Por Andrés Calamaro
28/04/2016
Mick Jagger (que es más grande que Jesucristo) pisó el escenario del Estadio Único en uno de los tres conciertos que hace un par de meses ofreciera con los Rolling Stones en Buenos Aires, y soltó tan tranquilo: “Me voy a comprar un dos ambientes en Chacarita”… Es como si en el Bernabéu hubiera dicho: “Tranquilos madrileños, que la semana próxima pido una hipoteca para comprar un piso en Vallekas”. Ni más ni menos. Muy bien asesorado por la misma persona que le llevó a bailar tangos a una ‘milonga’ de barrio y convidó a Keith Richards con el tradicional ‘chori-pan’, la popular sincronía del pan y el chorizo criollo: el bocata popular por antonomasia.
Como Jagger es más grande que la vida misma, y pasó a saludar al LOBO NUÑEZ, símbolo del candombe rioplatense que celebraba 60 cumpleaños en la Ciudad Vieja de la capital de la República Oriental…
Así es, podrá usted decir lo que quiera pero este bisabuelo (no es bisabuelo porque yo lo diga) sigue siendo un poderoso y escénico cantante dirigiendo los conciertos -y los destinos- del grupo de rock más grande del mundo. Y decir esto en una época en la que los políticos y los cocineros son más figuras que los guitarristas y los toreros es MUCHO decir. Es decirlo todo.
Andrés Calamaro publicó el pasado 26 de febrero Romaphonic Sessions. Un repertorio a piano de canciones propias como Paloma o Mi enfermedad además de clásicos del tango.
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