Los propietarios del Miami Seaquarium nunca atendieron el llamado de activistas, grupos ciudadanos y medios de comunicación para que la orca Lolita fuera su liberada. Estuvo en cautiverio durante más de cincuenta años y el acuario recreativo más grande de Estados Unidos acaba de anunciar su fallecimiento.
La semana pasada, la orca empezó a mostrar signos graves de incomodidad. El equipo médico de Miami Seaquarium la atendió de inmediato y de manera agresiva, pero murió el viernes por la tarde. No se sabe a ciencia cierta mal sufría. Suponen que «una afección renal».
La mala salud de Lolita se sospechó cuando el Miami Seaquarium difundió el martes 15 de agosto a un breve texto en su cuenta de Twitter/X. «Desde febrero pasado, cuando anunciamos que Lolita regresaría al océano, se han logrado grandes hitos. Tendremos informes periódicos de Lolita, incluidas sus actividades, alimentación, salud y el trabajo de sus cuidadores. Gracias por compartir el sueño”. No detallan cuáles fueron «los grandes hitos logrados» ni mucho menos la fecha exacta de su liberación. Una triquiñuela para ocultar que la orca más emblemática estaba enferma.
El sueño fue una verdadera pesadilla que solo la muerte pudo ponerle fin. Pese al clamor de organizaciones y líderes globales en defensa de los animales que batallaron sostenidamente por la liberación de Lolita, entre ellos, el editor de Cambio16, Jorge Neri Bonilla. En el segundo Congreso Internacional de Sostenibilidad, se anunció su incorporación a la lucha por la libertad de Lolita y de todos los animales en su condiciones similares.
La orca Lolita murió en cautiverio
“En septiembre de 2021, la organización no gubernamental PETA –Personas para el Tratamiento Ético de Animales– reanudó su campaña mundial para la liberación de la orca Lolita, que cumplió 50 años encerrada y explotada en el Miami Seaquarium, de Florida, y la de todas las especies privadas de libertad que se usan la distracción de los humanos en parques de diversión, circos y zoológicos. Los animales no deben mantenerse en cautiverios para que unos insensibles ganen dinero”, escribió entonces Jorge Neri.
Manifestó también que la caza y captura de animales vivos para su encierro en acuarios y zoológicos, en condiciones de crueldad y abuso que les causa sufrimiento y estrés hasta la muerte no es ética ni admisible. «Esa práctica es rechazada rotundamente por la sociedad. Una vez que un animal entra en la noria del entretenimiento público, no vuelven a su entorno natural. Permanecen encerrados sin poder ir más allá de su cárcel de barrotes y hormigón», asentó
Fue el caso de la orca Lolita. En cuestión de horas, pasó de retozar en las infinitas aguas del Pacífico a un confinamiento inesperado y vitalicio en el condado de Miami-Dade, Florida. Allí la esperaba una piscina estrecha de 18 metros de longitud y una profundidad máxima de 6,1 metros). Un ínfimo espacio para una especie de más de 2.260 kilos que viajan desde Australia hasta Ecuador.
Cuando fue capturada en agosto de 1970, en Penn Cove, Washington, tenía alrededor de cuatro años. Lolita y otras siete orcas jóvenes fueron vendidas a oceanarios y parques de mamíferos marinos para ser explotadas. De las costosas entradas que paga el público, apenas reciben unos cuantos kilos de pescado y algas marinas.
Sueño truncado
En la semana en que falleció Lolita hubo un greenwashing informativo. Se divulgó por medios locales que la orca estaba alimentándose muy bien y que habían una inversión de miles de dólares para mejorar las condiciones del estanque. Lo que todos esperaban era su liberación, pero prefirieron ocultar su precaria salud y permanente soledad.
Su deceso es lamentado por millones de personas que la conocieron y valoraron en sus múltiples espectáculos, pero rechazan que otros animales sean utilizados para su explotación. Divierten unos minutos a unos cientos de personas a cambio de vivir en un calabozo acuático lejos del resto de los de su especie.
El grupo Friends of Toki (amigos de Toki, como también la llamaban), una organización de defensa de los derechos animales, indicó en su sitio en Internet que Lolita era la única orca capturada en aguas estadounidenses que se encontraba aún en cautiverio. Precisó que tenía problemas de salud. «Diversos informes emitidos en 2021 y principios de 2022 sugirieron que estaba gravemente enferma», precisó el grupo.
A sabiendas de su poca saludr, en marzo pasado los directivos del acuario de Florida llegaron a un acuerdo con los voluntarios de Amigos de Toki, para liberarla y trasladarla al noroeste del Pacífico en un plazo de dos años. El plan para devolver a Lolita al mar no era inmediato ni sencillo. Implicaba una complicada logística que incluía su estancia en un corral marino con red, donde los entrenadores la acompañarían en el proceso de incorporarse al ambiente natural. Pero Lolita no aguantó. Fue la máxima atracción del acuario, pero también un símbolo de los colectivos ambientalistas y de ética animal.
Eduardo Albor, presidente de The Dolphin Company, la empresa a cargo del Miami Seaquarium, lamentó la muerte de la orca Lolita. “Con el corazón roto, anunciamos la partida de Lolita esta tarde (…). Lolita era una guerrera y el equipo de Amigos de Toki y @MiamiSeaquarium verdaderos héroes”, escribió en Twitter.
Lección amarga y dolorosa
La muerte de la orca Lolita ha producido gran consternación. La Nación Lummi, una etnia indígena con sede en Washington, se refiere a las orcas como “qwe ‘lhol mechen”, o “nuestros vínculos bajo las olas”. La etnia buscó durante años la liberación de Lolita y su retorno a su hábitat natural.
“La Nación Lummi está triste con la noticia de que nuestro querido pariente orca ha muerto a una edad estimada de 57 años”, dijo el presidente Tony Hillaire. “Nuestros corazones están con todos los impactados por la noticia, nuestros corazones están con su familia. Nos mantenemos solidarios con nuestros miembros Lummi que se dedicaron en cuerpo y alma a traer a casa a Sk’aliCh’elh-tenaut”.
La presidenta de PETA, Ingrid Newkirk, comentó que gente amable le rogó al Miami Seaquarium que terminara con el infierno de Lolita de vivir en una celda de concreto y la liberara en un santuario junto al mar, donde pudiera sumergirse profundamente, sentir las corrientes del océano e incluso reunirse con la orca que se cree que es su madre. “Pero los planes para trasladarla a un santuario junto al mar llegaron demasiado tarde. A Lolita se le negó incluso un minuto de libertad después de sus 53 años en cautiverio”, subrayó.
La organización emplazó a todos los acuarios a liberar a los animales que mantienen encerrados. A SeaWorld le pidió que aprenda de esta tragedia y le quite las ataduras a la orca Corky, que ha estado prisionera durante casi 54 años, “antes de compartir el destino de Lolita».