Unos 500.000 tiburones podrían morir en la carrera por producir una vacuna eficaz para atacar la COVID-19, de acuerdo con estimaciones de grupos conservacionistas. Varias candidatas a requieren un ingrediente procedente de hígados de tiburón y, a medida que se intensifica la presión para producir una, los escualos están atrapados en el medio.
Pero ese no es el mayor riesgo para los escualos. La industria pesquera es responsable de la muerte de unos 100 millones de tiburones cada año. En todo el mundo, este pez es buscado para satisfacer las exigencias gastronómicas de un mercado creciente y lo pone en peligro de extinción a una especie que sobrevivió incluso a los dinosaurios.
Un producto muy codiciado
Los tiburones se pescan principalmente por su carne, sus aletas, la piel, el cartílago y el hígado. La carne de tiburón es un componente importante de la alimentación en muchos países en desarrollo. La carne de algunas especies también es muy valorada en algunos países desarrollados.
El ecólogo marino Boris Worm, investigador de la Universidad Dalhousie en Halifax, Canadá, anotó que cada año se capturan unos 100 millones de tiburones en los mares del mundo.
El valor del comercio mundial de productos de tiburón es aproximadamente de 1.000 millones de dólares, de acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (conocida como la FAO). Las capturas mundiales de tiburones notificadas al organismo se han triplicado desde 1950 y alcanzaron su nivel más elevado de todos los tiempos en el año 2000, con 868.000 toneladas.
La sobrepesca continúa sin pausa
Desde entonces, sin embargo, se percibe una tendencia a la baja con un 22% menos de capturas (680.000 toneladas) en 2018. La FAO dijo que no es posible dar una explicación sencilla de las tendencias recientes, pero hay algunos factores generales que, en distintos grados y en diferentes combinaciones, según el tipo de pesca y la región geográfica, pueden haber contribuido al hecho.
En primer lugar, se han introducido medidas de conservación de los tiburones en muchos sistemas nacionales y regionales de ordenación pesquera. Si se aplican con eficacia, las medidas deberán conducir a una reducción de la mortalidad de tiburones por la pesca y evitarían la captura no deseada de tiburones.
En segundo lugar, en muchos casos la reducción de las capturas de tiburones es involuntaria y obedece a la disminución general de la cifra de tiburones explotados que lleva a una reducción del rendimiento. A pesar de que la actividad pesquera sigue siendo igual o incluso mayor.
La gastronomía amenaza al tiburón
En Tailandia, Vietnam y sobre todo en China se les considera una delicatessen. Pero los principales consumidores de carne de tiburón están en Europa y Sudamérica. Tal es el caso de Italia, Brasil, Uruguay, Venezuela y España. Libia y Túnez son los mayores pescadores de tiburón en el Mediterráneo.
A las aletas de tiburón se les atribuyen, entre otros, efectos afrodisiacos. Esta creencia popular no cuenta con ningún respaldo científico, pero es casi imposible de erradicar. Su carne se sirve en ocasiones especiales y grandes celebraciones, como las bodas chinas, sobre todo en forma de sopa. Figura en la carta de restaurantes en lugares tan disímiles como Pekín, Nueva York, Ciudad de México, Lima, Madrid, Londres o Caracas.
Todos podemos ayudar
En España, por ejemplo, es muy común consumir cazón, marrajo y otras especies. Es uno de los mayores importadores. Un cambio en las aspiraciones gastronómicas (un muy pequeño sacrificio culinario) podría ayudar a salvar la especie.
El Centro para la Investigación de Tiburones (CIT) de Venezuela publicó recientemente algunas recomendaciones que bien pueden servir como ejemplo a este lado del Atlántico. La organización pide al público que se sume a las exigencias hacia figuras públicas del área del turismo y la restauración para que NO promocionen el consumo y comercialización de cazón y otros platos.
En el caso de Venezuela, la mayoría de los tiburones que capturan las pesquerías artesanales son todavía inmaduros sexualmente (bebés) y tampoco existen controles efectivos de las autoridades para garantizar que las especies que se comercializan no están amenazadas. Los comerciantes suelen trasladar los cazones sin cabeza y sin aletas, ya que éstas últimas están reservadas para los comerciantes asiáticos, lo que hace imposible identificar las especies prohibidas sin recurrir a pruebas genéticas.
Desde el CIT también recomiendan que se exija a las autoridades de pesca locales que apliquen y actualicen las leyes de protección para los tiburones en sus respectivas jurisdicciones, especialmente en las áreas de cría.
Mucho trabajo por hacer
La FAO destaca que, por las características especiales de su grupo, los tiburones son particularmente vulnerables a la sobrepesca. En primer lugar, suelen tener una capacidad de reproducción relativamente baja, por lo que requieren una atenta ordenación y supervisión para que puedan explotarse en forma sostenible.
Mientras algunas especies tienen una amplia distribución geográfica, otras se encuentran concentradas en espacios restringidos dentro de todo el ámbito de una pesquería o en un espacio donde son objeto de influencias antropogénicas (como el turismo). Varios tipos de tiburón tienen hábitats de importancia crítica, por ejemplo, los lugares de desove, parto y emparejamiento y las vías de migración, que podrían necesitar protección especial.
Algunas especies de tiburón son depredadoras que ocupan el punto más alto en la pirámide alimenticia y naturalmente tienen poblaciones comparativamente pequeñas. Y los tiburones también enfrentan un problema de relaciones públicas: tienen fama de peligrosos, de ser enemigos del ser humano y es difícil conseguir quien los defienda.
El impacto de la vacuna para la COVID-19
La amenaza de la COVID-19 para los humanos también representa un peligro para los tiburones. En concreto, por el desarrollo de una vacuna.
Los productos farmacéuticos buscan específicamente los hígados grasos de los tiburones, que producen un compuesto llamado escualeno. Se usa en vacunas como un «adyuvante», un agente que puede provocar una respuesta inmune más fuerte.
Alrededor de 17 vacunas de las 176 candidatas en las evaluaciones preclínicas y clínicas usan adyuvantes. Y de ellos, cinco adyuvantes de vacunas están basados en escualeno. Uno de los cuales es MF59, que contiene alrededor de 9,75 miligramos de escualeno por dosis.
Si se usa MF59 en una vacuna producida para tratar a todas las personas del mundo, se matarán casi 250.000 tiburones, estima Shark Allies, una organización sin fines de lucro que aboga por la conservación de los tiburones. Y si se necesitan dos dosis de la vacuna, un escenario probable, según los expertos, perecerán casi medio millón de tiburones.
Cacería en aumento
Stefanie Brendl, fundadora y directora ejecutiva de Shark Allies dijo que la gente no está «saliendo a matar tiburones específicamente en este momento solo para obtener suficiente para una vacuna». Pero si la población mundial se vuelve dependiente del escualeno en la producción de vacunas contra el coronavirus en el futuro, podría afectar enormemente a las poblaciones de tiburones, muchos de los cuales ya están amenazados.
La industria del escualeno ya mata alrededor de 3 millones de tiburones cada año. Muchas especies de tiburones ya están en peligro de extinción porque enfrentan amenazas de la sobrepesca y el comercio de aletas de tiburón, que matan a 100 millones de tiburones en todo el mundo cada año.
Las principales víctimas
El tiburón martillo y el tiburón ballena se encuentran entre las especies más buscadas por sus hígados. Pero los tiburones de aguas profundas también corren un alto riesgo: el escualeno ayuda a los tiburones a mantener la flotabilidad bajo el agua. Los que viven en aguas más profundas tienen hígados más grasosos.
Las especies de tiburones de aguas profundas, sin embargo, son longevas y crecen lentamente, lo que complica la recuperación de la sobrepesca. Shark Allies teme que la dependencia del escualeno de los tiburones sea un desastre para las especies que ya se tambalean al borde de la extinción.
Brendl no exige que los productos farmacéuticos reduzcan la velocidad o dejen de funcionar, pero solicita que recurran a alternativas vegetales como el aceite de oliva, la caña de azúcar, las bacterias y la levadura, que tienen buenos niveles de éxito como adyuvantes. Sin embargo, esas opciones pueden ser un 30% más caras y llevar mucho más tiempo extraerlas que el escualeno de los tiburones.
“Las industrias se beneficiarán enormemente de tener una vacuna global”, explicó Brendl. “Es razonable pedir que empiecen a pensar en una producción confiable y sustentable”.
Lea también: