La NASA y la Universidad de Hawái llevaron a cabo una investigación para determinar cuán grave sería psicológicamente para los astronautas pasar un año entero en Marte. El objetivo: llevar a personas capaces de estar bajo condiciones peligrosas, aislamiento total y estrés constante.
Seis participantes fueron elegidos para esta tarea. Durante un año entero vivieron en una estación espacial sobre la ladera de un volcán hawaiano completamente alejados de la civilización.
Cada día los astronautas llenaban cuestionarios con el fin de conocer su estado de ánimo, nivel de estrés y sobre todo cuán afectado estaba de no tener ningún tipo de relación social. A través de unos sensores se podía conocer su ritmo cardíaco, actividad física y horas de sueño.
Las condiciones en las que vivieron
Igual que en un viaje real a Marte, los astronautas solo podían desplazarse por el exterior de la estación en forma de cúpula con un traje espacial. El lugar estaba desolado, sin naturaleza ni paisaje alguno. Solamente roca gris rojiza desnuda alrededor. Contaban con una sola ventana para mirar al exterior pero no podían abrirla para sentir el viento.
Las condiciones eran similares a un viaje espacial. Su «hábitat» era de 100 metros cuadrados y en ella habían varias pequeñas habitaciones para cada uno de los investigadores que contaban con su diminuta mueblería (cama, silla, estante y mesa).
No dependían de más nadie que ellos mismos. Si había que hacer algún trabajo o reparación a la cúpula disponían de unas pocas herramientas para hacerlo. Lo que comían era lo que habían llevado, no había supermercados cerca ni nada por el estilo. Para informarse recurrían a los medios electrónicos pero con 20 minutos de retraso, el tiempo que tardan las señales en recorrer los aproximadamente 400 millones de kilómetros de distancia entre la Tierra y Marte.
Alejados totalmente de la civilización
Los primeros días no fue tan fuerte para los astronautas. Aún no sabían lo que les esperaba. Comenzó a pasar el tiempo y se dieron cuenta que estaban completamente solos y alejados de sus amigos y familiares. Ya para la cuarta y más larga fase del HI-SEAS, acrónimo en inglés de Hawái: Análisis y Simulación de Exploración Espacial, el nombre del proyecto que completó el equipo dirigido por Kim Binsted, de la Universidad de Hawái, y que financió la NASA.
A través de las misiones de práctica de los astronautas en la Estación Espacial Internacional (ISS) podían tener una idea previa de cómo sería un viaje de tal magnitud, sin embargo, estas misiones solo duran un máximo de seis meses. Una misión tripulada a Marte duraría entre dos años y medio y tres años, debido a que solo para el viaje de ida se necesitan seis meses.
Una de las condiciones más importantes para el viaje era ver cómo se llevaban los integrantes el equipo, los seis viajeros. Determinar si podían mantenerse unidos, si había algún tipo de pelea o afinidad específica y si el equipo completo podía manejarse en situaciones de sumo estrés. Además de mostrar las escasas posibilidades que se tienen para ayudar desde la Tierra a una tripulación que se encuentra bastante lejos.
«Aprendimos, por encima de todo, que el conflicto, incluso en los equipos más unidos, va a aparecer. Por eso, es muy importante tener una tripulación realmente resiliente, que sea capaz de ver el conflicto y responder a él», declaró el profesor Binsted.
El rover Perseverance aterrizará en Marte
La NASA llegará a Marte este jueves con el Perseverance, su quinto rover en el planeta rojo. El objetivo será buscar restos de vida microbiana antigua y recoger muestras de roca para traerlas a la Tierra.
Con más de 6 meses de trayecto, comenzó su viaje el 30 de julio de 2020, la nave ha recorrido más de 460.000 kilómetros completando cerca del 99% del trayecto. Será un acontecimiento histórico cuando el rover pise la superficie.
Únicamente el 40% de las misiones enviadas al planeta rojo han conseguido hacer contacto firme con el suelo de este planeta. El lugar escogido por la NASA es el cráter Jezero, con una extensión de unos 50 kilómetros de diámetro. Se cree que el sitio que estaba cubierto por ríos y un lago hace 3.500 millones de años, por lo que podrían encontrarse trazas de microorganismos que pudieran vivir allí.
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