenzaron a alejarse de la región. Sabadell anunció que trasladaría su sede de Barcelona a Alicante para proteger a sus accionistas del caos que allí existe. Y CaixaBank se reunía horas después para discutir el cambio de su sede. Y así, una decena de empresas siguieron esos pasos.
El punto es que ya estamos viendo consecuencias reales y dolorosas del voto independentista catalán, y cuanto más dure esta pelea, más grave será la consecuencia.
«Si realmente nos dirigimos a una declaración unilateral de independencia», dijo a la prensa José Luis Bonet, presidente de la Cámara de Comercio a principios de octubre, «habrá una salida importante de las empresas de Cataluña, que causará graves daños a Cataluña».
Ahora los temores de Bonet se han convertido en realidad.