Por Jose Oliva | Efe
07/10/2016
El actor sueco Max von Sydow, que este viernes recibe el Gran Premio Honorífico del Festival de Cine Fantástico de Sitges en la inauguración del certamen, ha confesado que «el teatro es una experiencia más intensa que el cine para un actor».
Educado, con una modestia impropia de un veterano actor nominado en dos ocasiones en los Oscar y que conserva la dignidad de su altura a pesar de sus 87 años, Max von Sydow ha pedido perdón en Sitges por proclamar su amor al teatro por encima del cine.
«Creo que mi trabajo es más satisfactorio en el teatro que en el cine, donde el rey es el director, es el que controla el proceso, mientras los actores trabajan dos semanas y no tienen influencia en el montaje ni en la posproducción», ha comentado.
El actor sueco, también nacionalizado francés, recuerda que «en el teatro, los actores trabajan juntos con todo el personal que está en la producción y con el director, es una experiencia más intensa».
Preguntado por cuál ha sido su producción favorita en una filmografía con más de 150 actuaciones, Von Sydow asegura que resulta difícil, porque ha estado en muchísimas películas, pero, ha explicado, «hay una que significó mucho para mí y que además no era de Ingmar Bergman, la danesa Pelle el conquistador«, que ganó el Oscar a la Mejor Película Extranjera.
«Me encantó el guión y la historia de Pelle el conquistador, basada en una novela danesa de finales del siglo XIX, que era la primera que dignifica a la clase trabajadora y quizá también una de las mejores novelas danesas, en el que interpretaba a un miserable, desgraciado pero a la vez maravilloso».
Aunque los seguidores del género recuerden al actor sueco por su participación en grandes filmes del cine fantástico como El exorcista, Robin Hood, Flash Gordon, Conan el Bárbaro o el episodio VII de la saga Star Wars, Von Sydow ha destacado de manera especial de su carrera todo el trabajo que hizo con Bergman, tanto en cine como en teatro.
Los directores de cine no tienen tanto tiempo para trabajar con los actores como ocurre en el teatro, pero «con Bergman la experiencia fue diferente, porque se produjo una circunstancia especial: En Suecia, los ayuntamientos contratan a un director para programar la temporada de los teatros municipales y, en el caso de Bergman, al final de la temporada, en verano, el mismo equipo teatral se convertía en equipo de cine».
Asegura Von Sydow que «no había mucha diferencia, ya que el método de trabajo era muy similar, pero Bergman procuraba estar muy cerca de los actores; tenía un sentido del humor sorprendente, pero maravilloso, y una risa muy característica».
Resume el actor de El séptimo sello que la experiencia con Bergman fue «compleja y enriquecedora», y de la que se siente «afortunado por haberla vivido».
Su última interpretación como actor de teatro fue en Estocolmo en 1995 y decidió irse por razones de amor que le llevaron a instalarse en Francia, donde se convirtió en ciudadano francés y estaba cerca de lugares que le gustan «como España o Italia».
Durante muchos años, añade, estuvo «demasiado bien acostumbrado», y cuando Bergman murió decidió marcharse.
Ha evocado la famosa escena en la que reta al ajedrez a la mismísima muerte en El séptimo sello, que, recuerda que no fue su «primera película, pero sí la primera con Bergman, algo que para un actor joven era importante, y estaba basada en una obra de teatro que el propio Bergman había escrito».
Inicialmente, el actor hacía un personaje «interesante, pero que no hablaba» y aceptó solo por el hecho de trabajar con Bergman, pero más adelante el director cambió de opinión y escribió diálogos para su personaje.
«Se rodó en el sur de Suecia a orillas del mar Báltico y no tuvo una producción fácil, porque era experimental y poco comercial, pero al final el éxito de Sonrisas de una noche de verano animó a los productores a participar, y nunca pensamos que sería una película tan importante e influyente en la historia del cine».
En relación al cine norteamericano, Max von Sydow piensa que «no necesariamente es decepcionante, sino que depende de cada director. Si el director es bueno, inspira. En caso contrario, lo ideal es reunirse, hablar, revisar el guión, el material».
Aparte de esa premisa, es importante, subraya el intérprete, que los actores tengan tiempo para reunirse y trabajar juntos antes de ponerse delante de la cámara.
Von Sydow no se ha sentido atraído por colocarse detrás de la cámara, y sobre su única experiencia como director, Katinka (1988), ha dicho: «Disfruté mucho haciendo de director por una sola vez, pero fue circunstancial, pues nadie quiso convertir en película esta novela danesa que me impactó, pero yo no soy director de cine, soy un actor, y para ser director hace falta un talento especial, y es un trabajo complicado que lleva demasiado tiempo».