El 8 de febrero fue un buen día para la ciencia. Luego de un engorroso proceso que duró 12 años, un jurado le dio la razón a la ciencia sobre el cambio climático y condenó por “malicia, rencor, mala voluntad e intención de hacer daño” a dos negacionistas. Michael Mann los había demandado y les ganó. Una bocanada de aire fresco para la comunidad científica, objetivo de los ataques de los conspiranoicos.
Michael Mann, meteorólogo de la Universidad de Pensilvania, dio el primer paso. Tomó la decisión y demandó. Se cansó de ser difamado en la web. Dos escritores lo acusaron de engaño y compararon su estatus académico con el de un delincuente sexual convicto. Ser una personalidad pública complica ganar casos de difamación y Michael Mann lo es. Su caso se basaba en que varias instituciones de dos continentes habían examinado y refrendado su trabajo sin encontraron evidencia de conducta científica inapropiada.
A juicio de Mann, cualquiera que lo acusara de fraude mostraba un negligente desprecio por la verdad. En la siguiente década, el caso se fue desvaneciendo, se presentaron apelaciones y hubo largos períodos de inactividad. Finalmente llegó el juicio y un jurado emitió un fallo el 8 de febrero. Mann tiene derecho a recibir una compensación de los escritores que lo difamaron.
Michael Mann
Michael Evan Mann, un climatólogo y geofísico estadounidense, se le reconoce por su contribución al entendimiento científico del cambio climático fundamentado en el registro de temperaturas de los últimos mil años. También es cofundador de RealClimate.org y autor de 5 libros y más de 200 publicaciones revisadas por pares y editadas, y de numerosos ensayos y comentarios. Dirige el Centro para la Ciencia, Sostenibilidad y los Medios de Comunicación en la Universidad de Pensilvania y ha desarrollado técnicas innovadoras para encontrar patrones en el cambio climático pasado y aislar señales climáticas de datos ruidosos.
Como autor principal de un artículo producido en 1998 con Raymond S. Bradley y Malcolm K. Hughes, Mann utilizó técnicas estadísticas avanzadas para encontrar variaciones regionales en una reconstrucción climática hemisférica que cubría los últimos 600 años. En 1999, el mismo equipo utilizó estas técnicas para la reconstrucción de los últimos 1.000 años. Fue uno de los ocho autores principales del capítulo «Variabilidad y Cambio Climático Observados» del Tercer Informe de Evaluación Científica del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático publicado en 2001.
Mann ha recibido numerosos honores y premios. En 2002 fue incluido en la selección de Scientific American como uno de los cincuenta visionarios líderes en ciencia y tecnología. Diez años después fue elegido miembro de la Unión Americana de Geofísica y recibió la Medalla Hans Oeschger de la Unión Europea de Ciencias de la Tierra. En 2013, fue elegido miembro de la Sociedad Meteorológica Americana y le otorgaron el estatus de profesor distinguido en la Facultad de Ciencias de la Tierra y Minerales de la Universidad Estatal de Pensilvania. Sin embargo dos negacionistas lo acusaron de ser un fraude. Desde 2009 lo atacan y descalifican por Internet.
Climategate
Todo comenzó con el escándalo del “Climagate”. La controversia se originó originada en los correos electrónicos del Centro de Investigación Climática hackeados en noviembre de 2009 de servidor del centro en la Universidad de East Anglia. Miles de miles de correos electrónicos y archivos informáticos se difundieron a través de Internet antes de la Cumbre de Copenhague sobre el cambio climático. Los negacionistas manifestaron que los correos electrónicos revelaban la existencia de una conspiración científica con el calentamiento global mediante la manipulación de los datos. Sin embargo, el Centro de Investigación Climática refutó estas acusaciones alegando que los correos electrónicos se habían sacado de contexto. FactCheck.org sentenció que los negacionistas habían interpretado erróneamente los correos electrónicos.
El término “Climategate” fue acuñado por el James Delingpole, inspirado en el Watergate de Nixon, a pesar de la diferencia entre las dos situaciones. Varios científicos, responsables de políticas y expertos en relaciones públicas, afirmaron que la divulgación de los correos electrónicos era una campaña de difamación destinada a socavar la conferencia climática. Igualmente, varias organizaciones científicas respaldaron el consenso científico: la temperatura media de la superficie de la Tierra ha venido aumentando desde la última cuarta parte del siglo XIX. La desproporcionada cobertura mediática inicial del hackeo fue amplificada por los negacionistas, mientras que la divulgación de los informes que exoneraban a los científicos fue insignificante. El desequilibrio en la cobertura contribuía a socavar la confianza en la ciencia del cambio climático.
Mann en la mira
Los escépticos del cambio climático aprovecharon la filtración de correos electrónicos para acusar a Michael Mann de manipular los datos para exagerar el gráfico. Varias instituciones, incluyendo la Universidad Estatal de Pensilvania, la Fundación Nacional de la Ciencia, los gobiernos que financiaron a los investigadores y el Departamento de Comercio absolvieron a Mann. Manifestaron que no hubo conducta reprobable o dudosa. Otros científicos replicaron sus hallazgos utilizando diferentes conjuntos de datos y métodos estadísticos. La controversia parecía haberse resuelto.
No era así. En 2012, Rand Simberg y Mark Steyn, con otros escritores y blogueros, convencidos de que Mann y toda la climatología moderna estaban equivocados, asumieron que las investigaciones que respaldaban los datos de Mann eran encubrimientos. Rand Simberg, profesor adjunto del Competitive Enterprise Institute, comparó a Mann con Jerry Sandusky, el entrenador de fútbol condenado por abuso sexual a menores.
Simberg argumentó que Mann había abusado de su posicióncomo Sadunsky, pero en lugar de abusar de niños, “abusado y torturado datos” para una ciencia politizada. Pocos días después, Mark Steyn, autor y presentador de programas conservadores, repitió parte del post de Simberg en National Review online y añadió su propio veneno. Dijo que Mann era el “artífice del fraudulento gráfico del cambio climático”. Mann los demandó.
12 años para demostrar su inocencia
Los conspiranoicos negacionistas afirmaban que Mann había creado gráficos fraudulentos y acusaban a la Universidad de Pensilvania gestionar mal las investigaciones. Mann argumentó en su demanda que los Rand Simberg y Mark Steyn mostraron un desprecio negligente por la verdad al acusarlo de falsear las cifras, pese a que las investigaciones que lo habían absuelto. Suficiente para considerarlos responsables de difamación.
Como figura pública, Mann tuvo que demostrar que Simberg y Steyn mintieron a sabiendas en sus escritos. “Para mí, ser comparado con Jerry Sandusky, como padre de una niña de 6 años, ha sido quizá lo peor que he vivido. Me sentí como un paria en mi propia comunidad”, dijo Mann
La defensa de Simberg y Steyn se centró principalmente en su creencia genuina en sus opiniones y su derecho a expresarlas. El caso se reducía a que las personas incapaces de incorporar pruebas a sus opiniones podían expresarlas sin consecuencias, incluso si tenían repercusiones para los demás. Mann alegó que habían afectado su carrera y reputación. “Lo único que tenían que haber hecho hace doce años era disculparse y retirar los artículos difamatorios. Pero se negaron a hacerlo y hemos llegado hasta aquí”, dijo.
Negacionistas en el banquillo de los acusados
Durante el juicio, Mann alegó que había perdido la financiación de subvenciones como resultado de las publicaciones del blog. Afirmación que ambos acusados refutaron alegando que Mann no había respaldado su hipótesis con suficientes pruebas. Argumentaron que con el juicio Mann se había convertido en uno de los científicos del clima más conocidos del mundo en los años posteriores a sus comentarios.
El jurado decidió que las personas incapaces de incorporar pruebas a sus opiniones deben afrontar sus consecuencias. El 8 de febrero, tras cuatro semanas de juicio en el Tribunal Superior del Distrito de Columbia, un jurado de seis personas concluyó que Simberg y Steyn son culpables de difamar al climatólogo Michael Mann. Mentir a sabiendas para desacreditar a la comunidad científica y la ciencia del clima tiene un precio: un millón de dólares. Ambos hicieron sus declaraciones con “malicia, rencor, mala voluntad, venganza o intención deliberada de dañar”.
En cuanto a las indemnizaciones por daños y perjuicios para desalentar futuros comportamientos similares, la sentencia presenta una brecha drástica. Simberg, quien en la actualidad tiende a escribir sobre política más que sobre ciencia y se presenta como experto en política espacial, fue condenado a pagar solo 1.000 dólares. A Steyn, que sigue luchando activamente en la guerra climática y continua con el ataque contra Mann en su sitio web, se le ordenó pagar un millón de dólares.
Comunidad científica reconfortada
Tras el veredicto del jurado, Mann expresó su satisfacción. “Me siento muy bien. Es un buen día para nosotros y para la ciencia”. El abogado de Simberg, Mark DeLaquil, insistió en que el caso no era realmente sobre la ciencia del clima. “Sino sobre el derecho de las personas a expresar libremente sus opiniones, incluso cuando no coinciden con informes gubernamentales como los que exoneran al Dr. Mann”.
Katharine Hayhoe, científica jefe de The Nature Conservancy y profesora de la Universidad Tecnológica de Texas, señaló que el caso de Mann resuena entre otros científicos del clima. “No puedo pasar un día sin que me ataquen. Está luchando por todos nosotros”, dijo. John Cook, coautor del estudio e investigador en psicología de la Universidad de Melbourne, señaló que los científicos son un objetivo aún mayor que los activistas o los políticos. Los ataques a los científicos son “una de las formas más frecuentes de desinformación sobre el clima”.
Michel Mann considera que “la desinformación sobre el clima y los ataques por motivos políticos contra la ciencia y los científicos han aumentado considerablemente desde 2012”. El problema no es exclusivo de Estados Unidos. Es cada vez más común a nivel global. En España, la AEMET y profesionales de la meteorología han tenido que soportar campañas de acoso por parte de conspiranoicos, negacionistas y extremistas.
Consenso sólido
El consenso científico sobre el cambio climático fue sólido en las últimas dos décadas. Un análisis de 2004 que examinó más de 900 estudios científicos sobre el cambio climático no encontró ninguno que negara la idea de que la actividad humana produce gases de efecto invernadero que calientan el planeta. Sin embargo, la aceptación pública. En 2008, el 71% de los estadounidenses reconocía que se estaba produciendo un cambio climático, según una encuesta realizada por Yale y la Universidad George Mason. Pero, entre 2008 y 2010, la proporción de estadounidenses que aceptaban el cambio climático cayó al 57%. Una encuesta de 2023 reveló que el 72% de los estadounidenses acepta que el cambio climático está ocurriendo.
El cambio climático sigue siendo altamente polarizante. Otra encuesta reveló en 2023 que el 91% de los demócratas cree que se está produciendo un cambio climático, mientras que solo el 52% de los republicanos lo cree.
Nuevo negacionismo
La investigación sobre el escepticismo y el negacionismo climático ha avanzado en los últimos años. Un estudio de 2021 determinó que los ataques a los científicos son una de las formas más comunes de desinformación climática, mientras que las afirmaciones de que las soluciones climáticas no funcionarán han ganado importancia.
Un informe reciente del Center for Countering Digital Hate descubrió que el “negacionismo antiguo” representa el 30% de todas las afirmaciones despectivas. Mientras que la “nueva negación”, que incluye ataques a los científicos e información errónea sobre las soluciones, representa el 70%.
Los juristas afirman que este pleito es importante para la ciencia del clima, pero también para la libertad de expresión como blindaje para la difamación. “Los tribunales deben encontrar un equilibrio entre el derecho de las personas a expresar libremente sus opiniones y la prevención de las mentiras que dañan la reputación de las personas», afirma RonNell Andersen Jones, profesor de Derecho de la Universidad de Utah.