Un par de copas de vino o de cervezas espumosas pueden producir un cambio en el estado de ánimo. Pero una toma desmedida puede dejar a un lado la euforia y la relajación, para dar paso a alteraciones del autocontrol y a malestares físicos como dolor de cabeza, náuseas, irritabilidad. Poco se sabe de otros impactos en el organismo de esta ingesta. Los investigadores están empezando a indagar la relación de las bebidas alcohólicas con el microbioma intestinal.
El microbioma es una comunidad de organismos microscópicos, como bacterias, virus, hongos y parásitos, que habitan en nuestro cuerpo. Existen varios tipos de esos ‘ecosistemas’ en el aparato respiratorio, a nivel cutáneo, urogenital, bucal y en todo el tracto intestinal.
En situaciones regulares el microbioma intestinal tiene la responsabilidad de mantener un equilibrio saludable de bacterias. Estos microorganismos a su vez apoyan al sistema inmunológico y al metabolismo. Regulan la inflamación y trabajan con el hígado para defenderlo contra las toxinas contribuyendo a prevenir enfermedades crónicas e infecciosas.
Está claro que los microbios contentos y en óptimas condiciones son esenciales para una digestión adecuada, la función inmune y la salud intestinal. Y a medida que los científicos comienzan a explorar cómo la bebida puede influir en el intestino, observan que excederse podría tener algunas consecuencias desagradables, reseña The New York Times.
Sin embargo, como ocurre con gran parte de la ciencia del microbioma, “hay muchas cosas que no sabemos”, afirmó Lorenzo Leggio, médico científico que estudia el uso y la adicción al alcohol en los Institutos Nacionales de Salud.
La mayoría de las investigaciones disponibles sobre las bebidas alcohólicas y el microbioma se han centrado en personas que beben con regularidad y en exceso, añadió Cynthia Hsu, gastroenteróloga de la Universidad de California en San Diego.
Relación bebidas alcohólicas y microbioma
La dieta, o lo que se ingiere, tiene un gran impacto en el microbioma. Cuando se toman bebidas alcohólicas afecta todo, desde el microbioma bucal hasta el sistema digestivo y más. También involucra a muchos otros órganos a lo largo del camino.
El alcohol cambia el equilibrio de las bacterias en el microbioma intestinal. En primer lugar, puede modificar la composición o el equilibrio del microbioma intestinal. Esto puede hacer que esa comunidad pase de un estado de homeostasis en el que todo es feliz y tranquilo a un estado de disbiosis en el que las cosas empiezan a salirse de control.
El microbioma intestinal trabaja para metabolizar los diferentes componentes de las bebidas alcohólicas. Al hacerlo, crea productos, llamados metabolitos, que se utilizan para enviar señales entre ese microbioma, el hígado y la sangre. Algunos de los metabolitos que se crean cuando el cuerpo descompone el alcohol pueden ser tóxicos.
Las investigaciones apuntan que hay una capa protectora de moco en el revestimiento intestinal. Cuando el microbioma intestinal comienza a desequilibrarse, empieza a comerse las capas protectoras entre el intestino, el resto de nuestro cuerpo y la sangre circulante. Esto provoca un cambio en la integridad intestinal o un intestino permeable.
Un puñado de estudios, por ejemplo, han encontrado que las personas con trastorno por consumo de alcohol a menudo tienen un desequilibrio de bacterias «buenas» y «malas» en sus intestinos. Esta disbiosis generalmente se asocia con una mayor inflamación y enfermedad en comparación con tener un microbioma más saludable, precisó Hsu.
Los bebedores empedernidos con disbiosis también pueden tener revestimientos intestinales más permeables o con más fugas, comentó Leggio. Un revestimiento intestinal sano actúa como una barrera entre el interior del intestino (lleno de microbios, alimentos y toxinas potencialmente dañinas) y el resto del cuerpo.
Alteraciones bacterianas e inflación
Cuando el revestimiento intestinal se rompe, las bacterias y toxinas pueden escapar al torrente sanguíneo y fluir al hígado, donde pueden causar inflamación y daño al hígado, señaló añadió Hsu.
La investigación preliminar sugiere que un intestino enfermo podría incluso contribuir a los antojos de alcohol, adelantó Jasmohan Bajaj, hepatólogo de la Virginia Commonwealth University y del Richmond Centro Médico.
En un estudio de 2023, los investigadores observaron los microbiomas de 71 personas de entre 18 y 25 años que no padecían un trastorno por consumo de alcohol. Aquellos que reportaron consumo excesivo con mayor frecuencia tuvieron cambios en el microbioma que se correlacionaron con mayores antojos de alcohol. Este exceso se define como cuatro o más tragos en dos horas para las mujeres, o cinco o más para los hombres.
Ese análisis también se sumó a investigaciones anteriores que encontraron que el consumo excesivo de alcohol se asociaba con mayores marcadores sanguíneos de inflamación. Sin embargo, ninguno ha demostrado que el alcohol provoque disbiosis en humanos. El vínculo es más claro en ensayos con animales, pero en estudios con humanos, a los investigadores les resulta más difícil controlar factores como la dieta y otras condiciones de salud.
Las pautas federales definen el consumo moderado de alcohol como no más de dos tragos por día para los hombres o un trago por día para las mujeres. Hay muy poca investigación sobre cómo esta cantidad de consumo de alcohol afecta el microbioma intestinal, sostuvo Jennifer Barb, científica en bioinformática clínica de los Institutos Nacionales de Salud.
Para mejorar la diversidad del microbioma
Los científicos han descubierto que, en comparación con quienes no beben nada, las personas que beben en niveles bajos a moderados tienen microbiomas intestinales más diversos. Una característica generalmente asociada con un intestino sano. Esto podría atribuirse a otros factores de la dieta o estilo de vida, o podría ser que algo en las bebidas alcohólicas pudiera beneficiar al microbioma. Aunque probablemente no sea el etanol, advirtió Barb.
Otro estudio analizó a 916 mujeres en Gran Bretaña que consumían dos o menos bebidas por día, por ejemplo. Los investigadores encontraron que aquellas que bebían vino tinto (o, en menor medida, vino blanco) tenían una mayor diversidad microbiana intestinal que las que no lo hacían. No se encontró tal vínculo con la cerveza o el licor.
Los investigadores plantearon la hipótesis de que los polifenoles, compuestos que se encuentran en la piel de las uvas y que se encuentran en altas concentraciones en los vinos tintos, podrían explicar sus resultados. Pero no se necesita alcohol para encontrar polifenoles, dijo John Cryan, un neurocientífico que estudia el microbioma en el University College Cork en Irlanda. También se encuentran en las uvas y en la mayoría de las otras frutas y verduras, así como en muchas hierbas, café y té. Consumir una variedad de alimentos de origen vegetal y alimentos fermentados como yogur, kombucha y kimchi también puede mejorar la diversidad del microbioma.