Por Andrés Tovar
11/04/2018
Si algo tienen claro Merkel y Rajoy es que la unidad europea está por encima de los extremismos locales. Ambos mandatarios han sido portavoces defensores del espíritu unitario del bloque. Por ende, la situación de Carles Puigdemont -aprovechado en los últimos días por los movimientos extremistas de izquierda y xenófobos que se han servido del separatismo catalán como vehículo de sus ambiciones- no podían tener otra respuesta de los mandatarios que el respeto a la legalidad. Y, junto a ella y más que nada, al proyecto común europeo.
Los profetas del desastre -y los dubitativos, algunos con razón- que avizoran un deterioro de la relación de Merkel y Rajoy -y por ende, de España y Alemania– tras la decisión de la Audiencia Territorial de Schleswig-Holstein que dejó en libertad al político catalán han recibido de los mandatarios sendas respuestas de equilibrio. El lunes (09 de abril), en su rueda de prensa habitual, el gobierno alemán fue enfático en afirmar que la Canciller Merkel «respalda la unidad en España». El portavoz Steffen Seibert fue claro al afirmar que «Merkel no busca mediar entre las partes en la disputa española». Y que así se lo transmitió al jefe del Gobierno español.
Y este martes (10 de abril), Rajoy hizo lo propio desde Argentina. Incluso calificó el comportamiento del gobierno alemán como «modélico». Tal y como lo hizo el portavoz de Merkel, Rajoy dijo que no tiene por qué entrar en un tema que, como gobierno, no le corresponde porque eso es un asunto judicial. «El comportamiento del gobierno alemán me ha parecido propio de una nación europea. De las clásicas y de las de primera», enfatizó.
Es más que Merkel y Rajoy
Así, Merkel y Rajoy ratificaron la normalidad del eje Madrid-Berlin. Una normalidad que seguro será refrendada en vivo los venideros próximos días 17 y 18 de mayo con motivo de la cumbre sobre Kosovo. Allí Merkel y Rajoy volverán a encontrarse y reafirmar la fuerte colaboración existente entre los países. Un encuentro que será especialmente relevante, puesto que será en esa fecha cuando el proceso de extradición de Carles Puigdemont se encuentre en la recta final, con una decisión del tribunal alemán.
Pero esta posición de respeto y de cooperación no es sólo una cosa de estos mandatarios. Esta semana, a la luz de los últimos acontecimientos del caso Puigdemont, Francia dijo presente ratificando que la independencia catalana no gozaría del reconocimiento internacional. «Si hubiera una declaración de independencia, sería unilateral. Por ende no será reconocida», dijo la canciller francesa Nathalie Loiseau en el canal de noticias digitales CNews.
«Esta crisis debe resolverse a través del diálogo en todos los niveles de la política española» instó la diplomática. No sin recordar la advertencia de Bruselas. «Una Cataluña independiente saldrá automáticamente de la UE. Somos (Francia) aliados y socios con España. Y España es una gran democracia. Por lo que no vamos a entrometernos en los asuntos internos de España».
Que los países punta de lanza del ideario de concierto europeo hayan apurado tomar partido ante la situación de Puigdemont no puede sino dejar más claro el mensaje. Sobretodo para las minorías ruidosas. El respeto a legalidad y, sobretodo, a la unidad europea y de todos sus integrantes está por encima de las diatribas jurídicas. Y que los países de la UE están del lado de la democracia española y su estado de Derecho.