Ruanda es un nombre que aún genera pesadillas entre quienes sobrevivieron al genocidio de 1994. Pero para los gobiernos europeos Ruanda es “el modelo” a seguir por los países africanos. No es accidental que Paul Kagame, con sus 30 años en el poder, goce del favoritismo del viejo continente. Aunque pobre, es considerado estable y, muy importante, un lugar seguro para sus refugiados. Pero, tras la muerte de John Williams Ntwali, un acucioso periodista, en un misterioso accidente el mundo está descubriendo a qué costo.
El país africano ha experimentado una recuperación significativa después del genocidio de 1994. Más de 800.000 personas fueron asesinadas en solo 100 días. Aunque el país enfrentó desafíos importantes, como la depresión severa en un 35% de los sobrevivientes, la sociedad ruandesa ha logrado avanzar en un continente caracterizado por la inestabilidad política y la precariedad socioeconómica. No obstante, la pobreza y la falta de educación son apenas algunos de los desafíos que aún le quedan por superar.
Presidente Kagame
Kagame uno de los fundadores del Frente Patriótico Ruandés. Llegó a la presidencia después de la muerte del Juvenal Habyarimana. Asesinado en un ataque a su avión en 1994. Kagame, que era un líder militar tutsi, se convirtió en el jefe del Estado Mayor del Frente Patriótico Ruandés y lideró la lucha contra el régimen hutu que había llevado a cabo el genocidio.
Ha sido reelecto varias veces. En 2017 con el 98% de los votos. Mediante cambios a los límites de reelección logró extender su mandato. En 2015, un referendo eliminó el límite de dos períodos presidenciales. Lo que permite a Kagame buscar su reelección indefinidamente. Se ha mantenido mediante una combinación de control político y represión de la oposición. A su partido, el Frente Patriótico Ruandés, se le acusa de vedar y reprimir a cualquier grupo opositor que pueda significar un reto grave al liderazgo de Kagame.
Las ONG critican su régimen por violaciones de derechos humanos y represión de la oposición. No obstante, Kagame mantiene una positiva imagen internacional del país, especialmente entre los líderes europeos. Que le atribuyen la promoción del crecimiento económico y la estabilidad política en Ruanda.
Forbiden Stories
En las sombras de un Ruanda proyectado como baluarte de progreso y seguridad, se cierne una realidad más siniestra. La muerte del periodista John Williams Ntwali, en un enigmático accidente vehicular el 18 de enero de 2023. Lo que ha destapado una serie de fallecimientos sospechosos que apuntan a una práctica sistemática de silenciamiento y represión. El proyecto “Rwanda Classified”, liderado por Forbidden Stories, ha reunido a 50 periodistas de 11 naciones para continuar la labor de Ntwali y exponer las tácticas transnacionales de coerción del gobierno de Paul Kagame.
Este colectivo periodístico internacional ha puesto en tela de juicio la imagen de Ruanda como un “socio ideal para el desarrollo”, una visión favorecida por ciertos sectores de la comunidad internacional. La investigación busca desentrañar la maquinaria de opresión que opera tanto dentro como fuera de sus fronteras, desafiando la narrativa de un país modelo promovida en el extranjero.
John Williams Ntwali
Ntwali, destacado periodista ruandés de 43 años era el editor de The Chronicles y fundador de Pax-TV-Ireme News en YouTube. Encontró su fin en un trágico incidente vial, al menos esa es la versión oficial de las autoridades ruandesas. Su vida, dedicada a desentrañar verdades ocultas, terminó abruptamente, pero dejó un rastro de dudas y de preguntas.
Era un narrador de historias prohibidas, sabía que cada investigación podría ser la última. Las amenazas de muerte no le fueron eran ajenas. Colegas, amigos exiliados y familiares lo sabían. Incluso él mismo había compartido su preocupación: “La RIB (Rwanda Investigations Bureau) me ha citado, pero no he ido”, confesaba en un mensaje de WhatsApp de 2019. En 2022, describía cómo un vehículo con la matrícula RAC955Z lo seguía incansablemente. Un presagio de lo que muchos temían.
En Kigali, el mero susurro de su nombre o la mención de su muerte congela las conversaciones. Ntwali, en una cruel ironía, había investigado accidentes de tráfico sospechosos. Entre ellas la muerte de Assinapol Rwigara en 2015, un antiguo financista del partido gobernante FPR. Su tenacidad le pagó con una detención de 13 días. Poco antes de su muerte, indagó otro accidente dudoso, convencido de que era una farsa y que las amenazas de inteligencia se materializarían: “Te vamos a atropellar cuando vayas en moto”.
El juicio por su accidente, celebrado el 31 de enero de 2023, dejó más preguntas sin responder. En marzo de ese año, 86 ONG, incluida Amnistía Internacional, exigieron una investigación independiente sobre su muerte. Ntwali, hasta sus últimos días, trabajó en historias que desafiaban la opacidad oficial. Su serie en YouTube, emitida hasta diciembre de 2022, desafió al partido RPF y su imagen de “buen socio para el desarrollo”.
Develadas por Ntwali
John Williams Ntwali se sumergió en historias que desafiaban la versión gubernamental de Ruanda. Una de ellas revelaba una urbanización financiada por 56 millones de dólares de inversión finlandesa, liderada por un empresario vinculado al partido gobernante. La construcción, erigida sobre las ruinas del barrio marginal de Kangondo en Kigali, desplazó a sus habitantes. Ntwali documentó esta realidad en veinte episodios en su canal de YouTube PAX TV, hasta diciembre de 2022, poco antes de su trágico final.
En una trama más oscura, Ntwali investigó la muerte anónima de soldados ruandeses en el este de la RDC, una región donde oficialmente no tenían presencia. Junto a Samuel Baker Byansi, ahora en exilio, recopilaron pruebas de una ruta logística que conectaba a Musanze con campos de entrenamiento de rebeldes del M23 y fuerzas ruandesas. Expertos sugieren que el M23 controla yacimientos minerales estratégicos en la RDC, beneficiando las arcas del Estado ruandés. A través de un flujo de minerales hacia Ruanda a cambio de apoyo militar. Bay View Group, una empresa minera estadounidense, estima que el 50% de los minerales y el 90% del coltán exportados desde Ruanda provienen de la RDC.
El gobierno ruandés niega cualquier apoyo al M23 o la adquisición de minerales de la RDC, pero las amenazas recibidas por Ntwali y Byansi tras su investigación dicen lo contrario. Un año después de la muerte de Ntwali, el periodista Joseph Coffi desapareció en circunstancias similares tras investigar el mismo tema.
La más prohibida de todas
Ntwali también indagó en la muerte del Dr. Fabien Twagiramungu, dueño de un bar y líder de una ONG ecologista. Tres días antes de su propia muerte, Ntwali expresó su convicción de que el accidente de Twagiramungu había sido un montaje y temía por su vida. The Rwandan publicó que tres hombres estaban implicados en el crimen, incluido un conocido militar. Dos de los tres hombres trabajaban para un brazo gubernamental: Ibuka «memorial del genocidio».
Aunque la misión oficial de Ibuka es intachable, en la práctica la organización funciona como un importante vehículo global de relaciones públicas del partido gobernante. Tal vez la historia que revelaba a un dirigente y a un miembro de Ibuka como homicidas era la más prohibida de todas. Apenas dos días tras un enigmático contacto telefónico, John Williams Ntwali desapareció. El tercer individuo, a punto de ser expuesto por Ntwali como cómplice en la trama, era un militar de renombre, de acuerdo con The Rwandan.
Dos Ruandas, el mismo genocidio
En tres décadas, Ruanda ha experimentado una transformación radical bajo el inflexible mandato de Paul Kagame. De las cenizas de un genocidio devastador, emergió como un modelo de estabilidad y desarrollo planificado en África. Pero, ¿cuál es el costo oculto de este progreso? Ruanda se ha convertido en un aliado clave para las misiones de la ONU en África. Pero también juega un papel controvertido en el conflicto del este de la República Democrática del Congo (RDC), apoyando un movimiento rebelde y dando soporte a un conflicto que genera muerte, desplazamiento masivo y la peor crisis humanitaria del continente.
La investigación de seis meses, desarrollado por Forbiden Storie por la muerte del periodista John Williams Ntwali, revela dos realidades contrastantes. Para los medios estatales y seguidores del Frente Patriótico Ruandés (FPR), Ruanda es un milagro de desarrollo. Un país que se ha levantado valientemente de un genocidio atroz hacia un futuro de unidad y prosperidad. La capital, Kigali, brilla con rascacielos y carreteras impecables, un ejército disciplinado y un parlamento con mayoría femenina.
Toda la economía del Estado la maneja el partido de Kagame
Existe otra narrativa, susurrada por aquellos que hablan de barrios arrasados, desalojos forzosos, y una élite enriquecida. Mientras el pueblo sufre hambre y vive en el miedo. Son historias de personas desesperadas por escapar, de voces silenciadas por la muerte, y de aquellos que cuelgan el teléfono abruptamente por temor a represalias.
La economía ruandesa está dominada por empresas estatales controladas por el “partido-estado” del FPR, que monopolizan desde la construcción, a las telecomunicaciones y productos de consumo básico, como los jugos. Mientras Kigali proyecta la imagen de un país en auge, fuera de la capital, la realidad es más sombría. Con zonas rurales donde aún se pasa hambre.
Organizaciones como Human Rights Watch han denunciado prácticas gubernamentales como la de detener a niños de la calle y vendedores ambulantes para preservar la imagen prístina de la capital. Según Nilgün Gökgür, ex economista del Banco Mundial, las empresas del “partido-estado” han obstaculizado el desarrollo del sector privado. Beneficiándose de contratos gubernamentales y un presupuesto estatal sustentado en gran parte por ayuda exterior.
Para mitigar la dependencia de la ayuda internacional, Ruanda ha buscado aumentar la inversión extranjera directa y expandirse a países donde ha participado en misiones de paz de la ONU. Ahora, estas empresas estatales operan en Mozambique y en proyectos mineros en la RDC y la República Centroafricana. Donde incluso venden jugo.
Sospechosos accidentes de tráfico
Según la investigación de Forbidden Stories, Ntwali había expresado su preocupación por la vigilancia constante y las amenazas de muerte que recibía, lo que ahora parece una premonición sombría de su destino. En las horas previas a su muerte, compartió sus temores con personas cercanas, mencionando que estaba siendo seguido y que el Servicio Nacional de Inteligencia y Seguridad de Ruanda (NISS) lo acechaba.
De acuerdo a la versión de la policía de Ruanda, Ntwali murió en un accidente de carretera en Kimihurura, Kigali, alrededor de las 2:50 a.m. del 18 de enero. Un colega de Ntwali, Charles*, cuestionó esta afirmación, señalando que los trabajadores de una gasolinera cercana no recordaban ningún accidente reciente en la zona. Esta discrepancia sugiere la posibilidad de que Ntwali fuera asesinado en otro lugar y que su muerte fuera escenificada como un accidente.
La noticia de su muerte no se anunció hasta el final del día 19 de enero, lo que plantea interrogantes sobre el retraso. Ntwali era una figura pública bien conocida tanto por el público en general como por la policía ruandesa. La falta de pruebas concretas, como grabaciones o imágenes del lugar del accidente, y un juicio cerrado al público, solo añaden capas de misterio. El conductor implicado fue condenado rápidamente por homicidio involuntario.
Versión oficial del «accidente» es contradictoria
Las declaraciones oficiales han sido contradictorias en cuanto al lugar y la hora del accidente. El juicio no proporcionó claridad, sino que generó más preguntas. Mientras que un portavoz de la policía de tráfico inicialmente indicó que Ntwali había muerto en un accidente de tráfico Kimihurura, Kigali. Sin embargo, la decisión escrita del tribunal menciona que el accidente ocurrió cerca de la Universidad de Lay Adventists de Kigali, en una carretera no identificada.
Además, el momento de la colisión ha variado en las declaraciones oficiales. La policía anunció que el accidente ocurrió a las 2:50 a.m. del 18 de enero, pero el veredicto del juicio afirma que el choque sucedió en realidad a las 3:20 a.m. Además, estas horas no coinciden con el último mensaje que Ntwali envió a su esposa, que fue a las 20:28 horas del 17 de enero.
No se proporcionaron detalles adicionales hasta el 7 de febrero cuando el tribunal informó a los periodistas que el juicio se había llevado a cabo en una sola sesión el 31 de enero. Y que el conductor había sido condenado por homicidio involuntario y lesiones corporales no intencionadas. El juicio se realizó sin la presencia de observadores independientes o periodistas.
Hasta en el exilio, la sombra criminal de Kagame persigue a la prensa
En 2024, Ruanda se encuentra en el puesto 144 de 180 en la Clasificación Mundial de la Libertad de Prensa de Reporteros sin Fronteras. La organización destaca la dura represión contra periodistas que utilizan plataformas en línea, especialmente YouTube, para difundir información crítica. En su libro “Malas noticias: Los últimos periodistas en una dictadura”, Anjan Sundaram, narra la difícil situación de la prensa en Ruanda, con casos de periodistas enfrentando exilio, detención y asesinato por criticar al gobierno.
En el mundo de los exiliados ruandeses, el miedo es una constante. Charles, un periodista que prefiere mantener en secreto su ubicación actual, vive recluido, evitando salir de casa. Su realidad es un eco de muchos que han huido de Ruanda, llevando consigo historias que el régimen de Kagame preferiría silenciar.
Jean Chrysostome Ntirugiribambe, ex capitán del ejército ruandés y más tarde investigador para el tribunal de la ONU en Tanzania, desapareció en Kenia en 2015, secuestrado por hombres armados. Su destino sigue siendo un misterio. Uniéndose al de otros como el ministro disidente Seth Sendashonga, asesinado en Nairobi en 1998.
La desaparición del bloguero Guillaume Rutembesa en 2020, tras revelar la opulencia de la familia presidencial ruandesa, resalta la peligrosa línea que cruzan aquellos que se atreven a criticar al poder. Rutembesa, quien vivía en Kenia, fue secuestrado poco después de publicar imágenes comprometedoras en Instagram.
Más de 50 desaparecidos, la violencia de Kagame no discrimina
David Himbara, ex asesor presidencial y ahora académico en Toronto, ha documentado más de 50 casos de refugiados desaparecidos en Kampala, Uganda, en los últimos años. La violencia no discrimina: desde periodistas hasta ex guardaespaldas presidenciales, como Joel Mutabazi, han sido víctimas de secuestros y posibles asesinatos.
La situación en Mozambique también es alarmante. Con la desaparición del periodista Cassien Ntamuhanga en 2021 y los asesinatos de Revocat Karemangingo y Seleman Masiya en 2022. Coinciden con la creciente influencia de Ruanda en el país. La preocupación se extiende a Uganda. Donde la renovada amistad entre las familias presidenciales de Ruanda y Uganda, marcada por la visita de Muhoozi Kainerugaba a Kigali, presagia un posible retorno de la represión.
La aparición de nombres de periodistas en una lista negra en Twitter, acusados de minimizar el genocidio o sembrar el caos, subraya el peligro que enfrentan. Según una investigación judicial belga, la cuenta está vinculada al embajador ruandés en Holanda, Olivier Nduhungirehe, quien no ha respondido a las preguntas sobre su implicación.
Ser periodista en Ruanda, candidato a la cárcel o algo peor
El clima de miedo y desconfianza entre los periodistas y opositores políticos en Ruanda se ha intensificado, con el país ocupando el puesto 144 de 180 en la Clasificación Mundial de la Libertad de Prensa de Reporteros sin Fronteras. Ntwali, en diciembre de 2021, resumió la realidad de ejercer el periodismo independiente en Ruanda: ser candidato a la cárcel, o algo peor. Las palabras de Ntwali, capturadas en video, resuenan con una advertencia sombría: “No sabemos lo que nos va a pasar, pero sí sabemos que un día algo nos pillará desprevenidos”.
La investigación de la muerte de Ntwali de Forbidden Stories, tras 6 meses de trabajo y material exclusivo, se enfrentó a la volatilidad de los informes oficiales y la ambigüedad de las investigaciones subsiguientes. El trabajo de 50 periodistas de 11 países y 16 medios logró poner de relieve la lucha del periodista ruandés contra la opresión y la persecución política. Su muerte y las circunstancias que la rodean son un testimonio de la lucha por la libertad de expresión en un país donde la censura y el exilio son herramientas del poder para silenciar las voces disidentes.
Con las elecciones presidenciales programadas para el 15 de julio, en las cuales se anticipa la reelección de Kagame para un cuarto mandato, “Rwanda Classified” se posiciona como un esfuerzo crucial para arrojar luz sobre las discrepancias entre la imagen pública de Ruanda y las tácticas autoritarias que se esconden detrás de su fachada de desarrollo. Es un llamado a la reflexión sobre la verdadera naturaleza de un régimen que, a tres décadas del genocidio de 1994, sigue generando interrogantes sobre su compromiso con la democracia y los derechos humanos.