Por Cristina del Valle
Existe una más que clara contradicción en las actuales democracias modernas. A medida que parece que supuestamente se consolidan, la ciudadanía deja de una manera importante de ejercer su derecho al voto. Pero más que cuestionar las propias democracias, mi reflexión quiero dirigirla en concreto hoy al ejercicio del derecho al voto. Nos olvidamos de valorar que algo que parece tan natural y lógico fue una conquista relativamente reciente por la que pagaron un alto precio muchas mujeres en todo el mundo. Y puntualizando, tendría que añadir que todavía en algunos países las mujeres no tienen ese derecho.
En estos días tan cercanos a las elecciones municipales y autonómicas del día 24 de mayo no puedo olvidarme de Clara Campoamor, responsable del derecho al voto de las mujeres en España, quien declaró en el Congreso de los Diputados el 1 de octubre de 1931: “Tenéis el derecho que os ha dado la ley, la ley que hicisteis vosotros, pero no tenéis el Derecho Natural, el Derecho fundamental que se basa en el respeto de todo ser humano, y lo que hacéis es detentar un poder; dejad que la mujer se manifieste y veréis como ese poder no podéis seguir detentándolo….”. Y no puedo olvidarme tampoco de otras muchas mujeres que lucharon y se enfrentaron a sus entornos, a sus culturas, a sus partidos, a sus familias y a todo un sistema pagando el precio de la soledad, la invisibilidad y hasta la muerte, para que hoy muchas tengamos voz y voto. Quiero apuntar algunos datos de varios de los países europeos y de cuando las mujeres pudieron votar por primera vez.
Por ejemplo, en Finlandia las mujeres conquistaron el derecho al voto en 1906, en Dinamarca en 1915, en Austria en 1918, en Alemania en 1919 (aunque fue revocado durante la Alemania nazi), en Luxemburgo en 1919, en Polonia también en 1919, en Suecia en 1921, en Irlanda y Lituania en 1922, en Rumanía en 1923, en Reino Unido en 1928, en España en 1931 (aunque fue revocado durante la dictadura de Franco), en Francia en 1944, en Italia en 1945, en Bélgica en 1948, en Grecia en 1952 (aunque en 1930 se conquistó el voto femenino en las elecciones locales, pero solamente podían votar las mujeres que supieran leer y escribir) y en Portugal no fue hasta el 1976 cuando las mujeres obtuvieron este derecho.
En la actualidad, las mujeres somos más del 52% de la población del mundo y nuestros votos pueden cambiar claramente cualquier sistema político y cualquier sociedad. Hoy más que nunca necesitamos un cambio radical de estructuras políticas y de valores y el voto de las mujeres puede ser fundamental y decisivo para ello.
Tenemos que volver este país del revés y sacudir del mismo la corrupción, la desigualdad, la violencia y la injusticia. Por eso, desde el Fórum de Política Feminista y apoyado por decenas de organizaciones de mujeres se ha elaborado un manifiesto donde se afirma que “el 24 de mayo, además de elegir más de 64.000 cargos (que deben ser paritarios de mujeres y hombres) de 8.111 ayuntamientos, siete cabildos, tres consejos insulares y tres diputaciones forales, y a 866 diputadas y diputados de 13 comunidades autónomas, elegimos cambiar o seguir con un modelo de desempleo para 5,4 millones de personas, el 48% mujeres (desde 2011 se han destruido 980.500 empleos, el 39% de mujeres, de ellos 381.000 públicos, el 57% de mujeres), de venta de bienes públicos, de recorte de la educación infantil y la atención a las personas en situación de dependencia, de aumento de la desigualdad y la pobreza, de desahucios e infraviviendas, de violencia de género.
Las comunidades autónomas gestionan el 34% del gasto público en España, en particular la sanidad, la educación y los servicios sociales, y los ayuntamientos tienen el 95% de los cargos de elección directa, gestionando hasta ahora el 13% del gasto público, pero perderán la competencia en servicios sociales, educación infantil, atención a mayores y a víctimas de violencia de género y políticas de igualdad (que representan el 0,005% del Presupuesto del Estado central, 0,09% de los autonómicos y 0,24% de los de los ayuntamientos) y, en fin, la posibilidad de responder a las necesidades y demandas de su ciudadanía, si no logramos derogar la Ley 27/2013 de reforma del Régimen Local.
Por eso, votar en estas elecciones tiene que ser, además de un derecho, un compromiso con todas las mujeres.
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