06/03/2016
Hace 25 años Michael Dobbs tomó la mejor decisión de su vida mientras bebía una botella de vino junto a la piscina de un hotel de Malta. Allí empezó a perfilar el personaje central de la novela House of Cards (Alba Editorial) tras una bronca con Margaret Thatcher. El reconocimiento de la trilogía que completó y su adaptación como serie de televisión en la BBC no fue nada comparado con el éxito planetario que ha supuesto la versión estadounidense protagonizada por Kevin Spacey. Lord Dobbs, (Cheshunt, Reino Unido, 1948), atiende a Cambio16 en Madrid durante una escala hacia Londres procedente de Mónaco, donde viajó ejerciendo de productor ejecutivo de la serie.
¿Por qué el nombre de Francis Urquhart?
En 1987, yo era el jefe de gabinete de Margaret Thatcher. Y acababa de tener una agria discusión con ella una semana antes de los comicios de 1987. Tras las elecciones, que volvió a ganar, yo sabía que mi relación con ella estaba acabada. Y me senté a ver si podía escribir un libro. Estaba en la isla de Gozo, en Malta, bebiendo una botella de vino junto a la piscina del hotel. La pelea había sido muy dura y yo iba camino de la guillotina política. Me sentía herido y, por tanto, también podía resultar hiriente. Mientras pensaba en los personajes de mi libro sólo escribí dos letras en el bloc de notas: “F U”, que inglés significa “que te jodan”. Al día siguiente esas “F U” se convirtieron en Francis Urquhart, que también sirven para Francis Underwood. Ese “F U” es la esencia del personaje y de cómo nace House of Cards.
¿Por qué discutió con Thatcher?
Se juntaron varias cosas. En ese momento la bronca fue por una campaña de anuncios electorales. Ella tenía sus problemas habituales de dolor de muelas unido a la falta de sueño. Pero la verdadera razón fue que se trataba de una mujer que llevaba demasiado tiempo en el cargo y que había perdido el contacto con la sensibilidad de la gente. Empezamos a observar en privado lo que todo el mundo estaba a punto de ver en público. Tres años después de eso se tuvo que ir porque su propio partido se deshizo de ella.
¿Cómo recuerda ese final?
Si lo hubiera dejado a los 10 años de mandato se habría ido por todo lo alto, pero se aferró al poder y acabó saliendo a regañadientes y llorando de Downing Street. Y la imagen que ha quedado de ella es un final muy de Shakespeare, con la protagonista derrotada teniendo que abandonar su casa entre lágrimas. No entendió que la política no se trata de caer bien a todo el mundo sino de que las cosas salgan adelante.
¿Algún primer ministro le recuerda a Francis Urquhart?
Hay gente que cree que puede ser Tony Blair. Intentó ser como Urquhart pero fracasó. Blair se cree todo lo que afirma independientemente de lo inconsistente que sea lo que dice. Urquhart (o Underwood) no se cree todo lo que dice, pero es consciente de que está diciendo mentiras.
¿Cómo hace para que la gente pueda llegar a tener simpatía por un personaje tan mezquino como Urquhart?
Lo primero es hacerlo humano. Los políticos no son aliens que viven de otro planeta. Si te sientas a hablar con ellos, podrás ver que son gente con la que puedes tener una conversación normal. Todos la fastidiamos en nuestros trabajos y ellos también en el suyo. Lo que pasa es que su trabajo es público. Los historiadores en el pasado, y ahora la prensa, no tienen mucha sensibilidad con los problemas que puedan tener y las circunstancias.
¿Se encuentra el personaje de Urquhart más próximo a los políticos de los años 80 o a los actuales?
Los políticos han cambiado. Pero algunas cosas siguen inalterables. Francis Urquhart es un político de los años 80 pero su versión moderna, Underwood, es un político de nuestros días. En cualquier caso ambos funcionarían como políticos de hace 2.000 años en los tiempos de Julio César. Para mí la inspiración de todo esto viene de cuando de niño leí en la escuela Julio César, de Shakespeare. Hablamos del hombre más poderoso del mundo de su tiempo que acaba asesinado a puñaladas por sus mejores amigos en las escaleras del Capitolio. ¿Qué más quieres? Se trata de una historia maravillosa. Y hay cosas como la ambición y la debilidad humana que perviven con el paso del tiempo sea, cual sea el sistema político.
¿Cuáles son las principales diferencias entre Urquhart y Underwood?
Ian Richardson era muy británico y cortés y con un toque empático. Kevin (Spacey) es mucho más oscuro, Underwood no tiene el sentido del humor de Urquhart, lo puedes ver en sus ojos. Justo antes de empezar con el papel de Underwood, Kevin había interpretado a Ricardo III en el teatro. Y hay mucho de ese Ricardo III malévolo y maquiavélico en Underwood.
¿Cómo es su relación con Netflix comparada con la BBC?
Con la BBC terminé muy mal. En la tercera temporada de la versión inglesa acabé solicitando formalmente que eliminaran mi nombre de los títulos de crédito porque habían desvirtuado la obra. Netflix sólo es la plataforma, pero con los productores de la serie, de la que formo parte, es maravillosa. Hago de embajador de la serie pero no escribo los guiones con ellos. Les sirvo de inspiración y hablamos cada semana por teléfono sobre el carácter de los personajes, pero ya cuentan con un equipo de guionistas maravilloso que lo están haciendo fenomenal. Está siendo la experiencia laboral más gratificante de mi vida.
¿Cuál de las tres temporadas emitidas de ‘House of Cards’ es su preferida?
Las tres son diferentes. La primera giraba sobre el sexo y la violencia. La tercera temporada también tiene sexo y violencia, pero se trata principalmente de las relaciones. Lo que la serie americana ha conseguido, y es algo que yo no logré en mis libros, es elevar la relación y lograr que Claire sea tan importante como Frank. Y eso lo han logrado de una manera brillante, porque con esto consiguen abrir más líneas narrativas que si se hubieran centrado sólo en Frank.
¿Y su momento preferido?
Hay una escena al final de la segunda temporada, y con esto no desvelamos nada de la trama, en el que el guardaespaldas de Frank le regala unos gemelos con las letras “F U”. Esas letras han sido muy importantes en los últimos 25 años de mi vida. Y cuando lo vi en la pantalla me acordé de aquel bloc de notas y aquella piscina de Malta y lloré de emoción. Y, evidentemente, me he hecho con mis propios gemelos.
El gesto característico de Underwood de golpear los nudillos contra la mesa no aparece en sus libros. ¿De dónde ha salido?
Es cosa de Kevin. Es algo que aportó él al personaje y ha resultado genial.
¿Tiene pensado ampliar la saga?
Ahora mismo no tengo tiempo porque estoy con muchos proyectos y creo que el listón y las expectativas están tan altos que requiere una dedicación que ahora no puedo aportar.
¿Qué está tramando con Adam Price, el creador de ‘Borgen’?
No puedo hablar mucho de ello, pero por lo que tenemos escrito se trata de una serie ambientada en Westminster, pero no sobre Westminster.
¿Se trata de algo entre la crueldad de ‘House of Cards’ y el idealismo de ‘Borgen’?
No será algo intermedio. Tratará sobre la política y tenderá más a uno de los lados pero estará a otro nivel. Llevamos dos años trabajando en ello.
¿Le gusta ‘El Ala Oeste de la Casa Blanca’?
Me encanta. Y era muy fiel al momento en el que se estrenaba. Era una serie muy popular bajo el mandato de George Bush porque la gente quería la alternativa y ahora que Obama es presidente a la audiencia le gusta la alternativa, que es Underwood porque es un tipo que resuelve las cosas. El contexto es muy importante para el éxito de una serie.
¿Qué otras series sigue?
Estamos en la edad de oro de las series. Me encanta el concepto de Homeland y Orange is the new black. No he podido ver entera Juego de tronos, pero está claro que la audiencia tiene ganas de series políticas. Borgen y Bron son fantásticas. Y la gente se ha acostumbrado a disfrutar las series en idioma original y con subtítulos. En mi caso, los subtítulos me obligan a estar más pendientes de la trama.
Tanto ‘House of Cards’ como ‘Borgen’ son muy críticas con el periodismo ¿Cuál es su opinión de la prensa?
Yo trabajé como periodista hace mucho tiempo. Cuando John Major era primer ministro y pasaba por dificultades, me gustaba decirle que el mejor lugar para dar ruedas de prensa era el tejado de la Cámara de los Comunes, que es desde donde se tira al periodista para que muera en la versión original de mi libro (risas).
La relación entre políticos y periodistas. ¿Era más leal hace 25 años?
Entonces eran los políticos los que marcaban la agenda a los periodistas y desde hace unos 10 años es justo al revés. Pero las redes sociales lo están cambiando todo de nuevo. Los políticos no saben bien cómo interactuar en ese mundo, pero en las últimas elecciones el Partido Conservador se gastó mucho más presupuesto en las redes sociales que en la propaganda tradicional.
¿Cómo ve el papel de las mujeres de los primeros ministros?
El parecido más recurrente con Claire Underwood es Hillary Clinton. Luego hay perfiles como el de Cherie Blair que, sin ser políticos, sí son públicos. En el caso de Samantha Cameron estoy seguro de que aconseja a su marido, sobre todo en temas sociales que para él son más difíciles de percibir. Antes hemos hablado de cómo Margaret Thatcher perdió el contacto con la gente. Está claro que su marido no era la típica persona para asesorarle en eso.
¿Los Clinton trabajan como un equipo al igual los Underwood?
En gran parte sí. Se trata de una combinación extraordinaria. El caso estadounidense es realmente sorprendente. Hablamos de un país que luchó una guerra de Independencia para librarse de la monarquía y su familia real para construir una república basada en la igualdad. ¿Y qué tenemos ahora? Dinastías como los Bush, los Clinton, los Roosevelts y los Kennedys (risas).
¿Es posible acabar como primer ministro o presidente siendo una buena persona?
No. La política no se trata de ser buenas personas y hacer cosas buenas. No se trata de ser educado y amable. Se trata de afrontar decisiones que no son tan sencillas, como elegir hacer lo correcto. A veces hay que elegir entre dos malas decisiones y hay que apostar por la que menos daño hace. Los políticos no controlan todo lo que les rodea. Si quieres tener un líder para un partido escoge a alguien que haya cometido errores, algunos de ellos terribles, de los que haya podido aprender, porque si ese candidato no ha cometido ningún error en su vida es porque nunca ha hecho nada.
¿Dónde ha encontrado mentes más perversas, en una multinacional o en un partido político?
En las reuniones editoriales de los medios de comunicación (risas). Esto me ha recordado cuando el año pasado cazaron al primer ministro italiano Renzi comprando la trilogía de mi House of Cards. Entonces, me dieron ganas de escribirle diciendo: ‘¿Sabe usted que esto es un libro de entretenimiento y no un manual de instrucciones?’