Técnicas ancestrales como la relajación, la meditación y el yoga están de moda. O tal vez lo han estado siempre. Igual sucede con mindfulness cuyos orígenes se remontan siglos atrás pero que desde los años sesenta del siglo XX ha cobrado una dimensión más actual y occidental. Esta disciplina viene a aquietar las emociones que, exasperadas, oprimen, angustian y enceguecen el encanto de la vida. El mindfulness, dentro de sus amplias definiciones, busca el logro de la atención o conciencia plena.
Aunque se le vincula estrechamente con la tradición budista, no es una práctica religiosa. Es una técnica de meditación que consiste en alcanzar un profundo estado de conciencia libre de juicios sobre nuestras sensaciones, sentimientos o pensamientos. Y prestar atención a lo que acontece en nuestro interior en cada momento.
Desde el amanecer y hasta el anochecer somos la suma de movimientos y acciones automáticas, sin caer en cuenta de lo que hacemos y cómo lo hacemos. La rutina se apodera de los sentidos y secuestra las posibilidades de disfrutar gratos momentos.
Mindfulness invita a detenernos. A pensar en las cosas más sencillas que suelen pasarse por alto: tomar café y disfrutar su aroma y la tibieza de la taza. Sin apuro y observando y sintiendo lo que ocurre. También con el sonido de los pájaros o la caída del agua. Afinar la mirada a colores y gustos. Poner en primera fila los sentidos.
También esta técnica es empleada de modo terapéutico para atacar cuadros de angustia y estrés. Parte de esa iniciativa se le debe a Jon Kabat-Zinn y su equipo, que en1979, comenzaron a utilizar mindfulness con esos fines en la clínica de la reducción del estrés del Hospital de la Universidad de Massachusetts, Estados Unidos. Así, desarrollaron un programa basado en mindfulness para la reducción del estrés (MBSR).
Mindfulness o conciencia plena
Diversas investigaciones científicas posteriores comprobaron los beneficios de esta disciplina en el día a día. El Instituto Europeo de Psicología Positiva (IEPP) señala que el mindfulness es positivo para el autocontrol en los niños y el desarrollo de la resiliencia. También para mejorar los niveles de concentración y memoria, para descartar los pensamientos intrusivos y para aliviar el dolor.
Algunas investigaciones neurocientíficas sugieren que la práctica de mindfulness apoya las conexiones entre la amígdala y la corteza prefrontal, responsable de regular la expresión de nuestros pensamientos, emociones y acciones. Una conexión fuerte entre la corteza prefrontal y la amígdala protege de los efectos dañinos del estrés y de la ansiedad.
En la práctica, lo que experimenta una persona con el mindfulness es una relación muy estrecha consigo mismo, con su cuerpo, con su mente y con sus emociones. El individuo se ve a sí mismo desde otra perspectiva, como si fuera un observador externo que ve todo cuanto le acontece. Esto lo hace más consciente de lo que siente y piensa.
El objetivo del mindfulness es lograr un profundo estado de conciencia o conciencia plena durante la sesión. Se usan varias técnicas para alcanzarlo. Con entrenamiento -ejercicios, relajación y respiración- se intenta que la conciencia se relaje y no elabore juicios de nuestras sensaciones, sentimientos o pensamientos.
El IEPP aclara que la meditación es un vehículo entre todos los que se brindan para alcanzar mindfulness. En otras palabras, mindfulness es un estado o rasgo que se logra ,meditando.
Una manera de gestionar nuestras vidas
La iniciación en la disciplina debe ser gradual, pero sostenida. Recomiendan una rutina de al menos 30 minutos y en un lugar tranquilo, libre de ruidos y distractores. Sentado en el suelo con la espalda recta para no obstaculizar la respiración o tumbado sobre una esterilla. Centrado especialmente en la respiración y su proceso de inhalar y exhalar. Dejando que aparezcan libremente los pensamientos y emociones sin juzgarlos.
“Después, una vez que se adquiera la práctica, se debe llevar a atención y conciencia que has utilizado en la sesión al resto de las tareas habituales. Introduce la atención y la conciencia plena a tu vida, de esta forma incorporarás el mindfulness”, refiere el IEPP.
Así, a través de esta disciplina, se puede dirigir el rumbo de tu propia vida. «Cultivar un espacio entre el pensamiento y la acción, y con la práctica, aumentar la capacidad de estar en este espacio y en este momento”, advierte el instituto.
La práctica de la disciplina permite reaccionar de forma menos compulsiva y considerando las opciones de las que disponemos. El piloto automático funciona menos. «De esta forma podremos tomar decisiones de forma libre y adecuadas a cada situación, sin dejarnos llevar por los automatismos que se disparan con las prisas y tensiones”, asienta.
A lo largo del año lidiamos con tareas y responsabilidades que nos generan mucho «ruido mental». Son estresores cotidianos ¿Somos conscientes de lo que esas experiencias han generado. Las experiencias cotidianas que se tiñen por ese parloteo constante.
Los pensamientos invaden nuestra atención y nos llevan a cualquier sitio menos a la experiencia que sucede en ese instante. Mindfulness proporciona a quien lo practica una mayor atención o conciencia plena de dónde está y cómo quiere estar.