La presencia de microplásticos y parásitos en sardinas y anchoas, dos de las especies más consumidas por los humanos, preocupa a los investigadores. El 60% de las sardinas y anchoas del Mediterráneo llevan estos elementos contaminantes en sus intestinos, según un estudio divulgado por Marine Pollution Bulletín. El asunto a determinar es qué impacto puede tener esto en la cadena alimenticia.
Un riesgo preocupante tomando en cuenta que la producción y uso de microplásticos en el mundo alcanzó más de 300 millones de toneladas en 2017. Su fuente es muy variada: neumáticos, productos cosméticos o de limpieza, ropa, deshechos plásticos de uso cotidiano, procesos industriales… Se estima que entre el 2% y el 5% de todos los plásticos fabricados termina en los océanos. Algunos de ellos lo hacen en forma de microplásticos.
Los microplásticos son partículas y fibras de plástico que por su tamaño – menos de 5 milímetros – son invisibles a simple vista. Pero afectan a pequeños peces, invertebrados y otros alimentadores de filtro que tienen el potencial de ingresar a la cadena alimentaria.
De todas las especies de peces pelágicos pequeños, las sardinas y las anchoas son las más comercializadas y consumidas en el noroeste del mar Mediterráneo. Ambas representan hasta el 39% de las capturas totales de esa región en los últimos años. Las áreas geográficas donde el pescado pelágico tiene más probabilidades de ingerir microplásticos son el Golfo de Alicante para las sardinas y el Golfo de León – Delta del Ebro para las anchoas.
Más de la mitad de esas sardinas y anchoas han ingerido partículas y fibras de plástico. Fue lo que encontró el estudio realizado por el Instituto Español de Oceanografía (IEO), el Institut de Ciències del Mar (ICM) y el Institut Français de Recherche pour l’Exploitation de la Mer (IFREMER).
Microplásticos y parásitos, una incidencia inesperada
Pero también encontraron parásitos como larvas, trematodos y nematodos en su tracto intestinal. Y una incidencia particular: a mayor contenido de microplásticos dentro de su sistema digestivo, también tienen más parásitos. «Este es uno de los primeros estudios en encontrar esta relación entre la incidencia de microplásticos y parásitos», explicó Maria Grazia Pennino, una de las autoras del trabajo.
Por su parte, Marta Coll, investigadora de ICM, apuntó que «los resultados de este estudio plantean nuevas preguntas para llevar a cabo más investigaciones». Por ejemplo, determinar el mecanismo por el cual los peces pelágicos pequeños con una mayor incidencia de microplásticos también tienen más parásitos intestinales. «Los resultados muestran la importancia del monitoreo del ambiente marino, para evaluar la salud de los ecosistemas marinos y su impacto en los humanos».
“Una próxima etapa es entender qué impacto tendrá para las personas que se alimentan de esos peces”, precisó Coll.
El origen de la investigación
Inicialmente, la investigación buscaba determinar las causas del descenso poblacional de sardinas (Sardina pilchardus) y de anchoas (Engraulis encrasicolus). Además de la sobrepesca y el cambio climático, se tropezaron con algo inesperado: la presencia de microplásticos y parásitos en sardinas y anchoas.
Cuál es el punto de partida y cómo funciona la cadena de impactos son algunas de las interrogantes surgidas ante el hallazgo. “No lo sabemos claramente. Lo que sí está claro ahora es que cuando más microplásticos hay, en peores condiciones están (las especies) y tienen parásitos”, sostiene Coll.
Una posibilidad es que los parásitos se hayan posado sobre el plástico y el pez termina por ingerirlo todo. Otra se centra en las zonas de los ríos donde hay descarga de basura, por lo que son aguas más sucias y contaminantes y los parásitos viven de ellas.
Este descubrimiento “abre una puerta a nuevas investigaciones para entender el impacto que tiene en los peces y en el ser humano”, apuntó Cristina Romera, experta en las consecuencias de la degradación del plástico en el ICM-CSIC. “Sobre todo cuando se trata de unas de las especies más comercializadas”, insistió.
Para Romero, aunque se extraiga el estómago a la hora de consumir, cabe la posibilidad que parte de ese plástico vaya a los tejidos que sí se comen. “Sería interesante e importante saber si esto ocurre, al igual que si, en su recorrido por el océano, el microplástico ha absorbido compuestos tóxicos”, señaló.
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