Por Juan Emilio Ballesteros | Fotos Benito Guerrero
05/11/2017
ENTREVISTA | Federico Mayor Zaragoza. Ex director general de la UNESCO. Presidente de la Fundación Cultura de Paz. Presidente del Consejo Científico de la Fundación Ramón Areces.
Fue el mejor amigo español de Gorbachov cuando se desintegró la Unión Soviética y surgió un nuevo equilibrio mundial. Vivió en primera persona la caída del muro de Berlín y estuvo al lado de Mandela cuando cayeron las cadenas del apartheid racial. Uno de los máximos defensores de la reforma de la ONU es Federico Mayor Zaragoza (Barcelona, 1934), cuya voz tiene la autoridad moral y el compromiso ético de quien basa su conocimiento en la experiencia de toda una vida dedicada a mejorar la sociedad en que vivimos.
Apuesta por el multilateralismo democrático para el futuro de la ONU. Para ello, propone llevar al seno de Naciones Unidas la voz de los pueblos. Quien fuera ministro de Educación con Leopoldo Calvo Sotelo, segundo presidente democrático tras la aprobación de la Constitución de 1978, apuesta por la palabra como única vía para el entendimiento porque la democracia no solo es votar. “La democracia es hablar y cumplir con la justicia, con la igualdad, con la libertad y con la solidaridad”.
Desde su constitución siempre ha habido intentos de modificar la ONU. Ahora parece que los cambios son perentorios. ¿Por qué?
En primer lugar porque nos damos cuenta de que las amenazas y los desafíos nunca habían sido tan globales como ahora y, en segundo, porque nunca habían sido tan apremiantes. Todo el mundo reconoce que hemos entrado en el antropoceno –la Edad de los Humanos–. Por primera vez en la historia de la humanidad, ahora está claro que las actividades propias de la especie humana pueden afectar irreversiblemente a la calidad de la habitabilidad de la Tierra. Tenemos que reconocer que se trata de un hecho ineludible y nuevo. Cuando había menos gente en el planeta y además se desarrollaban actividades que no implicaban la emisión de grandes cantidades de gases de efecto invernadero no había este problema. Este es el motivo por el que tenemos que preguntarnos cómo puede resolverse. Solo hay una respuesta: con un multilateralismo democrático.
¿Cómo se concreta?
Necesitamos estar todos, que todos los países puedan aportar su contribución, su punto de vista, su conocimiento. Estamos entrando en una nueva era, la del conocimiento. ¡Ya está bien de interpretaciones sesgadas por intereses monetarios y económicos!… Solo el rigor científico debe prevalecer y en este momento necesitamos estar todos y cumplir nuestros deberes para que la humanidad no retroceda. ¿Se imagina si el legado de nuestra generación a las venideras lleva a que la vida en la Tierra tenga una calidad inferior e incluso que no permitiese siquiera la vida en unas condiciones mínimas?…
¿Se refiere al cambio climático?
Estamos produciendo un calentamiento. El cambio climático es evidente. Está subiendo el nivel del mar. Solo hay una solución y pasa porque haya un multilateralismo eficiente.
¿Pero si ni siquiera nos ponemos de acuerdo para acoger a los refugiados y desplazados?
Tenemos la obligación de acoger y ayudar a los refugiados. Recuerdo al principio, en las Naciones Unidas, cuando iba por allí, que había una palabra clave que era compartir. Los países más acaudalados y prósperos deben compartir con los otros, procurando que todos tengan una vida digna en sus lugares de origen. Europa, en lugar de aumentar las ayudas al desarrollo, las ha disminuido hasta anularlas, como también ha pasado en España. La Europa solidaria está viendo cómo mueren los emigrantes que intentan llegar a nuestras costas en unas embarcaciones que naufragan. Seis mil como mínimo han perecido en el Mediterráneo en 2016. Cuando vemos lo que está pasando en México tras el terremoto… ¿Cómo puede ser que tengamos tantos bombarderos, cohetes, misiles y que, sin embargo, no tengamos la tecnología apropiada para rápidamente poder prestar asistencia cuando hay una catástrofe natural? Estamos aún con un concepto de seguridad que pertenece al origen de los tiempos: “Si vis pacem, para bellum” (“si quieres la paz, prepara la guerra”). Ha llegado el momento de decir si quieres la paz, prepara el bienestar de la gente que está dentro de estas fronteras que estamos protegiendo.
¿Tan difícil es ponerse de acuerdo?
Ahora llega este insólito presidente Trump a Estados Unidos y dice que no va a cumplir con los acuerdos sobre cambio climático. Llevamos años de esfuerzos para que científicamente se pueda afirmar que la amenaza del cambio climático es verdad, que no esta movida por intereses de ningún tipo. Tenemos que actuar rápidamente para que no se incremente la temperatura y llega este señor y dice que no lo va a cumplir. ¡Con lo que nos ha costado! Ahí están los Acuerdos de París del año 2015, con el valor que tuvieron líderes como Barack Obama o el Papa Francisco… Ya había acuerdos sobre el desarrollo sostenible, sobre el cambio climático… Solo nos faltaba llegar a un acuerdo sobre la amenaza nuclear. ¿Cómo puede ser que por el empecinamiento de un solo país nos veamos obligados a aceptar que Estados Unidos tenga la hegemonía nuclear?…
Usted ha vivido muy de cerca este debate.
Fue en el año 1987. Había unos personajes insólitos, como es el caso de Nelson Mandela que, después de 27 años de cautiverio, logra la conciliación de los sudafricanos y consiguió superar la forma más abominable de racismo, el apartheid. Había también un señor llamado Mijaíl Sergueievich Gorbachov que, ante aquella inmensa amenaza de la carrera militar, del ridículo de la Guerra de las Galaxias de Ronald Reagan, de la noche a la mañana, sin una gota de sangre, hace que se desmorone la Unión Soviética y pase a ser la Comunidad de Estados Independientes (CEI). En aquel momento todo clamaba paz, en Mozambique, en El Salvador (yo mismo participé en los acuerdos de Chapultepec), en Guatemala… Reagan y su acólito, la primera ministra británica Margaret Thatcher, no estaban por el cambio. La Unión Soviética estaba basada en la igualdad, pero había olvidado la libertad. Ahora, nosotros, que estamos basados en la libertad, nos hemos olvidado de la igualdad. Tendríamos que hacer posible cambios radicales. En lugar de esto, se margina a las personas y se crea el G6, es decir, seis países con las riendas de la gobernanza del mundo en sus manos; después entra Canadá y surge el G7, el G8, el G20… ¿Pero qué es esto? La gobernación del mundo en manos de unos pocos. Es un disparate que se ha aceptado.
¿Eso es la globalización?
El neoliberalismo ha aceptado que la globalización es algo que está exclusivamente en manos de unos cuantos, lo que yo llamo el gran dominio: el gran dominio militar, energético, financiero y mediático. Este gran dominio dirige al mundo y su desfachatez llega a tal límite que en Europa hay unos países a los que llaman PIGS, que significa cerdos, y que hay que ponerlos en orden. Y así sucede. Los ponen en su sitio. A Portugal, Italia, Grecia y España… Casi los eliminan. Grecia es la cuna de la democracia y la democracia no es votar. La democracia es hablar y cumplir con la justicia, la igualdad, la libertad y la solidaridad. Y en Grecia, sin urnas, nombran a un gobierno. En Italia lo mismo. Todo esto ha llevado a la situación actual. ¿Solución? Eliminar rápidamente el G6, G7, G8 y G20…
¿Y después qué?
Hay que propiciar una gran reunión en la que tenga un papel muy importante la comunidad creadora, los intelectuales. Que nadie se extrañe de que haya mucha gente que piense que estamos llegando a puntos de no retorno. La movilización la debe liderar la comunidad científica, académica, universitaria, literaria, artística… Como afirma la Carta de las Naciones Unidas, que empieza diciendo: “Nosotros, los pueblos…”. Ha llegado el momento de los pueblos. Hasta ahora, los pueblos no se podían expresar, no sabían qué pasaba en el mundo. La gente nacía, vivía y moría en pocos kilómetros cuadrados. Hoy sabemos lo que pasa y podemos expresarnos. Y lo más importante: la mujer.
¿A qué se refiere?
La mujer no existía. No entraba en los cálculos el que la mujer formara parte de escenarios de gobernación. Hace solo unos años que la mujer accede y empieza a participar en el proceso de toma de decisiones a todos los niveles. En el año 1996, en una entrevista con Mandela, le dije que estaba desalentado porque los gobiernos no son receptivos a la cultura de paz y de no violencia. Me dijo: eso cambiará en muy pocos años, la mujer es la piedra angular de la nueva era porque la mujer solo excepcionalmente utiliza la fuerza, al contrario que el hombre. Por eso, el “si vis pacem, para bellum” ahora podrá transformarse en “si vis pacem, para verbum”, prepara la palabra. Y podremos decir: ¡fuera de las Naciones Unidas el G7, el G8 y el G20!
¿Y cómo tendría que organizarse?
En una primera sesión habría que abordar la amenaza nuclear, el cambio climático y la extrema pobreza. Es intolerable moralmente que en el mundo hoy hayan muerto 25.000 personas, la mayoría niños de 1 a 5 años, mientras nosotros gastamos alegremente 4.000 millones de dólares en misiles. Hasta España acaba de aceptar el incremento del presupuesto militar. ¡Qué disparate! No necesitamos que se protejan más los territorios, sino a la gente que vive en estos territorios. Precisamos un nuevo concepto de seguridad que trascienda las fronteras, los bombarderos y los portaaviones.
¿Cuáles son las prioridades?
Las Naciones Unidas tienen cinco prioridades: alimentación, agua, servicios de salud, cuidado del medioambiente y educación. Para ello, he propuesto que haya una Asamblea General que convoque por primera vez al 50% de representantes de la sociedad civil. No puede ser que la Carta comience diciendo “nosotros, los pueblos” y que solo haya representantes de los estados. A los que digan que es una fantasía, les contesto que esto es lo que se aprobó en la Liga de Naciones. La OIT (Organización Internacional del Trabajo) tiene el 50% de representantes de los estados, 25% de la patronal y 25% de organizaciones sindicales.
¿No es una utopía?
Si no encontramos soluciones utópicas, no va a haber solución. Afirmar que la política es el arte de lo posible supone una visión muy alicorta y miope. Al revés, es el arte de lo imposible. Lo imposible es lo que hicieron Mandela y Gorbachov. Por eso propongo el 50% de representación de la sociedad civil.
¿Y el Consejo de Seguridad?
Nadie le obedece. Así ocurrió en la invasión de Irak. Ahora hablamos mucho del discurso del terror, pero a cuántos iraquíes hemos matado, a cuántos hemos desplazado, cuántos viven mutilados… Es un Consejo de Seguridad territorial. Pues bien, que se añada un Consejo de Seguridad medioambiental y otro socioeconómico. Y digo socioeconómico y no económico y social porque si es así nunca se llega a lo social. Está comprobado. Ahí está la trayectoria de las Naciones Unidas. Cuando se cumplían 50 años, en 1995, yo era director general de la Unesco. En medio siglo no había habido ninguna reunión sobre desarrollo social. Ni una vez se había pasado en todo ese tiempo del eco al soc. Entonces se llevó a cabo una gran reunión en Copenhague que se denominó Cumbre de Desarrollo Social y a la que no se le hizo ni caso. Lo social no ha existido nunca en Naciones Unidas.
¿Por qué?
Porque el Partido Republicano de Estados Unidos nunca ha querido el multilateralismo. No lo quiso en 1919 cuando Wilson creó la Sociedad de Naciones. Fíjese, se da la gran paradoja, una incongruencia, de que una Sociedad de Naciones creada por Estados Unidos nunca tuvo a Estados Unidos como miembro. Cuando el presidente Roosevelt hace aquel maravilloso diseño multilateral de Naciones Unidas, con organizaciones para la salud, la alimentación, el trabajo, la educación y los niños, inmediatamente los republicanos dicen: aquí hay que ir con cuidado porque esto lo tenemos que controlar nosotros. En los años 80, en lugar de los valores del multilateralismo democrático, nos queda…
El Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial…
(Ríe). Al Banco Mundial le quitan hasta el apellido. Creado por Roosevelt en 1944, se llamaba Banco Mundial para la Reconstrucción y el Desarrollo. En 1989, James Grant, el gran promotor de la infancia desde Unicef, convoca a los estados para firmar la Convención de los Derechos de la Infancia. Al calor de la palabra niño, acuden todos: reyes, jefes de Estado, todo el mundo estaba allí. Cuando va a empezar la sesión de firmas, Bush padre anuncia que no la suscribe. Entonces dijimos: como es el anfitrión, que firme el último. Cuando le llegó el turno, arrancamos a cantar: “we are the world, we are the children”… para que la gente no se enterara hasta que lo leyera en la prensa. Estamos en el año 2017 y el único país del mundo que no ha suscrito aún los derechos humanos de los niños es Estados Unidos. Y esto es así porque se necesitan los dos tercios del Partido Republicano y Obama nunca los tuvo. También Bush padre tuvo la idea de crear la Organización Mundial del Comercio (OMC), pero la situó fuera del ámbito de Naciones Unidas. No nos engañemos: no será Trump quien arregle las Naciones Unidas.
Menos aún si lo primero que quiere hacer es reducir gastos…
Se trata precisamente de lo contrario. Lo que hay que hacer es dotar a Naciones Unidas de personal, de recursos financieros y de seguridad. Lo que ha ocurrido en Siria y Libia no habría sucedido con unas Naciones Unidas fuertes. Todo lo que estamos presenciando en el mundo con esta sensación de impotencia se debe a que las Naciones Unidas han sido marginadas y reducidas. Ahora, en lugar de fortalecerla, Trump quiere reducir gastos y habla de crear una coalición. Pero, oiga, qué son las Naciones Unidas sino una gran coalición para evitar a las generaciones venideras el horror de la guerra. Ésta es la finalidad.
En lugar de eso se incrementa el presupuesto militar…
Es una indecencia. En Europa se reúnen los cuatro grandes en Madrid y la conclusión a la que llegan Alemania, Francia, Italia y España es que hay que aumentar el presupuesto de defensa, no el de salud ni el de educación, sino los gastos militares. Después hubo una reunión del G7 en Roma y no solo reafirmó que se iba a invertir más en defensa, sino que suprimió de la agenda el cambio climático y los objetivos de desarrollo sostenible. La única solución es el multilateralismo democrático.
¿Cómo puede la ciudadanía hacerse oír ante el poder?
Hoy la gente ya puede expresarse. Tenemos las redes sociales. Podemos poner el mensaje en nuestros móviles y manifestar que no queremos seguir confiando en líderes que siguen pensando que lo que necesitamos es más bombarderos, más aviones o más misiles. Tenemos que empezar a tomar la palabra.