Más de 150 intelectuales levantaron sus voces por el derecho a discrepar, ante el estrechamiento de espacios para la discusión abierta y respetuosa de las ideas. Aunque en la carta pública señalan al presidente Donald Trump de ser “una amenaza real para la democracia”, advierten que la censura “se está extendiendo” en los sectores que se denominan progresistas.
“Nuestras instituciones culturales se enfrentan a un momento de prueba”, alertaron los intelectuales en el texto publicado por la revista Harper’s con el título Una carta sobre la justicia y el debate abierto.
La carta está firmada por más de 150 intelectuales, escritores, académicos, ensayistas, músicos y periodistas de Estados Unidos y otros países. Entre ellos figuran Noam Chomsky, Salman Rushdie, Gloria Steinem, Margaret Atwood, Martin Amis. También J. K. Rowling, Francis Fukuyama, Anne Applebaum el historiador mexicano Enrique Krauze y el exajedrecista de ruso Garry Kasparov.
«Necesitamos preservar la posibilidad de discrepar de buena fe sin consecuencias profesionales nefastas»
“La inclusión democrática que queremos se puede lograr solo si hablamos en contra del clima intolerante que se ha establecido en todos los lados”, incluidos los sectores de izquierda, reclaman los intelectuales.
En el documento justifican “las poderosas protestas por la justicia racial y social” en muchas partes del mundo, especialmente en Estados Unidos. Son, aseguran, “demandas atrasadas de reforma policial, junto con llamamientos más amplios para una mayor igualdad e inclusión en nuestra sociedad; especialmente en la educación superior, el periodismo, la filantropía y las artes”.
Por un debate abierto y tolerante
Pero advirtieron que este “ajuste de cuentas necesario también ha intensificado un nuevo conjunto de actitudes morales y compromisos políticos que tienden a debilitar nuestras normas de debate abierto y la tolerancia de las diferencias a favor de la conformidad ideológica”. “Mientras aplaudimos el primer desarrollo, también levantamos nuestras voces contra el segundo”, dijeron.
Los intelectuales también levantaron sus voces para impedir que la resistencia a esas fuerzas “se endurezca en su propio tipo de dogma o coerción”. “El libre intercambio de información e ideas, alma de una sociedad liberal, se está volviendo cada vez más restringido. Si bien hemos llegado a esperar esto en la derecha radical, la censura también se está extendiendo más ampliamente en nuestra cultura”, apuntaron.
«La intolerancia hacia las perspectivas opuestas, la moda de la humillación pública y el ostracismo, y la tendencia a disolver asuntos complejos de política en una certitud moral cegadora», son algunos ejemplos.
«Ya estamos pagando el precio. Escritores, artistas y periodistas temen por su sustento si se apartan del consenso o, incluso, si les falta suficiente celo en el acuerdo”.
“Ahora es demasiado común escuchar llamados a represalias rápidas y severas en respuesta a las transgresiones percibidas del habla y el pensamiento”. Y más preocupante aún es que “los líderes institucionales, en un espíritu de control de daños en pánico, están aplicando castigos apresurados y desproporcionados en lugar de reformas consideradas”.
Levantan la voz contra despidos por razones ideológicas
Los intelectuales levantaron sus voces por los despidos por razones ideológicas que se están registrando. No dieron nombres específicos, pero sí hablaron de editores despedidos por publicar piezas controvertidas; libros retirados por presunta falta de autenticidad; periodistas a los que les han prohibido escribir sobre ciertos temas; profesores investigados por citar trabajos de literatura en clase; investigadores despedidos por distribuir un estudio académico revisado por pares; y jefes de las organizaciones expulsados por lo que a veces son simples errores torpes.
“Cualesquiera que sean los argumentos en torno a cada incidente en particular, el resultado ha sido estrechar constantemente los límites de lo que se puede decir sin la amenaza de represalias. Ya estamos pagando el precio con mayor aversión al riesgo entre escritores, artistas y periodistas que temen por su sustento si se apartan del consenso, o incluso carecen de suficiente celo en el acuerdo”.
“Esta atmósfera sofocante dañará en última instancia las causas más vitales de nuestro tiempo. La restricción del debate, ya sea por parte de un gobierno represivo o una sociedad intolerante, perjudica a quienes carecen de poder y merma la capacidad para la participación democrática de todos”.
“La forma de derrotar las malas ideas es mediante la exposición, la discusión y la persuasión, no silenciándolas. Rechazamos cualquier elección falsa entre justicia y libertad, que no puede existir la una sin la otra”.
“Como escritores, necesitamos una cultura que nos deje espacio para la experimentación, la toma de riesgos e incluso los errores. Necesitamos preservar la posibilidad de discrepar de buena fe sin consecuencias profesionales nefastas. Si no defendemos de lo que depende nuestro trabajo, no deberíamos esperar que el público o el Estado lo defiendan por nosotros”, concluyó el documento suscritos por más de 150 intelectuales.
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