Lucía Casas Piñeiro /SINC
Mirjana Pović es astrofísica, docente y divulgadora. De niña vivió los horrores bélicos de Yugoslavia, donde nació. Desde hace cinco años vive en Etiopía, donde realiza una extensa labor educativa. Su activismo por los derechos humanos le ha valido varios premios, como el Nature Research Award y la Jocelyn Bell Burnell Inspiration Medal.
Mirjana Pović nació en 1981 en la hoy extinta República Federal Popular de Yugoslavia. Con nueve años vivió los horrores de la guerra. Envuelta en lo que sentía como “una locura total”, miraba el cielo nocturno y trataba de entender todo cuanto veía. Podría decirse que la falta de luz le abrió la mente. Tres décadas después, la niña aquella es astrofísica, docente, divulgadora y activista de los derechos humanos.
Desde hace cinco años vive en Etiopía, donde realiza una extensa labor educativa que no ha pasado inadvertida: en 2018 recibió el premio Nature Research Award en la categoría de ciencia inspiradora, y en marzo de 2021 la Sociedad Astronómica Europea la galardonó con la Jocelyn Bell Burnell Inspiration Medal por «su trabajo en el desarrollo de la astronomía, la ciencia y la educación como una ruta para salir de la pobreza y mejorar la calidad de vida de los jóvenes en África”.
Ahora que Etiopía se encuentra en medio de una guerra civil, Mirjana reclama más que nunca la necesidad de dar acceso a la educación para garantizar justicia social en el futuro.
Naciste en un país que ya no existe. Conseguiste una beca en la Universidad de Durham, Reino Unido. Hiciste el doctorado en el Instituto de Astrofísica de Canarias y estuviste viviendo en Granada. Ahora trabajas en Etiopía, pero también has estado en Tanzania, Ghana, Sudáfrica, Uganda, Kenia y Ruanda. ¿Cuán diferentes han sido estos mundos para ti y qué te han aportado?
Han sido mundos muy distintos y cada uno me ha aportado muchas cosas. Los cambios nunca son fáciles. Implican costumbres nuevas, adaptación e integración, muchos aprendizajes. Entonces es cuando más avanzamos y cuando más aprendemos. Incluso tenemos que aprender a hablar. Es como volver a ser pequeños.
Cuando echo la vista atrás, pienso que he tenido dos fases muy distintas. La primera, con cuando vivía en la antigua Yugoslavia y después en Serbia. La segunda, cuando me fui. He vivido muchos cambios. África ha estado presente en estos 15 años, pero el cambio fuerte fue cuando dejé Serbia.
¿Cómo era tu vida en Yugoslavia?
Tengo flashes de cuando era pequeña. La guerra duró mucho. Yo tenía nueve años cuando empezó, pero claro, antes de la intervención militar había problemas. Crecí escuchando historias en la radio de enfrentamientos entre Bosnia y Croacia, de los conflictos en Kosovo. Mi infancia siempre está relacionada con la guerra, que te marca profundamente. Recuerdo muy pocas cosas de “antes de”.
Cuando salí de Serbia y llegué a Canarias para hacer mi doctorado, me encontré con otro mundo. No puedo imaginar un contraste más fuerte
Después del bombardeo empecé mi carrera en Belgrado. Estábamos en un proceso de posguerra y recuperación. Todo era muy reciente. Cuando salí de Serbia y llegué a Canarias para hacer mi doctorado encontré otro mundo. No puedo imaginar un contraste más fuerte. De repente estás en una isla totalmente perdida donde todo tiene otro significado, incluso el tiempo. Con una paz infinita que yo jamás había conocido. Después de un año en Canarias fui a hacer mis primeros trabajos voluntarios a África, que es lo que siempre quise. Mi vida en Serbia fue dura, pero también con mucho aprendizaje. Ahí desarrollé mucho la sensibilidad.
¿Sientes relación entre lo que has vivido en Yugoslavia y lo que estás viviendo ahora en Etiopía?
La guerra te hace reflexionar durante mucho tiempo. De alguna forma en Etiopía estoy viviendo de nuevo una guerra civil. Es como volver a todas las reflexiones que tuve. La sociedad está envuelta en una locura total, pero hay que encontrar la forma de mantenerse sano mentalmente. No me refiero al estrés postraumático, algo casi imposible de evitar, sino a no olvidarnos de cosas más importantes: no tener rencor ni odio. Estar por encima de toda la negatividad.
Para los niños que crecen en un entorno en el que se habla de “ellos y nosotros”, donde hay malos y buenos, es muy impactante. No tienes otras referencias. Cada uno tiene que buscar la forma de seguir siendo sensibles y tolerantes, de desarrollar unos valores humanos que estén por encima de esa debilidad en la cual caemos en la guerra.
Yo tuve mucha suerte. Crecí con tres mujeres que me han transmitido mucho. En Canarias pude reflexionar desde fuera sobre todo lo que había sido mi vida hasta entonces. Ver lo que está pasando en Etiopía es recordar un pasado muy doloroso.
¿Por qué África?
Las primeras estancias en Tanzania y Kenia me maravillaron. Desde pequeña he tenido una pasión muy fuerte por el continente africano. Siempre quise estar ahí. Me atraía su diversidad y me indignaba su situación. Una injusticia histórica y aún hoy, todavía es un continente de pura explotación de recursos naturales y humanos. Siendo pequeña me preguntaba: “¿Cómo puede atraerte tanto África si nunca has ido?” Cuando hice mi primer voluntariado pude constatar que esa conexión era real y muy fuerte.
¿Ese interés ha sido condicionado por el ambiente en el que has crecido?
Creo que todo lo que hace referencia a la desigualdad y las condiciones humanas de pobreza en las que he crecido me relacionan con el continente africano. A mí la educación me cambió la vida. A través de la educación pude salir de la situación en la que me encontraba en Serbia.
Soy la única de mi familia que ha tenido posibilidad de seguir una carrera universitaria. Nunca me ha faltado el apoyo. Siempre tengo presente que, gracias a tener acceso a una educación gratuita, he podido terminar mis estudios y salir de la pobreza. Soy muy consciente de que esto no ocurre en muchos países africanos. Cuando vives en un país en vías de desarrollo, como Etiopía, tienes que aceptar todo lo que eso implica. Estás en una comunidad donde no tienes tienes acceso a todo lo que quieres o a lo que te facilita la vida: luz, agua, Internet. Implica salir de la burbuja de comodidad, pero es muy revelador.
Siempre tengo presente que, gracias a tener acceso a una educación gratuita, he podido terminar todos mis estudios y salir de la pobreza
En Etiopía has participado en el desarrollo de ESSTI (Ethiopian Space Science and Technology Institute), el primer centro en el este de África para la investigación en astronomía y ciencias del espacio. ¿Cómo ha sido para ti este proceso?
Estos últimos cinco años en Etiopía han sido una experiencia total. Siempre pienso que han sido muchos más. Empezamos desde cero un proyecto para el desarrollo del Instituto Etíope de Ciencias Espaciales y Tecnología. Ha sido duro. Nunca es fácil empezar un proyecto así, pero si a eso le sumas las condiciones de país en vías de desarrollo… Cuando estaba en el Instituto de Astrofísica de Andalucía no me daba cuenta de los pasos que se deben dar para que trabajar en un centro así. Empezar este proyecto desde cero era una gran motivación y un reto inmenso.
Como científicos, médicos, panaderos o zapateros, no deberíamos olvidarnos de la vida en sociedad, de nuestros derechos y los derechos ajenos. De las injusticias que se cometen. El activismo es un deber ciudadano.
La diferencia cultural entre Etiopía y España es muy grande. Me hizo comprender la compleja que es la cultura de cualquier país africano. En Etiopía hay más de cien grupos étnicos, y lo mismo ocurre con los idiomas. Sin embargo, sigue viviendo sus tradiciones como las han vivido durante siglos.
¿Cuál fue el mayor reto en esa transición España-Etiopía?
Una barrera fuerte fue la diferencia de los sistemas políticos, las estructuras sociales y de poder. Etiopía ha vivido siempre bajo un sistema jerárquico y esto se propaga a la sociedad. Esa dinámica choca mucho si vienes de un país más democrático. Ver cómo una persona decide absolutamente todo te marca. Los abusos de poder son muchos.
Me llevó un año entender cómo funcionaba este sistema y cómo podía funcionar yo dentro. Tienes que saber hacerlo, si no, te vas. No tienes que estar de acuerdo, pero te adaptas o te vas. No fui a Etiopía pensando en que iba a cambiar su sistema político y económico, fui con la visión de que, a través de la educación en ciencia, Etiopía en el futuro podrá salir de la pobreza. Ese es mi objetivo. Por supuesto, por muy claro que tengas ese objetivo final siempre tienes que vivir con lo demás.
¿Debe hacerse activismo desde la ciencia?
¡Totalmente! Creo que, independientemente de cuál sea nuestro trabajo, sea como científicos, médicos, panaderos o zapateros nunca debemos olvidarnos de la vida en sociedad, de los que son nuestros derechos y los derechos ajenos, y de las injusticias que se cometen. Nuestro trabajo no debe impedirnos el activismo. Es un deber ciudadano.
Sueles destacar que la educación es una herramienta contra la pobreza. ¿De dónde te viene esa toma de conciencia?
Creo profundamente en eso, es la herramienta fundamental. Para luchar a largo plazo contra la pobreza disponemos de la ciencia, la tecnología y la innovación, y para que exista este desarrollo necesitamos educación.
El trabajo científico se basa en aprender. Está relacionado con el conocimiento, con cómo nos han educado durante nuestra infancia y con cómo nosotros seguimos haciéndolo siendo adultos.
Para luchar a largo plazo contra la pobreza disponemos de la ciencia, la tecnología y la innovación, y para que exista este desarrollo necesitamos educación
Para llegar a la innovación que a largo plazo nos ayudará a tener un desarrollo mucho más sostenible; para democratizar el poder y evitar que se quede en manos de una pequeña burbuja de personas; para tener instituciones sólidas que permitan la estabilidad, la educación es esencial. La ciencia también nos aporta valores de cooperación. La ciencia no la hace una sola persona, sino miles trabajando con un mismo propósito
Eres investigadora, docente, activista y divulgadora de la ciencia. ¿Qué es lo que más disfrutas de cada faceta?
Es complicado decidir. Amo mucho la ciencia, la investigación, pero necesito el contacto con la gente, necesito ver el impacto que tiene la investigación.
Soy muy consciente de que en la investigación de las ciencias espaciales el impacto de lo que desarrollamos o descubrimos se verá a largo plazo. La transferencia de conocimiento a través de la docencia para mí es muy importante.
La igualdad en la ciencia me resulta fundamental. Si queremos hablar de la igualdad a nivel económico, social y político, no podemos obviar la igualdad en la ciencia. Muchas veces se considera que hacer ciencia es un lujo. Una pregunta que más he recibido en estos últimos quince años es “¿qué hace una astrofísica en Etiopía? ¿Por qué se gasta en astronomía y en ciencias espaciales a pesar de las dificultades que el país atraviesa?
Si queremos hablar de la igualdad en el mundo a nivel económico, social y político, no podemos obviar la igualdad en la ciencia
Se piensa que hacer ciencia es prescindible. Además, aceptan ciertas ciencias, pero no todas. Queda todavía muchísimo trabajo de sensibilización. ¿Y cómo conseguimos que los ciudadanos formen parte de este proceso? Hablando y dando ejemplos de su importancia a corto y a largo plazo.
¿Por qué astrofísica? ¿En algún momento tuviste claro que querías dedicarte a la ciencia o fue más bien un encuentro fortuito?
Cuando era muy pequeña no conocía la astronomía. Pero en Yugoslavia, debido a las restricciones de luz durante la guerra, pasábamos muchas noches en completa oscuridad. Teníamos cielos maravillosos y para mí aquel cielo era un sitio para soñar.
Cuando ves que el mundo que te rodea está inmerso en una locura absoluta, uno pierde perspectiva. La guerra se normaliza y empieza a formar parte de lo cotidiano. A mí me costaba imaginar cómo sería una vida sin guerra y si llegaría. En medio de aquello el cielo en la noche era realmente ese espacio donde yo soñaba, y era incapaz de evitar las preguntas, de pensar: “¿Qué son las estrellas? ¿Qué es la Luna? ¿Cómo se emite toda la luz que nos llega?”. Estas preguntas me ayudaron a desarrollar la curiosidad y a relacionarme con la astronomía, aunque no tuviera libros ni pudiera ver documentales en la televisión.
Después, poco a poco, ya en la secundaria, mi maestro de Física, que era un apasionado de su trabajo, me inspiró. Desarrollé aún más mi interés por la física y también por la astronomía. Le hacía muchísimas preguntas y él me traía libros. Así empecé a acercarme a ese conocimiento.
Estas historias que muestran cómo la gente descubre su vocación son realmente inspiradoras, pero a le vez es injusto pensar en cuántas personas se habrán perdido ese camino solo porque no se han dado las condiciones necesarias. Muchas veces se nos vende la ilusión de que todo el mundo puede conseguir lo que se propone si lucha lo suficiente. Quizás unos pocos lo cumplan; porque tienen suerte, porque tienen más facilidades o simplemente porque se les muestra apoyo. Pero muchísima gente no llega, no es suficiente. Si no tenemos el apoyo de la sociedad se pierden capacidades y talentos.
El poder de la astronomía es realmente muy grande. Tiene un poder que no todas las ciencias tienen, pero todavía nos queda mostrar cómo la astronomía puede ayudar a que el mundo cambie
Tenemos millones de niños y niñas que nacen en condiciones de pobreza y que, independientemente de sus capacidades y sueños, no podrán llegar adonde se proponen. Es una injusticia que no podemos aceptar, que no puedo aceptar. Está profundamente relacionado con la motivación más grande de mi vida, que es contribuir a que estos países tengan igualdad en el futuro a través de la educación y la ciencia. Ofrecer herramientas para que estos niños y niñas salgan de las condiciones que limitan su vida.
Soy astrofísica, de modo que no puedo contribuir al desarrollo de la educación en medicina o en agricultura, pero sí en astronomía, y el poder de la astronomía es realmente muy grande. la astronomía puede ayudar a que el mundo cambie.
Tu ‘deseo científico’ es que cada niña y cada niño en un futuro puedan tener acceso a la educación y “aprender sobre las bellezas del universo”. En Etiopía la mitad de la población es analfabeta, y este porcentaje se acentúa más en el caso de las mujeres. ¿Crees que has contribuido con tu labor a que en un futuro se cumpla ese deseo?
Sin duda. No solo mi labor, también la de mis compañeros, y también la de la Ethiopian Space Science Society, una sociedad cívica que se dedica a hacer actividades de educación y donde vemos el poder de la astronomía.
El trabajo que hacemos es motivador, no solo para los niños, también para nosotros. Sentimos el gran interés que los niños tienen por todos estos temas. Aprecian ese acceso al conocimiento.
En estos países existe una fuerte consciencia de que la educación sí es una herramienta para salir de la pobreza. ¿Podrán estos niños y niñas tener la vida que quieren tener? ¿Esta consciencia es algo que debemos aprender de los países africanos?
Sí. En Europa la estamos perdiendo. Damos por sentado el acceso a la educación. Y creo que resulta verdaderamente importante enseñar a los jóvenes que nada es permanente. No siempre vamos a poder mantenernos en la comodidad que vivimos es un momento dado.
La población joven tiene que ser consciente de que los derechos y privilegios pueden cambiar. Esa vida se tiene porque antes se ha luchado
La población joven tiene que ser consciente de que si han nacido en ciertas condiciones en las que tienen derechos y privilegios que les garantizan una vida cómoda, esto puede cambiar. Esa vida se tiene porque antes se ha luchado para lograrla.
El acceso público a la educación o la sanidad universal, que son derechos que garantizan la igualdad entre los ciudadanos, deben cuidarse como una pequeña gotita de agua que está en nuestras manos. Si no es así, se puede perder fácilmente. El cómo será el mundo futuro dependerá de lo que hagamos los que estamos hoy en él.
Entrevista realizada dentro del programa de ayudas CSIC-FBBVA Comunicación Científica.