Por Javier Molins
07/01/2018
«Miami era una ciudad de mármol: de mar y de mall (pronunciado mol en inglés), pues la gente solo venía a la playa y a comprar, pero hemos conseguido que se haya convertido en una ciudad global y gran parte de ello se debe a la apuesta que hemos realizado por el arte”. El que así se expresa es el alcalde de la ciudad, Tomás Regalado, quien reconoce que la feria de arte Miami Art Basel fue el gran detonante de este cambio pues congrega cada año a principios de diciembre a miles de coleccionistas de todo el mundo que vienen a visitar las más de 250 galerías (se presentan más de 1.000 inscripciones) provenientes de 30 países y que, en total, exponen las obras de alrededor de 2.000 artistas en el centro de convenciones de Miami Beach, que ha invertido 600 millones de dólares en su renovación ante la amenaza de Art Basel de mudarse a otra ciudad.
El alcalde, como no podía ser de otra manera, traza un panorama muy optimista al respecto en el que destaca la transformación del barrio de Wynwood de una zona deprimida de almacenes abandonados en un barrio de moda plagado de estudios de artistas, galerías, tiendas de diseño y restaurantes de moda. “Algo similar a lo que pasó en Nueva York con el Soho”, comenta el alcalde desde su modesto despacho desde el que puede verse el puerto, que acoge cada año el mayor número de cruceros de todo Estados Unidos.
Esta visión idílica es desmontada en parte por el galerista Gary Nader, uno de los más veteranos de la ciudad, que regenta una galería en el barrio de Wynwood y quien tiene en marcha el ambicioso proyecto del museo NAMLA (Nader Art Museum Latin America). Nader afirma que “Miami ha crecido como ninguna ciudad en la historia. Tras Nueva York y los Ángeles se ha convertido en el tercer skyline de Estados Unidos pero la oferta cultural es muy pobre. Solo hay un museo y no tiene colección”.
Aún lejos de Madrid
El galerista se refiere al Perez Art Museum, financiado en parte por Jorge Pérez, con quien mantiene un contencioso en referencia a los terrenos sobre los que Nader pretende construir el NAMLA. “Miami no es una ciudad, es un gran resort. Yo siempre he dicho que para que una ciudad sea atractiva para los visitantes tiene que tener tres componentes: la seguridad, dónde me quedo y qué voy a comer, y el tercero es la cultura. Y la gente de Miami todavía no entiende que el turismo cultural es el turismo que más gasta”, concluye el galerista desde un despacho en el que pueden observarse obras de Picasso, Botero y Wilfredo Lam colgadas en las paredes.
La coleccionista Ella Fontanals Cisneros abunda en esa idea esbozada por Nader. “Los coleccionistas que nos hemos instalado en Miami hemos apoyado mucho ese cambio pero aún estamos muy lejos de ciudades como Madrid, que movilizan mucha gente interesada en el arte”, señala esta coleccionista desde su casa de Coral Gables donde cuenta con obras de artistas tan importantes como Anish Kapoor.
Un cambio de imagen
Todos coinciden en la importancia de Miami Art Basel como catalizador del cambio de la imagen de la ciudad de Miami. Los culpables en parte de que Basel desembarcara en Miami son la familia Rubell, que llevan 50 años coleccionando arte y que acaban de estrenar nueva sede para su colección en el barrio de Allapattah. Tal y como explica el director de esta colección, Juan Roselione-Valadez, “ellos fueron los primeros en proponer Miami al equipo de Art Basel como una de sus sedes. Entonces era una idea loca”.
El artista Manolo Valdés reside habitualmente en Nueva York pero cuenta con una enorme casa en Coral Gables, donde ha instalado sus características esculturas monumentales, pues opina que “Miami es una gran ventana no solo para Estados Unidos sino para Latinoamérica” y donde acude en muchas ocasiones “huyendo del frío de Nueva York”.