El cambio climático y los efectos económicos de la pandemia pasan factura a los países atrasados, ya sumergidos en conflictos sociales y políticos. La FAO y el Programa Mundial de Alimentos estiman que millones de personas en América Latina corren el riesgo de pasar hambre. Especialmente en este último semestre del año.
La Cepal elevó la estimación de crecimiento promedio para la región en 2021, a 5,2%. Cifra que denota un rebote desde la profunda contracción de 6,8% anotada en 2020 como consecuencia de la pandemia.
Sin embargo, las agencias de Naciones Unidas prevén una escasez “muy profunda” de alimentos en algunas naciones centroamericanas y en algunas pocas de América del Sur. Guatemala, Honduras y Nicaragua enfrentan dificultades por una eventual reducción en sus cosechas, azotadas por las sequías. También, en la cuenca del Caribe, Haití ha sido golpeado por la crisis económica, la sequía, el malestar sociopolítico, la violación de derechos humanos y el aumento de la inseguridad ciudadana relacionada con la delincuencia.
La inseguridad alimentaria en Guatemala, Honduras y Nicaragua continuará empeorando debido al bajo nivel de las lluvias y la afectación directa de los cultivos.
Factores que disparan el hambre
El informe sobre los riesgos de hambre precisa que la falta de alimentos podría alcanzar a 3,5 millones de personas en Guatemala y a 3,3 millones en Honduras. En Nicaragua alrededor de 300.000 personas tienen un consumo de alimentos insuficiente y es probable que la situación empeore en los próximos meses.
El informe se refiere a la necesidad de medidas para mitigar el déficit de lluvias durante la temporada agrícola y solicita apoyo para los agricultores y ganaderos más vulnerables. Incluyendo la distribución de insumos y herramientas para el cultivo de variedades de ciclo corto, huertos de traspatio. Además, apoyo a la salud animal para reducir la mortalidad y la morbilidad incrementada por la sequía.
También aconseja a los EStados que brinden respuestas de emergencia para la recuperación de los medios de vida a los pequeños agricultores y pescadores afectados por huracanes en Guatemala, Honduras y Nicaragua.
Caso Colombia y los refugiados venezolanos
En su repaso somero de los países de América del Sue y las amenazas de hambre, el documento destaca la situación de Colombia y se refiere a una crisis económica y a una supuesta inestabilidad social, factores que considera claves en la inseguridad alimentaria. Esta circunstancia afecta a los migrantes venezolanos que han escapado de su país, huyendo del régimen opresor y las innumerables limitaciones y penurias, a las cuales no se refiere el informe. Argumentan en el texto que no incluyen en su análisis a Venezuela, “por la falta de datos recientes”. La burocracia con sesgo político siempre encuentra como sacar del brete a sus amigo ideológicos.
La FAO y PMA sugieren acciones anticipatorias para enfrentar la crisis y mitigar el impacto de los incrementos en los precios de los alimentos. Propone la distribución de dinero en efectivo a las personas más vulnerables en áreas rurales y urbanas. Calculan que 34,6 millones de dólares garantizarían el acceso a la comida, la nutrición y los medios de vida de los migrantes venezolanos. Y a las comunidades de acogida en las zonas rurales fronterizas mediante la rehabilitación de los sistemas de agua, la producción rápida de alimentos y forrajes, y la entrega de alimentos de emergencia.
Haití, más inseguridad alimentaria que en 2020
El cambio climático y la COVID-19 han sacudido a muchos países de América Latina y han colocado a sus sociedades en riesgo de hambre.
Haití ocupa una atención mayor porque sus condiciones adversas acumulan décadas. Sostiene el estudio que es probable que la combinación de la inestabilidad macroeconómica con el impacto de la sequía incremente la carestía de alimentos.
Estiman que alrededor de 4,4 millones de personas se enfrentaron a una inseguridad alimentaria aguda entre marzo y junio de 2021. Un aumento de 6 puntos porcentuales en comparación con el mismo período del año pasado.
El informe pide acciones preventivas, como la distribución de semillas de variedades de cultivos de maduración temprana y tolerantes a la sequía. La perforación de pozos y la distribución de forrajes, piensos, suplementos de nutrientes, tanques de recogida de agua y ganado menor a criadores de ganado.
Se necesitan 156 millones de dólares para mejorar la situación alimentaria y los medios de vida, y otros 5,2 millones para intervenciones de nutrición y apoyo a las redes de producción.