Texto y fotos Andrés Ortiz Moyano*
18/02/2018
Periodista y escritor. La exposición ‘Miradas de Marfil’ se puede ver en el Real e Ilustre Colegio de Médicos de Sevilla, hasta el 25 de febrero
Los exploradores europeos quedaron hondamente impresionados por el intenso comercio de colmillos de elefante africano que encontraron en unos bulliciosos puertos del África subsahariana. Su impacto fue de tal magnitud que decidieron llamar a esa tierra Costa de Marfil.
Colonia francesa hasta 1960, el desarrollo del país ha estado marcado por crisis políticas, económicas y guerras civiles, las más recientes, libradas en 2002 y 2011. En este clima de inestabilidad, no obstante, existe un progreso general. Lejos en cualquier caso de los estándares recomendables en cuanto a desarrollo, igualdad o salud.
Costa de Marfil es también uno de los países con mayor porcentaje de población infantil del mundo. Fundamentalmente se debe a que la esperanza de vida del marfileño medio apenas alcanza los 53 años. Y a que el 40% de su población es menor de edad.
Por otra parte, la tasa de mortalidad infantil en el país es de las más altas de la región. Con un índice de 64 muertes por cada mil embarazos. La ausencia de estructuras sanitarias estables priva a los niños de las condiciones necesarias para que crezcan con salud y se desarrollen personal y profesionalmente. Por supuesto, el acceso a medicamentos y vacunas es muy escaso, sobre todo en el interior.
500.000 vacunas en todo Costa de Marfil
Con el fin de paliar esta carencia, sanitarios españoles del centro pediátrico especializado Grupo IHP han conseguido administrar más de 500.000 vacunas de meningitis y fiebre tifoidea a lo largo y ancho de todo el país en los últimos doce años. “Son proyectos sumamente difíciles de realizar”, explica el Dr. Alfonso Carmona Martínez, fundador y presidente, además de voluntario con más de veinte campañas de vacunación en su historial. “Hemos vivido situaciones sumamente peligrosas, sobre todo en los primeros años cuando el país estaba dividido en dos por la guerra. La experiencia, en cualquier caso, es tan gratificante como intensa; son niños que saben que no van a morir”.
Niños que viven, la meta que lo justifica todo; pues, como dice el Talmud, quien salva una vida, salva el mundo entero.