A mediados del siglo pasado, cuando el movimiento hippie estaba en su apogeo, unos jóvenes enfurecidos y asustados por el rumbo que tomaba el mundo gritaban la consigna: “Haz el amor, no la guerra”. En nuestros días, un nuevo movimiento, el antinatalista, lo ha retomado y le hizo un ligero ajuste. “Haz el amor, no bebés” se lee en sus pancartas y proclamas
Tienen algo de razón, pero también ninguna. De acuerdo con los expertos hay dos escenarios posibles ante el crecimiento demográfico: ‘Too little, too late’ y ‘Giant Leap’. En el primero se proyecta que la población mundial alcance su pico en 2050 con 8.600 millones de habitantes y disminuya a 7.000 millones para 2100. En el segundo alcanzaría 8.500 millones alrededor de 2040, pero solo habría alrededor de 6.000 millones de habitantes en la Tierra para finales del siglo XXI. Unas cifras que según como se vea pueden ser buenas, o malas. Desde la óptica antinatalista son muy, muy malas.
Argumentan que el aumento de la población tendrá graves consecuencias sobre los recursos hídricos y agrícolas del planeta, y provocará una crisis alimentaria en muchas regiones y a un consumo desigual y desmedido de los recursos naturales mundiales que traerá problemas sociales y económicos: desempleo y pobreza, entre otros. Una perspectiva ante la cual los antinatalistas consideran que lo moralmente correcto es no traer más hijos al mundo. Adiós al instinto básico de supervivencia de la especie.
No es tan nuevo
Que un adolescente en medio de una discusión grite a sus padres “yo no te pedí nacer” es una escena familiar. Generalmente es una frase retórica, producto de la rabia o frustración. Nadie la toma en serio, salvo los antinatalistas, que la tienen como una verdad absoluta y de larga data. Aunque resulte extraño y contra natura, hay gente muy seria entre sus partidarios.
El antinatalismo tiene sus raíces en las tradiciones religiosas y filosóficas antiguas que ven el ciclo de la vida y la muerte como un estado del que hay que liberarse. Las enseñanzas hinduistas y budistas sugieren que el objetivo de la vida es trascender la muerte. También citan el filósofo griego Demócrito quien se pronunció contra la procreación debido a los riesgos y penas asociados. Sugería la adopción.
Incluso consideran que la Biblia es un texto antinatalista (al parecer en su versión omitieron la frase “creced y multiplicaos”). Ponen como ejemplo a Jesús quien no tuvo hijos y formó, en su lugar, una familia espiritual. Citan que algunas sectas cristianas, como los cátaros, llegaron a la conclusión de que lo cristiano era no procrear. Mientras que el ateo sirio del siglo X, Al-Ma’arri, veía la existencia como una cadena perpetua y un castigo. No como un regalo de Alá. Su lápida conmemora su logro de no haber creado a nadie destinado a morir.
Visibilizado por las redes
Aunque es una corriente marginal, las ideas antinatalistas ganan cada vez más visibilidad, especialmente en las redes sociales, donde grupos militantes comparten sus puntos de vista y captan apoyo para sus causas. En Facebook y Reddit se congregan en su propuesta de detener la procreación humana. Exponen preocupaciones sobre la herencia genética, el sufrimiento infantil, el consentimiento y las preocupaciones ambientales. Figuras públicas como el príncipe Enrique de Inglaterra, aunque no se dicen antinatalistas, han expresado preocupaciones similares.
El movimiento, impulsada por la creciente preocupación por el medio ambiente y los efectos devastadores del cambio climático, sostiene que la procreación de todos los seres sintientes es un acto moralmente incorrecto, injusto o innecesario. Argumentan que la vida no es un don o un bien, y señalan los aspectos negativos de la existencia: el sufrimiento, la muerte, la injusticia, la ignorancia o la falta de sentido. Cuestionan la moral de imponer la vida a alguien sin su consentimiento previo y advierten sobre los problemas ecológicos y sociales derivados del crecimiento demográfico y del impacto humano sobre el planeta.
El antinatalismo es un desafío ético y existencial al valor de la vida y la procreación. Invita a reflexionar sobre las razones y las consecuencias de traer más seres humanos al mundo y propone una ética de la no existencia basada en la compasión, la responsabilidad y la libertad.
Benatar el pesimista
La corriente ha sido desarrollada y ampliada por varios autores desde una variedad de perspectivas y enfoques. El pensador surafricano David Benatar es una figura prominente de movimiento. En 2006 acuñó el término “antinatalismo” en su libro “Mejor no haber existido nunca”. Afirma que la existencia contiene tanto beneficios como perjuicios, mientras que la no existencia no contiene ninguno. Lo que lleva a la conclusión de que la opción más ética es evitar el daño y, por lo tanto, la procreación
Benatar, sostiene que el “pronatalismo” nos impide superar mediante la razón el deseo instintivo de reproducirnos. Sugiere que la existencia puede ser más una fuente de sufrimiento que un regalo. También dice que nuestras vidas no son tan buenas como creemos, y que las vidas de nuestra progenie serán peores. Dice que pensamos que nuestras vidas son buenas porque es la forma de tolerar un estado que no hemos elegido. La idea coincide con el pesimista E. M. Cioran, que afirmó que “existir equivale a un acto de fe, una protesta contra la verdad”.
En 2017, la revista The New Yorker calificó a Benatar como el filósofo más pesimista del mundo. Una distinción que en su momento detentó Arthur Schopenhauer. El antinatalismo no es tan popular como otras ideas contrarias al deseo humano de facilidad y saciedad, como el veganismo. Sin embargo, Benatar sostiene que quienes habitan la ficción de que vale la pena reproducirse pueden ser más felices que otros, pero «no quiere decir que tengan la razón». Lo de siempre, no basta ser mayoría para tener la razón.
Tres principios para evitar la vida
Existen varias corrientes dentro del antinatalismo. El filantrópico, que busca evitar el sufrimiento de la vida; y el misántropo, que se preocupa por el daño que los hijos pueden causar a otros y al planeta; los que citan el arrepentimiento materno y la posibilidad de ser más felices sin hijos.
El de Benatar no es relativo, sino absoluto. No defiende una contención de la natalidad por miedo a la superpoblación o por los efectos de la humanidad sobre el medioambiente. Ni siquiera dice que sea mejor no haber nacido que llevar una vida infeliz. Al contrario, escribe que “haber sido arrojado a la existencia no es un beneficio, siempre es un mal”.
Benatar basa sus postulados en tres aspectos básicos: la asimetría, el interés personal y la falta de consentimiento. “La asimetría”, parte de que la ausencia de dolor es un bien, mientras que la ausencia de placer no es ni un bien ni un mal. Por lo tanto, quien no nace, no sufre ningún mal ni se pierde ningún placer. Lo que inclina la balanza a favor de no haber nacido. Afirma que si todos decidiéramos no tener descendencia y permitir que la humanidad se extinguiera, no causaríamos ningún mal a nadie. «No se puede hacer daño a quien no existe».
Benatar argumenta que quienes deciden ser padres solo siguen su “interés personal”, es imposible tener el consentimiento de alguien antes de que exista.
¿Extinguirse por amor?
Aunque los antinatalistas están convencidos de que lo mejor que podría ocurrirle al planeta es que nos extinguiéramos como especie (algunos incluso creen que deben exitnguirse todas las especies sintientes) no odian ni detestan a los niños o al resto de la humanidad. Lo hacen por amor. Aman tanto a sus congéneres que no creen ético ni moral que vengan a un mundo en el que les espera dolor, miseria y sufrimiento. Creen que cada uno de nosotros tiene el deber de evitar que aumente el sufrimiento neto del mundo, una responsabilidad que la procreación viola.
Benatar sostiene que si decidiéramos no tener descendencia y que la humanidad se extinga no causaríamos mal a nadie. «La reproducción es un proceso natural, pero no todo lo natural es bueno. Por ejemplo, sufrir enfermedades es algo completamente natural, pero eso no significa que debamos dejar de tratarlas médicamente. Del mismo modo, aunque la agresión es una forma de expresión natural entre los humanos y otros animales, no nos parece bien ceder ante ella o ante otros impulsos naturales», argumenta .
Suicidio, extinción y aborto
Aunque el suicidio podría parecer la opción menos perjudicial en ciertas circunstancias dentro del antinatalismo, Benatar la califica de una acción negativa. «La gente, en general, no desea morir, por lo que continúa viviendo a pesar de las dificultades y su insatisfacción existencial. Además, el suicidio también implica un costo emocional para aquellos que quedan atrás. Les causa dolor y sufrimiento. Un costo emocional y físico que se evitaría si uno nunca existiera. «Al no nacer, se evitan las adversidades de la vida sin ningún costo», subraya.
Benatar asume que el aborto es ética y moralmente defendible, «es un medio para no traer nuevas personas al mundo». Aclara que hay una gran diferencia entre exterminar y extinguirse al morir. No está a favor de matar seres humanos ni animales, sino de la extinción. «Uno de los modos de extinguirse es no dar vida a nuevos seres», apunta. Señala que es una obligación mejorar el mundo y que lo mejor para mejorarlo es dejar de existir. Sin embargo, considera excesivamente optimista pensar que mejoraremos el mundo hasta eliminar el sufrimiento y poder tener hijos que no vayan a sentir el dolor de vivir. «Sacrificar varias generaciones en nombre de las del futuro es indecente», asienta Benatar.
Críticas a a visión contraria a la vida
La visión antinatalista enfrenta críticas desde diversas perspectivas. Las religiones monoteístas, como el cristianismo, el judaísmo y el islam, se oponen. Consideran la existencia como un regalo divino y ven la procreación como un mandato de Dios.
Desde una perspectiva filosófica, varios pensadores han cuestionado los argumentos del antinatalismo. El filósofo británico Julian Baggini critica el argumento de la asimetría de David Benatar. Sostiene que la ausencia de placer puede ser mala si hay alguien que la desee, y que la ausencia de dolor no es buena si no hay nadie que la aprecie. Rivka Weinberg, filósofa estadounidense, argumenta que el consentimiento no es necesario para crear nuevos seres humanos, siempre que se les proporcione una vida digna y se respeten sus derechos. «El consentimiento no es posible en el caso de la procreación, ya que no hay nadie a quien pedirlo antes de existir», contraataca.
Matti Häyry, filósofo finlandés, sostiene que el daño no es una propiedad objetiva e inherente a la existencia, sino una valoración subjetiva y relativa a las expectativas y preferencias de cada individuo. «El daño potencial de la existencia no puede compararse con el beneficio potencial de la no existencia, son estados incomparables», le corrige..
El antinatalismo va contra el instinto
Los partidarios del antinatalismo están convencidos de que no es egoísta decidir no tener hijos y dedicar la vida a otras cosas. En cambio, si consideran egoísta la decisión unilateral de traer a alguien a un mundo lleno de sufrimiento. Aunque la propuesta antinatalismo puede verse como una forma de eugenesia, su promotor cree que aunque algunos individuos pueden decidir no procrear es improbable que la humanidad en su conjunto decida extinguirse.
Tampoco cree que su filosofía pueda tener éxito a gran escala. Aunque sea a pequeña escala lo considera importante. “Se le ahorrará sufrimiento a mucha gente por no traerla al mundo. Yo no soy un ingenuo, no creo que vaya a convencer al mundo de mis ideas. Pero creo firmemente que lo que digo es la verdad”, admite Benatar
El antinatalismo es contrario a nuestro impulso biológico más básico: reproducirnos. Sin embargo, en un mundo cada vez más afectado por el cambio climático y con un futuro incierto la asunción antinatalista gana terreno. La idea de que como no pudimos elegir nacer, no deberíamos permitir que otras nuevas vidas soporten la dura carga de existir, puede sonar atractiva para algunas personas. Aunque quizás no tanto como la frase: “Haz el amor, no bebés”.