Hasta 828 millones de personas se acuestan con hambre todas las noches en el mundo. Tras la cifra impactante hay igual número de historias, calamidades, penurias, sufrimientos. La desesperación lleva a muchos a comer desperdicios, a hurgar en la basura, a saciar el hambre con alimentos en descomposición y aguas pútridas. Incluso con ratas y huesos.
Otro dato perturbador, ofrecido por el Programa Mundial de Alimentos (WFP), señala que la cantidad de personas que enfrentan inseguridad alimentaria aguda saltó desde 135 millones hasta 345 millones, entre 2019-2022. Un total de 50 millones de personas en 45 países están al borde de la hambruna.
La FAO y el Programa Mundial de Alimentos coinciden en que el conflicto sigue siendo el principal impulsor del hambre. El 60% de las personas que sufren hambre en el mundo viven en zonas azotadas por los enfrentamientos y la violencia. La guerra en Ucrania son una prueba más de cómo el conflicto alimenta el hambre. Obligando a las personas a abandonar sus hogares y acabando con sus fuentes de ingresos.
Además, del encarecimiento de los alimentos y la energía por la ruptura de las cadenas de suministros. Los choques climáticos también aumentan el hambre en el mundo. Destruyen vidas, cultivos y medios de subsistencia, y debilitan la capacidad de las personas para alimentarse. Además, quedan secuelas económicas de la pandemia.
Con motivo del Día Mundial de la Alimentación, la BBC habló con cuatro personas de diferentes partes del mundo que han experimentado hambre extrema y les preguntó cómo sobrevivieron.
Testimonios del hambre en el mundo
Como parte de esas millones de personas que pasan hambre en el mundo, está Lindinalva Maria da Silva Nascimento. Una abuela jubilada de 63 años de São Paulo, Brasil, ha estado comiendo durante los dos últimos años, huesos y piel desechados por los carniceros locales.
Tiene un presupuesto diario de apenas $4 para alimentarse ella, su esposo, un hijo y dos nietos. No puede comprar carne, así que compra carcasas y pieles de pollo. Incluso eso le cuesta alrededor de $0,70 por kilo. «Cocino huesos con trozos de carne. Agrego frijoles para darle gusto», dijo.
La piel del pollo, agregó, se fríe en una sartén sin aceite y luego se recoge y almacena la grasa que se acumula. Lindinalva la guarda en tarros vacíos de mayonesa y luego la utiliza para freír otros alimentos.
Más de 33 millones de personas en Brasil viven con hambre, según la Red Brasileña de Seguridad Alimentaria. El estudio, publicado en junio, también encontró que más de la mitad de la población sufre de inseguridad alimentaria. Mientras en América Latina y el Caribe había unas 60 millones de personas con desnutrición en 2021, dice la FAO.
Esa cifra es un 30% superior a la registrada solo un año antes. “La región ha perdido 20 años de lucha contra el hambre. Es el agravamiento de una condición que ya era desastrosa. Esto indica que la recuperación pospandemia no ha llegado a los hogares”, señaló la agencia.
Los países con mayor prevalencia de hambre son Haití (47,2 %), Venezuela (22,9 %) Nicaragua (18,6 %), Guatemala (16 %). Los menos afectados son Uruguay y Chile (2,6 %).
En Venezuela es el segundo país con mayor prevalencia de hambre en América Latina. Es frecuente ver a personas hurgando en la basura.
Marginación y pobreza: las ratas para sobrevivir
Un duro testimonio recogió la BBC en la India, uno de los países más afectados por el hambre en el mundo.
«He estado comiendo ratas desde la infancia y nunca he tenido ningún problema de salud. Alimento a mi nieta de dos años con ratas. Estamos acostumbrados», dice Rani, del sur de India.
Esta mujer de 49 años vive cerca de Chennai y pertenece a una de las comunidades más marginadas del país: dejó la escuela después del quinto año. En la estructura social jerárquica basada en castas de la India, sus pares han sufrido años de discriminación. Rani trabaja para una ONG que rescata a personas de su comunidad, los irules, que están atrapadas como trabajadores en condiciones de servidumbre.
«Siempre vivimos fuera de los pueblos y aldeas. Nuestros padres y abuelos nos dijeron que a veces no tenían nada para comer, ni siquiera tubérculos. En esos tiempos difíciles, las ratas nos proporcionaban el alimento que tanto necesitábamos», comentó Rani.
«Aprendí a atraparlas desde muy joven», agregó.
Las habilidades de supervivencia que Rani adquirió cuando era niña ahora ayudan a su propia familia a comer: cocinan ratas al menos dos veces por semana. Los irules comen una especie de rata que se encuentra en los arrozales, no las que se encuentran típicamente en los hogares.
Los granos que las ratas esconden en sus madrigueras también sirven de alimento a los irules. «Solo puedo permitirme comer pollo o pescado una vez al mes. Las ratas están disponibles en abundancia y son gratis», añadió.
La sequía acabó con cultivos y con los animales
De todo el hambre en el mundo, la ONU resalta la situación de Somalia que atraviesa la peor sequía del país en 40 años y ha desplazado a más de un millón de personas. Uno de esos casos es el de Sharifo Hassan Ali, de 40 años y madre de siete hijos, es una de las desplazadas.
Tuvo que abandonar su aldea y viajó más de 200 kilómetros, en su mayoría a pie, desde la región de Shabeellaha Hoose hasta un asentamiento temporal en las afueras de la capital, Mogadiscio. Le tomó cinco días.
«Durante el viaje comíamos solo una vez al día. Cuando no había mucha comida, les dábamos de comer a los niños y pasábamos hambre», aseguró. De camino a la capital presenció algunas escenas impactantes.
«El río se ha secado por completo. Ha habido poca agua durante años, así que tuvimos que beber agua con barro», contó Hassan Ali. «Vi cientos de animales muertos en mi camino a Mogadiscio. La gente incluso se está comiendo los cadáveres y las pieles de los animales».
Hassan Ali solía tener 25 vacas y 25 cabras. Todas murieron en la sequía. «No llueve y no crece nada en mi granja», confió a la BBC.
Ahora gana menos de 2 dólares al día lavando la ropa de otras personas, lo que no alcanza para pagar la comida. «Apenas puedo comprar un kilo de arroz y verduras con ese dinero, y nunca es suficiente para todos. Esta sequía ha sido muy dura para nosotros», explicó. Recibe algo de ayuda de organizaciones humanitarias, pero no le es suficiente. «No tenemos nada», afirmó Hassan Ali.
Desnutrición, los más afectados son los niños
Fefiniaina tiene 25 años y es madre de dos hijos. Es de la isla de Madagascar, en el océano Índico. Otro de los lugares del mundo en que se reportan altos niveles de hambre.
Dos años de pocas precipitaciones han destruido los cultivos y diezmado el ganado. Eso está empujando a más de un millón de personas hacia la inanición, según la ONU.
La joven vive en la localidad de Amboasary, una de las zonas más afectadas por la sequía. Con su esposo se ganan la vida vendiendo agua.
«Cuando gano dinero, compro arroz o yuca. Cuando no tengo nada, tengo que comer la fruta del cactus rojo o acostarme sin nada», le dijo a la BBC a través de un traductor de Unicef.
«La mayoría de la gente aquí come fruta de cactus. Sabe un poco a tamarindo», contó. “Lo hemos estado comiendo durante los últimos cuatro meses y ahora mis dos hijos sufren de diarrea».
El Programa Mundial de Alimentos informó el año pasado que en el sur de Madagascar «la gente comía arcilla blanca con jugo de tamarindo, hojas de cactus y raíces silvestres solo para calmar el hambre».
La fruta puede ayudar a mantener con vida a la familia de Fefiniaina, pero no proporciona las vitaminas y minerales que necesitan. Su hijo de cuatro años se encuentra entre los muchos que reciben tratamiento por desnutrición.