En un mundo cada vez más online, inducido por la pandemia, la vida se simplifica. En movilidad, en operaciones bancarias, trámites, compras, costes de transporte y un sinfín de transacciones. También la complica, la ata, la sume en un remolino de datos e información. De lo que se ha llamado «economía de la atención» y que Michel Goldhaber visualizó en la década de los ochenta y que ha ido comprobando en todos estos años, y mucho más en estos últimos.
No hay duda. Hay un aumento en el uso de las redes sociales. En WhatsApp, Facebook e Instagram se elevó en promedio unas 4 horas durante el confinamiento. Pasando de 18 horas a 22 horas semanales. Alza que se observó en todos los rangos etarios.
Michael Goldhaber es físico teórico. Pero ha adoptado un concepto, inicialmente difundido por el psicólogo Herbert A. Simon, como el de la economía de la atención. Este concepto representa un cambio de paradigma en la forma de entender la comunicación humana actual. Simon advirtió que «lo que consume la información es bastante obvio: la atención de sus destinatarios. Por tanto, una gran cantidad de información crea pobreza de atención. Y la necesidad de asignar esa atención de manera eficiente entre la sobreabundancia de fuentes de información”.
Goldhaber ha afinado el concepto y lo ha desarrollado. Cree “preocupante” este boom de las redes de mensajería. “La pandemia nos puede hacer aún más dependientes y partícipes pasivos de la llamada economía de la atención”, anotó.
La atención entonces se convertiría en la economía del ciberespacio. Hay algo que nos controla o motiva a ver ciertas publicaciones en los medios digitales o a pasar cierta cantidad de tiempo «ojeámdolos». Pareciera una mano invisible, pero según Goldhaber sería más bien nuestra atención controlada por nuestra adicción.
Economía de la atención, qué es y sus consecuencias
Antes que la tecnología se diversificara y se crearan aplicaciones y nuevas herramientas, Goldhaber ya las anticipaba. Como el dominio total de Internet, el aumento de la desvergüenza en la política. La cooptación de las redes sociales por parte de los terroristas. El auge de la telerrealidad, los sitios web personales, el exceso de lo que compartimos en la red, el ensayo personal. Los fandoms y la cultura de los influencers online, junto con la destrucción casi total de nuestra capacidad de concentración.
Sus ideas, reflexiones y conclusiones se las confió a Charlie Warzel, columnista de Opinión de The New York Times, en una amplia entrevista. Cuenta Warzel que Michael Goldhaber, hace treinta años atrás, estaba obsesionado con lo que consideraba un exceso de información. Es decir, que había más acceso a las noticias, la opinión y las formas de entretenimiento de lo que uno podía manejar.
Se aferró entonces a ese término, un tanto abstracto, como el de la «economía de la atención”. En el cual se incluyen la publicidad, el periodismo, la política, el negocio del streaming y las redes sociales. Pero, para Goldhaber, el término es un poco menos teórico. Cada acción que realizamos, como llamar a nuestros abuelos, limpiar la cocina o deslizar el dedo en nuestros teléfonos para ver más contenidos, es una transacción.
“No dejaba de pensar que la atención es muy deseable y que los que la quieren tienden a querer toda la que puedan conseguir. Más aún, cuando se tiene atención, se tiene poder. Algunas personas intentarán y lograrán obtener enormes cantidades de atención y no la utilizarán de forma equitativa ni positiva”. dijo Goldhaber.
Audiencia global y agotadora en la economía de la atención
En 1997, contribuyó a popularizar la “economía de la atención” con un ensayo en la revista Wired en el que predecía que Internet pondría patas arriba la industria publicitaria. Y crearía un “sistema de estrellas” en el que “seas quien seas, te expreses como te expreses, puedes tener una oportunidad de llegar a la audiencia global”.
En junio de 2006, cuando faltaban meses para que Facebook lanzara su sección de noticias, Goldhaber predijo los agotadores efectos personales de una vida mediada por tecnologías que se alimentan de nuestra atención y recompensan a los más capaces de dominarla.
“En una economía de la atención, uno nunca deja de estar encendido, casi siempre está poniendo, recibiendo o buscando atención”, sostuvo.
Goldhaber, de 78 años de edad y alejado de la vorágine tecnológica, considera que la atención siempre ha sido moneda de cambio, pero como hemos empezado a vivir nuestras vidas cada vez más online, ahora es la moneda por excelencia. “Cualquier debate sobre el poder es, en última instancia, una conversación sobre la atención. Cómo la extraemos, la manejamos, la desperdiciamos, abusamos de ella, la vendemos, la perdemos y nos beneficiamos de ella”, agregó..
Adicción a internet y sus herramientas
Estudiosos como Éric Sadin y Thomas H. Davenport, sostienen que la economía de la atención se vale de la adicción de los seres humanos a las redes sociales. Los “me gusta” serían capaces de activar la misma región cerebral relacionada a ganar dinero o al placer de comer chocolate.
Otro componente adictivo de estas redes es la herramienta del refresh, la cual gatilla las mismas áreas del cerebro que tirar la palanca de una máquina de casino. Es esa la razón por la cual aplicaciones como Facebook, Twitter e Instagram tienen un infinito scroll, en el cual se puede estar horas observando contenidos.
Además del impacto a nivel cerebral, existe un componente social que nos hace dependientes de estas tecnologías. El FOMO, es decir, el fear of missing out (miedo a no estar al día). Es la angustia que algunos usuarios de las redes sociales tienen de no enterarse de informaciones o eventos.
El psicólogo Andrew Przybylski coincide con Goldharber. “El síndrome FOMO actúa como una suerte de bisagra entre la insatisfacción y el uso de las redes sociales. Las personas que tienen necesidad de contacto humano, pero no logran satisfacerla, sienten un mayor desasosiego ante la posibilidad de perderse eventos o información importantes¨.
El gobierno de Trump y el manejo de las redes
Michael Goldharber manifiesta ce que es imposible entender el ascenso de Donald Trump y la política estadounidense moderna sin entender el secuestro de la atención y cómo se utiliza para ejercer el poder. Trump, sus tuits, sus mítines y el dominio de las noticias por cable que definieron su presidencia fueron un producto casi perfecto de una economía de la atención.
También interpreta el intento de insurrección en el Capitolio como el resultado de miles de influencers y de medios informativos que expusieron a sus audiencias teorías conspirativas cada vez más peligrosas. Devinieron en plataformas optimizadas para amplificar la indignación, en un intento de ganar fortuna, fama y, especialmente, atención. “Se sentía como una expresión de un mundo en el que todas las personas buscaban desesperadamente su propia audiencia, y fracturaban la realidad en el proceso. Ahora veo que el proceso no hace más que acelerarse”, apuntó.
Aunque Goldhaber dijo que quería mantener la esperanza, le preocupa profundamente saber si pueden coexistir la economía de la atención y una democracia sana.
La economía de la atención es una realidad. “No se trata de sentarse y no hacer nada. Se trata de preguntarse: ‘¿Cómo distribuyes la atención que tienes de forma más centrada e intencionada?’”. Goldharber se espeondió: “La atención es un recurso limitado, así que pon atención a lo que prestas atención”.
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