Por Iñigo Aduriz
16/04/2017
Iba para escritora de novelas, pero acabó en la guerra. Mayte Carrasco (Terrassa, Tarragona, 1974) ha cubierto para distintos medios los conflictos armados de Georgia, Chechenia, Afganistán, Irak y, más recientemente, Siria. Este último viaje le inspiró para escribir Espérame en el Paraíso (Plaza & Janés, 2014), que incorpora un crudo relato sobre el asedio al que fue sometida la ciudad de Homs en 2012 y que ella presenció. Como explica, “ahora parece que El Asad ganará la guerra y, si lo hace, va a tratar de cambiar la historia. Pero todos los crímenes contra la humanidad que cometió en Homs están escritos y, gracias al libro, la realidad se quedará para el futuro”.
Ser “testigo de la historia” y poder contar los dramas que millones de ciudadanos del mundo padecen por culpa de las guerras centra la carrera profesional de Carrasco. Comenzó su andadura en la agencia EFE, que le llevó a trabajar en distintas provincias españolas. Pasó después por distintos medios aunque, finalmente, se hizo freelance. Había pasado por París y por Moscú y, cuando estalló la guerra en Georgia por el conflicto de Osetia del Sur, un asunto que había seguido de cerca por su trabajo en tierras rusas, no se lo pensó. Cogió su cámara y viajó hasta allí para conocer y relatar de cerca lo que ocurría. Fue entonces cuando se dio cuenta de que ser periodista de guerra, algo que nunca había imaginado, no le daba tanto miedo como había creído hasta el momento.
“Es el periodismo de verdad. La trinchera es el lugar en el que la gente te habla con total sinceridad y te permite contar la historia”, reconoce. De Georgia se marchó a Afganistán, país en el que llegó a vivir durante un tiempo y, después, estalló la primavera árabe. “Lo que más engancha de esta labor es ser testigo de acontecimientos que no se van a repetir. Estar en Egipto la noche en la que se fue Mubarak fue irrepetible. Se siente una energía colectiva difícil de percibir en otros momentos”. Carrasco asegura que “el hilo conductor” de su trabajo como reportera de guerra ha sido el terrorismo islamista, una constante en todos los conflictos en los que ha estado y un asunto del que ahora es experta.
Ser mujer le ha llevado a padecer las “mismas discriminaciones” que sufren cada día las ciudadanas de esos países en los que ha realizado su labor como reportera. “Tengo suerte de ser morena y de padres andaluces, así que puedo parecer árabe perfectamente y paso desapercibida”, señala. En Afganistán, apunta, “tenía más acceso a los talibanes que a los soldados internacionales. Y es que allí te perciben como a un tercer sexo. No te tratan igual que a sus mujeres, sino como a una observadora”.
A pesar de su contrastada experiencia, Carrasco no pierde el miedo cuando piensa en la guerra. “Nunca se supera”, reconoce. A los periodistas que le preguntan, siempre les contesta lo mismo: “Tienes que sentir tus tripas y, si te dicen que no vayas, es mejor que te quedes en casa”. A ella ya le ha pasado. Una vez, mientras hacía la maleta para marcharse a Kabul, el temor le hizo cancelar el viaje. “Al fin y al cabo, el miedo es un elemento de supervivencia”, concluye.