En momentos en que empiezan a fluir con fuerza los fondos de inversión sostenible ESG, surgen muchas inquietudes. Gobiernos, empresas, comunidades, ecologistas están expectantes sobre su destino. Se plantean qué es un producto sostenible y cuáles son los criterios de valoración de la sostenibilidad.
Maxime Carmignac, managing directora de la sucursal británica de Carmignac desde 2013, y responsable de la estrategia a largo plazo de la firma en el Reino Unido, reflexiona sobre esos dineros y sus usos. En claro interés por abrir los ojos sobre el curso de estos fondos EGS (environmental, social and governance).
Más preciso, una inversión que integra los criterios ambientales, sociales y de buen Gobierno. En ese sentido, Carmignac hace causa común con Steven Maijoor, presidente de la Autoridad Europea de Valores y Mercados (ESMA, en inglés). Dijo entonces que «debemos velar para que los inversores no terminen comprando productos que se comercializan como sostenibles cuando no lo son».
En su artículo “La lucha contra el cambio climático se merece algo mejor que la mera adopción de postulados” Carmignac se refiere a una «ecologización» generalizada. Y «una carrera en ver quién difunde la mayor cantidad de información posible a este respecto. “En este contexto de caos, demasiado a menudo, resulta imposible comprender los objetivos de los fondos ESG. Puesto que la transparencia brilla por su ausencia”, escribió para el diario español El Economista.
El mandato de una gestora de activos consiste en lograr la revalorización de los ahorros de sus clientes. Para ello, ha quedado acreditado que “la integración del impacto medioambiental en el análisis de las empresas en las que invertimos constituye un factor de generación de valor a largo plazo. Nadie se atrevería a poner en entredicho esta afirmación”, advierte.
Fondos ESG, claridad de proyectos y repercusiones
La directora y miembro del Comité de Desarrollo Estratégico de Carmignac continuó su reflexión sobre los fondos ESG. Y comentó que a título personal, ¿cómo no alegrarse de que la gestión de activos pase a ser un elemento clave del cambio de las prácticas empresariales. Hacia una economía más respetuosa con el medio ambiente? El decenio que comienza debe ser el de la aplicación de medidas concretas.
En la actualidad, la mayoría de las denominadas «inversiones verdes» se realizan en menos del 40% de compañías con emisiones de gases de efecto invernadero. Principalmente en las de energías renovables, vehículos eléctricos y almacenamiento energético.
En este momento, alcanzar el objetivo estipulado en el Acuerdo de París, que busca limitar el calentamiento climático a 2°C para finales de siglo, parece una meta poco realista. Para ello, “sería necesario invertir en la transición de otros sectores. Y revisar en profundidad nuestra concepción del papel que desempeñan las compañías del sector industrial y las materias primas en la lucha contra el cambio climático”.
En estas cuestiones solo cabe regirse por una regla, dice, la de la repercusión, que debe ser cuantificable y objetiva. Esto exige contar con convicciones, efectuar un análisis propio y disponer de una percepción activa de las repercusiones medioambientales. Los metales y las materias primas son cruciales para la transición energética. El cobre, el acero y el níquel, por citar algunos, constituyen materiales indispensables para la producción de vehículos eléctricos y aerogeneradores. Y, por tanto, para la reducción del consumo de energías fósiles.
Empresas contaminantes y los errores de valoración
Una política de inversión de los fondos ESG que excluye la extracción minera con el pretexto de que esta actividad resulta contaminante constituye un freno para la transición energética. “En calidad de gestores de activos”, sostiene, “debemos seleccionar, en estos sectores, las empresas que presentan las mejores perspectivas de crecimiento. Y, al mismo tiempo, brindan los productos y servicios que permiten a otras industrias reducir sus emisiones.
Además, agrega Maxime Carmignac, que las empresas que mayor repercusión pueden tener, a la hora de reducir las emisiones de carbono, son aquellas que mayor huella de carbono generan. Ya sea por su funcionamiento o por el uso de sus productos.
Rechazar inversiones en los segmentos del tejido económico que más emisiones de carbono producen constituye un error de valoración, advierte. “La gestión de activos debe acompañar a las empresas que, en el marco de sus actividades, se comprometen a recurrir a las energías renovables. Y a preservar el ecosistema en el que operan mediante la reducción de los factores externos negativos. Sobre nosotros recae posteriormente la tarea de evaluar concienzudamente los progresos realizados”.
Insiste la directora de la sucursal británica de Carmignac que las “inversiones deben centrarse en firmas capaces de comercializar productos y servicios con huella de carbono inferior a la de sus competidores. Dado que constituye un factor de crecimiento a largo plazo”.
Únicamente los enfoques pragmáticos y audaces, capaces de rechazar la opinión de consenso cuando es necesario, pueden tener un efecto. Y dar respuesta a los enormes retos que plantea el cambio climático para nuestras sociedades, manifiesta en su artículo. En la compañía, indica, “estamos listos para asumir nuestra parte de responsabilidad y desempeñar un papel activo a través de la inversión, en pro de la transición energética”.
Lee también: