Terminaba el año 2019 y con él –en teoría– la novela de este segundo decenio, el Brexit, mientras la guerra comercial se estancaba en una abierta tregua de las naciones beligerantes, China y Estados Unidos. Circulaban en los medios y por las redes sociales los intensos incendios de Australia y remanentes de información de la fallida COP25, que no logró su cometido principal: regular los mercados de carbono. Sin embargo, nuestro mundo, hiperconectado y megaglobalizado, nunca es aburrido. Con la muerte del año viejo y la llegada de 2020, entraba en escena una nueva cepa de un virus conocido, que en 2003 infectó a un total de 8.098 personas y mató a otras 775 en todo el mundo.
Una nueva novela mediática
Que el coronavirus es la noticia de este primer trimestre, no cabe duda. Desplazó al Brexit, a la guerra comercial, las tensiones en Ormuz, los incendios en Australia, al Gobierno, al cambio climático, al Holocausto, al ébola, al cálido invierno, los Goya, Oscars, Grammy… se lo cargó todo. La aparición de un nuevo virus en nada más y nada menos que China —una de las naciones más pobladas del mundo y probablemente, con miles de conexiones en viajes y viajeros alrededor del planeta— nos ha mantenido en sintonía durante muchas semanas como una serie de Netflix o un culebrón made in Latinoamérica. El COVID-19 destapó una olla de alerta que ha hecho temblar los mercados, retrasar el lanzamiento de tecnología 5G en China y cuestionarnos la comida que comemos y su procedencia.
Justo el 31 de diciembre de 2019 llegaba a Wuhan un equipo de especialistas de la Comisión Nacional de Salud de China para investigar “una neumonía inexplicable” que solo en ese mes había registrado 27 casos. Las redes sociales bullían de curiosidad y emparentaban la inexplicable neumonía con el SRAS (Síndrome Respiratorio Agudo Grave) que en 2003 fue encubierta por funcionarios chinos durante semanas, antes de que el número de afectados y muertes delataran una epidemia por la que el Gobierno chino tuvo que disculparse ante el inminente desastre económico.
El COVID-19, como lo bautizó la OMS (Organización Mundial de la Salud), es una nueva cepa de la familia de virus, el coronavirus que causa desde el típico resfriado común hasta enfermedades más graves como bronquitis, neumonía, SRAS y MERS (Síndrome Respiratorio del Medio Oriente). Por supuesto, los más vulnerables al nuevo virus resultan los enfermos crónicos, los lactantes, los niños menores de cinco años y los ancianos. Ese 31 de diciembre, el Gobierno chino informaba a la OMS sobre esta enfermedad. A partir de allí se desencadenaron una serie de hechos que muchas veces nos hacen sentir en un thriller de ciencia ficción, donde el apocalipsis zombi es lo que sigue.
El 7 de enero las autoridades chinas confirmaron la identificación de un nuevo coronavirus. Cuatro días después se registraba la primera muerte, un hombre de 61 años en la ciudad de Wuhan, provincia de Hubei, que se convirtió en el epicentro del brote mundial. Empezaron a sumar los muertos; el número de afectados; China estableció un cordón sanitario alrededor de Wuhan y más de diez ciudades, que impactó la movilidad de 40 millones de personas aproximadamente. Distintos países comenzaron a repatriar a sus nacionales desde Wuhan, mientras el virus salía a cuentagotas de las fronteras chinas. Para el 30 de ese mes, la OMS se embarcaba en una sexta alarma global, declarando el actual brote del nuevo coronavirus como una emergencia de salud pública de carácter internacional.
Hasta que la vacuna contra el #COVID19 llegue, nosotros somos la vacuna. Cada persona que se queda en casa o que toma todas las precauciones necesarias, suma para ganar vidas y para doblegar la curva. Cada uno de nosotros estamos salvando vidas. #EsteVirusLoParamoUnidos pic.twitter.com/M7nLbZDxp3
— Pedro Sánchez (@sanchezcastejon) March 18, 2020
Sin vacuna ni tratamiento
Lo primero que hay que saber del COVID-19 es que se trata de un virus que no tiene un diagnóstico específico, no tiene vacuna ni tratamiento. Por lo tanto, los científicos del mundo se embalaron en la vertiginosa tarea de desmembrar los secretos de este nuevo virus para encontrar origen, diagnóstico, evolución y tratamiento. Por las redes sociales circulan hasta el cansancio campañas informativas desde la OMS y distintas instituciones asociadas instando constantemente a lavarse las manos, a no tener contacto con personas que tengan algún tipo de afección respiratoria, a taparse la boca al toser o estornudar y a cocinar muy bien los alimentos.
Y es que el nuevo coronavirus de Wuhan está relacionado con el comercio ilegal de animales salvajes. La incansable búsqueda de los científicos por dar con un diagnóstico o encontrar una vacuna, llevó al descubrimiento de un probable huésped intermedio, un mamífero placentario llamado pangolín. La carne de este mamífero es muy apreciada entre los hombres de negocios de Vietnam y China como símbolo de estatus y solvencia. Si se compra en un restaurante un pangolín vivo para después deleitarse con su carne, entonces, se demuestra riqueza. Un pangolín vivo ronda los mil dólares en los restaurantes chinos.
Mientras, en los establecimientos de medicina tradicional, el kilo de sus escamas puede alcanzar 3.000 dólares. A estas se les conceden distintas virtudes y poderes curativos. Según la medicina tradicional vietnamita, sirven como vigorizante, mejoran la circulación sanguínea, curan úlceras, favorecen la secreción de leche materna y tratan el acné y la escrófula. De allí que la demanda de este animalito se haya disparado tanto en África como en Asia, desafiando la prohibición que pesa sobre el comercio de pangolines por el Convenio Internacional sobre Especies Amenazadas (CITES).
Científicos Unidos
En la Universidad Agrícola del Sur de China un grupo de científicos analizó mil muestras de metagenomas de pangolines salvajes, encontrando que la secuencia del genoma del virus aislado era 99% idéntica a la secuencia del genoma aislado del virus encontrado en personas infectadas. A este respecto, los científicos del mundo han trabajado bajo la premisa de que cada hallazgo se debe realizar en línea con los más altos estándares y los resultados deben estar disponibles para todos.
A fines de enero –cuando la OMS declaraba la emergencia de interés internacional– el Instituto Pasteur de París confirmaba la secuencia completa del genoma del coronavirus de Wuhan. Informaba el Pasteur que para ese momento existían en el mundo 20 secuencias más del genoma del virus, todas muy similares. El hallazgo sugería que la nueva cepa del virus no necesita mutar para adaptarse y propagarse.
Y se ha propagado. Las estadísticas muestran que a nivel mundial más de 20 países presentan al menos un caso de COVID-19, España entre ellos. Sin embargo, el grueso de infectados y muertes se encuentra en China. A medida que los días avanzaban y se incrementaba el número de casos y muertes, algunos países se olvidaron de las advertencias de China y los consejos de la OMS y repatriaron a sus nacionales que se encontraban en Wuhan. El país con más repatriados desde Wuhan fue Corea del Sur con 701 personas; le siguieron India (647), Japón (565) y Estados Unidos (540). Los repatriados en España fueron 21 personas. Todos estos países presentan casos de coronavirus.
Lo que impacta del COVID-19 es su rápida propagación. En poco más de un mes este brote ya había superado el número de infectados y muertos que dejó el brote de coronavirus entre 2003 y 2004 que produjo el Síndrome Respiratorio Agudo Grave. De allí que las autoridades sanitarias y científicos a nivel mundial inviertan grandes cantidades de dinero y tiempo para dar con una vacuna.
Contagio a la economía
El impacto del coronavirus ha sido tan brutal en estos meses que ha hecho temblar el liderazgo político en la China continental, donde algunos líderes del Partido Comunista y de la Provincia de Hubei han perdido sus empleos. Liu Yingzi, director de la Comisión de Salud de Hubei; Zhang Jin, comisario del Partido Comunista y Jiang Chaoliang, secretario general del Partido Comunista en la provincia de Hubei perdían sus cargos para principios de febrero.
Como el Brexit, el coronavirus tendrá de seguro un impacto en la economía mundial. Ya lo advirtió Kristalina Georgieva en su intervención en el Foro Global de Mujeres 2020 en Dubái: «Nuestra predicción es el 3,3%, pero podría haber un recorte de entre el 0,1% y el 0,2% en el crecimiento mundial para 2020». Y es que el brote de este nuevo virus en China ha significado la interrupción de las cadenas de suministro de muchas empresas. China no es solo la segunda economía mundial, sino una fábrica global a gran escala y uno de los mayores mercados de consumo de tecnologías, automóviles, empresas de lujo, aerolíneas y farmacéuticas.
El actual brote de coronavirus ha obligado al gigante asiático a paralizar la actividad industrial, a poner en cuarentena a millones de personas y a restringir la movilidad. Como consecuencia, la producción y el consumo se han desplomado. De allí que gigantes de la economía mundial como Nissan, Nestlé o Carnival hayan bajado sus previsiones de resultados para este año.
El coronavirus ha infectado hasta las esperanzas de China de posicionarse como país puntero en el desarrollo del nuevo ancho de banda 5G. China Mobile, la operadora de redes inalámbricas por suscripción más grande del mundo, suspendió las instalaciones de bases a infraestructuras que brindarían soporte al desarrollo de tecnología 5G en este país. La empresa informó que el actual brote de coronavirus definitivamente afectará el cronograma de la tecnología 5G para este 2020 en el gigante asiático.
El comienzo del tercer decenio del siglo XXI ha sido a lo grande. La aparición de un virus que remueve las bases de una economía mundial cada vez más precaria y pone en alerta a un mundo ya convulso, invita a reflexionar sobre cómo los seres humanos hemos llegado a tanto. El coronavirus representa un tipo de virus presente en los animales que en determinadas circunstancias puede pasar a los humanos. Como causa probable de las primeras infecciones humanas se ha establecido el contacto con la carne de varios animales vendidos en el mercado mayorista de mariscos del sur de China. Biodiversidad, pobreza, sobrepoblación, contrabando, ilegalidad es la vorágine de conceptos que se vienen como una tromba cuando en el nuevo coronavirus se piensa.
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