Más allá de las aguerridas manifestaciones y protestas por los derechos de la mujer, que repican cada tanto tiempo, en las calles y avenidas en el mundo. Están otras mujeres haciéndose notar, con su talento, esfuerzo y determinación. Entre ese cuadro de honor de mujeres destacadas en el planeta, reluce Mildred Dresselhaus, física estadounidense, investigadora y pionera en el estudio de los nanomateriales.
Mildred Dresselhaus (1930-2017), Milie para su grupo más cercano, es conocida como la “reina de la ciencia del carbono”. Por sus investigaciones sobre las propiedades fundamentales del cuarto elemento más abundante del universo. Uno de los grandes ignorados en su época y gran protagonista hoy de avances en ciencia y tecnología.
SU trabajo sentó las bases de la nanotecnología del carbono. Fue precursora en técnicas para estudiar materiales que tenían solo un átomo de espesor y predijo la posibilidad y las características de los nanotubos. Desde la década de 1950, sus investigaciones han sido cruciales para el desarrollo de baterías de iones de litio. Así como dispositivos electrónicos y, entre otros, de generadores de energía renovable.
Además de ser la primera mujer en ser nombrada catedrática por el Massachusetts Institute of Technology (MIT) en 1968. También fue la primera catedrática emérita de Física e Ingeniería eléctrica de la institución.
De origen humilde, hasta el punto de que su familia vivió en ocasiones de ayudas públicas, Mildred Spiewak -después Dresselhaus-, hija de inmigrantes polacos en EE UU, creció en el conflictivo Bronx, en Nueva York.
En tiempos en la que las mujeres suponían el 2% del total de estudiantes de física, se aferró a sus inquietudes por la ciencia y sobresalió en sus propósitos, señala Maia Weinstock en su libro Queen Carbon, reseña publicada en Nature.
Mildred Dresselhaus, una carrera al éxito
Violinista, amante de las artes y madre de cuatro hijos, Mildred Dresselhaus buscó tiempo para desempeñar sus tareas del hogar y las exigencias de la vida científica: en cátedras y laboratorios.
“Esto es lo interesante de las investigadoras en cuanto empiezan a coger ritmo, ya no quieren detenerse. A muchas esto les sucede cuando ya han criado a sus hijos. La carrera de los hombres decae cuando llegan a los 70 años. Las mujeres no se retiran tan pronto. Yo sigo trabajando. Lo mismo que Brenda Milner, ganadora del Premio Kavli 2014 de neurociencia. Ahora tiene 96 años”, dijo Mildred en la cercanía de sus 81 años, aún activa.
En una entrevista a The New York Times comentó que en su juventud solo había tres tipos de trabajos a los que podía aspirar una mujer: maestra, enfermera y secretaria. De tal manera que ingresó en el Hunter College con la idea de convertirse en maestra, señala Mujeres con Ciencia.
Hasta que asistió a una clase de física nuclear elemental impartida por Rosalyn Yalow. En aquel entonces era futura premio Nobel. Al ver el interés de Mildred la instó a continuar por el camino de la ciencia. Entonces escribió cartas de recomendación para facilitar su ingreso en alguna de las principales universidades de EE UU.
Yalow se convirtió en su mentora y fue una presencia constante en la vida de Dresselhaus quien fue admitida, casi de inmediato, en el Radcliffe College de Harvard en 1951. Mientras estudiaba en ese centro descubrió que el mejor lugar para cursar física era la Universidad de Chicago. Allí se dirigió en 1953, tras conseguir el título de máster en el Radcliffe College.
En la universidad estudió un curso de mecánica cuántica con Enrico Fermi de quien, según ella misma afirma, aprendió a pensar como una física.
Abriendo caminos a las mujeres de ciencia
En 1955 inició sus investigaciones sobre las propiedades de las microondas de un superconductor en un campo magnético. Y en 1958 defendió su tesis doctoral en ese ámbito.
Contrajo matrimonio con Gene Dresselhaus, físico teórico que descubrió el efecto Dresselhaus. Tiempo después ambos ingresaron al MIT y resaltaron como abanderados de varios proyectos.
En la década de 1960, en el Laboratorio Lincoln de ese prestigioso instituto, Dresselhaus se enamoró de las propiedades físicas del carbono. Un desafío intelectual pero un remanso de investigación en ese momento. “Lo poco que aprendí me hizo preguntarme por qué nadie estaba interesado”, dijo a The University of Chicago Magazine en 2015.
Hubo poca presión para generar hallazgos al ritmo vertiginoso de temas más de moda. Esto le dio a Dresselhaus un amortiguador frente a las expectativas académicas mientras criaba a cuatro hijos con su esposo, explicó Maia Weinstock del MIT Press, recogido por Nature.
Dresselhaus quería entender cómo fluyen los electrones a través del grafito, que está hecho de pilas de láminas de carbono de un solo átomo de espesor. Unidas en una red de hexágonos como un panal. El grafito tiene algunas de las mismas propiedades que un semiconductor convencional, pero su estructura electrónica es única. Y Mildred reconoció que el material sin pretensiones podría estar ocultando una física fascinante.
Uno de sus momentos de aclamación provino de un artículo de 1968 que cambiaba la visión de la estructura electrónica del grafito. Fue tan controvertido que un crítico le advirtió que no publicara. Ella y sus colegas siguieron adelante sabiendo que corrían el riesgo de arruinar sus carreras, como contó en una conferencia de 1987. El trabajo desató una avalancha de publicaciones que confirmaron los hallazgos e impulsó un interés más amplio en los materiales a base de carbono.
Contribución a premiados con el Nobel
Mildred Dresselhaus tenía la costumbre de oponerse a las tendencias. Siguiendo su evidencia experimental incluso cuando las conclusiones iban en contra del conocimiento aceptado. En las décadas de 1980 y 1990, hizo descubrimientos que presagiaban la existencia de buckminsterfullereno, o ‘buckyballs’. Y la posibilidad de alargar estas esferas de carbono para formar ‘buckytubes’. La física predijo que las propiedades de un nanotubo, hecho de una lámina enrollada de carbono de un solo átomo de espesor, dependerían de la orientación de los hexágonos.
Esto fue validado años después por otros científicos, advierte Maia Weinstock en su libro.
En el capítulo final de su carrera de investigación, Dresselhaus trabajó en las propiedades fundamentales del grafeno. Una hoja única de átomos de carbono que parece alambre de gallinero. Cuando Andre Geim y Konstantin Novoselov ganaron el Premio Nobel de Física de 2010. Por «experimentos innovadores sobre el material bidimensional grafeno», ambos reconocieron las contribuciones de Dresselhaus en sus discursos de premiación.