Por Miguel Ángel Artola
15/07/2017
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En el Museo de Balenciaga de Getaria podemos ver siempre extraordinarios vestidos creados por el maestro vasco de la alta costura. Pero no es tan habitual que los encargados de comisariar las exposiciones puedan tener tanta y tan valiosa información de la dama que pudo lucirlos y en qué circunstancias. Por ello y por la amistad que mantuvo con tan especial clienta, la muestra Rachel L. Mellon Collection es una de las grandes citas culturales del verano, aunque se dispondrá de tiempo para poder visitarla más allá de los meses estivales ya que seguirá ocupando las cinco salas del recinto hasta el 25 de enero del próximo año.
Rachel Lambert Mellon fue una de las grandes damas de la alta sociedad norteamericana del siglo XX. Heredera de una gran fortuna, coleccionista de arte y filantrópica, se codeó con las principales figuras políticas estadounidenses. En la exposición que recuerda su figura y su relación con el artista vasco de la aguja se le puede ver en imágenes con numerosos presidentes, en especial con la familia Kennedy, con la que mantenía una estrecha amistad.
Rachel era poco amiga de ser escrutada en público y de mostrar su riqueza. Quizá por eso estaba destinada a conocer a Balenciaga y a entablar con él una relación de complicidad. Mellon se vistió con sus diseños desde que lo conoció gracias a un amigo común –Jean Schlumberger, diseñador de joyas en Tiffany & Co– hasta que el vasco cerró sus talleres en 1968. Pero siguió manteniendo con ella su relación de amistad y la puso en manos de su apreciado discípulo, Hubert de Givenchy, que la seguiría vistiendo y con la que mantuvo relación hasta su fallecimiento, en 2014.
Gracias a Givenchy, Presidente de la Fundación Balenciaga y comisario de la muestra, la colección de Mellón ha terminado en el mejor lugar posible: visible al público y custodiada y mimada por los profesionales del museo.
“Conocer a Cristóbal Balenciaga fue una de las alegrías especiales de mi vida. Fue un amigo muy querido. Diseñó mi vestuario durante diez años. Comprendía el lujo y la simplicidad con una profunda sensibilidad”, afirmaba Rachel, que se deshacía en elogios para las prendas confeccionadas por el modisto vasco. Cuando aún vivía, Bunny Mellon –como la conocían sus amigos y la prensa– donó al Museo Balenciaga algunos ejemplares de su colección, primero con la mediación de Hubert de Givenchy y posteriormente de forma directa. Pero, tras su fallecimiento, el museo vasco recibió 660 sesenta trajes, vestidos y piezas creados por el diseñador guipuzcoano para su especial clienta estadounidense.
Igor Uría es uno de los comisarios asociados que han colaborado con Givenchy para componer la muestra y responsable de colecciones del museo vasco y ha contado a Cambio16 el largo periplo desde que los vestidos llegaron a sus manos hasta que la exposición ha podido montarse, como un puzzle, para ser visitable. “En octubre de 2014 recibimos el legado de R, Mellón y, desde ese mismo momento, Givenchy nos planteó la idea de hacer un homenaje a la colección y a la especial relación que unió a sus dos amigos, Rachel y Cristóbal”, apunta el experto.
Se necesitan de media dos años para tratar las piezas, prepararlas para ser expuestas y armar un discurso narrativo que hilvane la muestra. “Estoy viendo a Rachel” afirma Igor Uría que dijo el maestro Givenchy cuando por fin pudo contemplar los trajes de su amiga en la zona expositiva. Él ha sido el encargado de elegir entre toda la colección de Bunny las piezas que conforman la muestra, poco más de cien. El resto quizá se pueda verlo en otra ocasión o formando parte de la exposición permanente en un futuro no muy lejano.