Por Paz Mata
24/12/2016
Es conocido por la intensidad de sus interpretaciones y por poner toda la carne en el asador cuando se trata de dar vida a personajes torturados, provocadores y brutales, hombres que no están en paz consigo mismos. Desde que interpretara a Boby Sand (el miembro del IRA que murió en 1981, tras una huelga de hambre en una cárcel de Belfast) en el filme Hunger, la carrera de Michael Fassbender (Heidelberg, 2 de abril de 1977) es imparable.
Sin duda fue su interpretación del mutante Magneto, en el cómic de Marvel X-Men: First Class, la que le lanzó a la fama, pero no hay que olvidar al adicto al sexo en Shame, pocos actores tienen la audacia de llevar a cabo una transformación de ese calibre, o al propietario de esclavos en 12 años de esclavitud, por la que, en el 2014, recibió su primera nominación al Oscar. La segunda le llegó a principios de este año encarnando al fundador de Apple, Steve Jobs.
Sus dos últimos trabajos, el drama La luz entre los Océanos y la fantasía de aventura Assassin’s Creed, basada en el videojuego del mismo nombre, le han tenido ocupado los dos últimos años y ahora ha llegado el momento de ver el fruto de sus esfuerzos. La primera, basada en la novela homónima, cuenta la historia de un matrimonio que vive aislado en un faro de una lejana isla en Australia y tiene un oscuro pasado que no ha logrado superar.
En Assassin’s Creed, Fassbender interpreta a Callum Lynch, un hombre solitario y violento que, a través de una tecnología revolucionaria que desbloquea su memoria genética, experimenta las aventuras de su ancestro, Aguilar, un curtido miembro de la hermandad de asesinos denominada los Assassins, en la España del siglo XV. Al descubrir que es descendiente de esta misteriosa sociedad secreta, Lynch reunirá un increíble conocimiento y habilidades para enfrentarse, en el presente, a la poderosa y opresiva organización de los Templarios.
Nos entrevistamos con Fassbender en Londres nada más terminar el rodaje de Alien: Covenant a las órdenes de Ridley Scott.
No cabe duda de que está pasando por un extraordinario momento profesional. ¿Cuál es la clave de su éxito?
Trabajar duro y tomarse la profesión muy en serio. Cuando me levanto cada mañana, lo primero que hago es agradecer a quien sea que esté por encima de todo esto, el haberme concedido esta oportunidad, porque cuando empecé mi carrera, mi objetivo era precisamente éste, trabajar con grandes directores, magníficos actores y poder contar grandes historias.
¿Cuándo supo que tenía madera de actor?
Cuando me di cuenta de que el colegio no se me daba muy bien (risas). Por un tiempo me interesó el derecho, porque veía a los abogados en las películas y series de televisión presentando un caso ante el juez y eso me atraía. Pero luego me di cuenta de la cantidad de informes y documentos que tienen que leer y me eché atrás. Yo soy muy lento leyendo. Luego me interesó la arquitectura, pero me suspendieron el examen de dibujo técnico (risas), me quedaba el periodismo, por aquello de ser corresponsal de guerra y poder ver y contar lo que sucede en el frente. Por suerte, un profesor de mi colegio, que había estudiado arte dramático, montó unas clases de drama y comedia y me apunté a un par de ellas. Enseguida me di cuenta de que podía expresar todas las cosas que llevaba dentro y sacar a la luz los personajes que creaba con mi imaginación.
Empieza a ser un experto en franquicias, después de X-Men le sigue la de Assassin’s Creed. ¿Es aficionado a los videojuegos?
Cuando era un chaval sí, ahora no tanto. Pero de joven recuerdo llegar a casa después de pasarme el día entero cargando y descargando cajas en un almacén y ponerme a jugar con la videoconsola. Era un juego de carrera de coches, pero obsesioné con él y me pasaba más de seis horas jugando sin parar. En ese momento no había nada más que me interesase.
¿Qué pueden esperar los fans del videojuego y los que no conocen esta saga?
Los fans del videojuego pueden esperar grandes sorpresas, pero aunque esté inspirada en los videojuegos de Assassin’s Creed, la historia de la película nace de un guion completamente nuevo, escrito específicamente para el filme y que no sigue exactamente la línea argumental de los videojuegos. Por ejemplo, el brazo Animus que existe en la película es totalmente nuevo para el videojuego. Las historias para la gran pantalla serán independientes de las que ocurran en las consolas y los que no conocen ese mundo van a tener la posibilidad de entrar en él a través de la película. Lo que distingue a Assassin’s Creed de cualquier otra historia de fantasía es el hecho de la memoria genética, una teoría muy plausible que nos permite un cierto escapismo en un mundo de fantasía atado a una bases científicas. Además, hemos creado secuencias de acción y de regresión usando muy poco la tecnología digital, lo cual es inusual en estos tiempos.
Además de trabajo seguro y un buen sueldo, ¿qué le ofrecen este tipo de proyectos?
Una experiencia muy distinta. Son grandes empresas que requieren mucho esfuerzo para llegar a buen término. Es como navegar y maniobrar un gran buque de carga. Hace falta mucha energía, mucha gente y una gran sinergia para manejar a un equipo de 300 personas. Yo he aprendido mucho sobre cómo se hacen este tipo de películas desde que hice lal primera, en 2010, y tengo que decir que merecen todo mi respeto.
¿Qué es lo que más le atrae de este tipo de personajes?
Que me proporcionan la oportunidad de hacer un trabajo muy divertido y, sobre todo, muy apreciado por los fans. Gracias a ellos he conseguido tener una base de fans muy extensa por todo el mundo y eso es de agradecer. El éxito de X-Men, por ejemplo, me ha permitido crear mi propia productora, DMC Productions y producir películas como 12 años de esclavitud (2013).
Entre estas dos películas hay un gran trecho en cuanto a estilos de interpretación. ¿Qué busca a la hora de elegir un papel?
Me interesa contar una historia y hacerlo desde todo tipo de personajes y estilos cinematográficos, no importa el tamaño de la película. Como espectador disfruto mucho con cintas como X-Men y eso es algo que también tengo en consideración a la hora de elegir un papel. Siempre busco algo que interese o entretenga.
Del cómic y los videojuegos ha pasado a la ciencia ficción de Alien: Covenant. ¿Cómo ha sido la experiencia de volver a trabajar con Ridley Scott, tras su colaboración en Prometheus?
Extraordinaria. Es impresionante verle trabajar con un equipo de gente tan grande, que habla distintos idiomas, con tantos decorados y departamentos. Es todo un maestro mezclando las últimas tecnologías con elementos más primitivos, como ya vimos en Blade Runner. Yo trato de absorber lo más posible de sus conocimientos.
¿Qué nos puede contar de la película?
Nada. Es todo un secreto y me mataría Ridley si cuento algo. Lo único que puedo decir es que los decorados son magníficos y salen muchos alienígenas (risas). A la gente le va a entusiasmar.
Hablemos entonces de su otro estreno La luz entre los océanos, un drama para el que usted y su compañera, Alicia Vikander, se prepararon viviendo aislados en un faro. ¿Qué sabía usted de faros y de ese mundo aislado que llevan los fareros?
No sé mucho, incluso después de hacer esta película (risas). Pero mi personaje Tom tampoco es un experto en faros, es un veterano de guerra que hace una promesa a Dios si sale ileso de la guerra: no volver a hacer daño a nadie. Para ello piensa que lo más fácil es alejarse del mundo y vivir en total aislamiento. Trabajar de farero en una isla apartada del continente era el mejor lugar para sanar su mente y su alma. La ironía es que acaba haciendo el mal a mucha gente.
Si buscara aislarse del mundo, ¿dónde iría?
A un lugar donde haya agua, muchas olas y buena comida.
Hablando de comida, hace nueve años estrenó Hunger. Mucho han cambiado las cosas desde entonces para usted. ¿Siente nostalgia de ese tiempo en el que era menos reconocido por la calle?
No, ninguna. Fue una experiencia extraordinaria que me ha permitido disfrutar de lo que tengo ahora. Mi pasión es la actuación y antes de que llegara Hunger, me resultaba muy difícil encontrar papeles interesantes, iba a muchas audiciones pero sin ningún resultado positivo. En esa época pensaba, “si pudiera vivir de mi profesión sería maravilloso.” Ahora me siento muy afortunado porque vivo de este trabajo.
¿Cómo lleva el peso de la fama?
La fama puede ser divertida, seductora, peligrosa y puede distraerte de tu principal objetivo. Yo mantengo mi vida personal bastante al margen del trabajo, porque si no te resulta muy difícil desaparecer dentro de un personaje y hacer que el público se sienta transportado a una historia que no tiene que ver nada conmigo. Pero eso forma parte de este trabajo y el hecho de poder hacer lo que más me gusta compensa todos los aspectos negativos de la fama.
¿Cuál es el que más le molesta?
Las fotos, sobre todo esas que tengo que hacerme con toda una familia de fans. Ahora todo gira en torno a la foto, lo demás no importa. De vez en cuando me gustaría poder conversar con alguien y preguntar qué les ha parecido la película. Esto de tener que grabar visualmente cada instante de nuestra vida me sobrepasa. Lo mismo me ocurre con el uso del teléfono y las redes sociales. Yo no uso ninguna y procuro limitar el uso del teléfono al mínimo.
¿Le afecta lo que se diga de usted?
A veces me cabrea que se saque una foto mía y luego se escriba un pie de foto fuera de contexto. Pero no puedo hacer nada, vivimos en tiempos en los que todo tiene que ser documentado al momento. Lo siento por los adolescentes porque no pueden disfrutar de la libertad que había en los 60, 70 y 80. Hay que tomarse las cosas con filosofía no perder el sentido del humor y disfrutar de lo que tienes, porque todo pasará. En 20, 30 o 50 años nada de esto importará.
Sigue trabajando sin cesar, ¿tiene miedo al paro?
En mi profesión no hay nada seguro, nunca se sabe lo que te va a pasar, por eso aprovecho esta buena racha por la que estoy pasando. Me llegan muy buenos papeles y no pienso desaprovechar esa oportunidad. En todas las artes se producen momentos de una gran actividad artística en la que alcanzas un buen nivel y luego te llegan momentos bajos en los que no produces nada interesante. Quizá en cinco años esté haciendo cosas muy distintas.