Simona Sacchini, Universidad de Las Palmas de Gran Canaria
Hace más de un siglo, el psiquiatra y neurólogo alemán Alois Alzheimer presentó por primera vez a la comunidad científica el caso de Auguste Deter. Ella era la primera paciente afectada por la enfermedad que heredó su apellido.
Auguste comenzó a padecer la enfermedad a los 50 años, con un cuadro de ansiedad, agitación y constante confusión. Según Alois Alzheimer “examinarla resultaba imposible” pues Auguste era cada vez más temerosa y ansiosa. Su condición se volvió tan abrumadora y debilitante que su familia ya no pudo cuidar de ella.
Esta fue la primera vez. Ahora la enfermedad de Alzheimer es la forma más común de demencia. Cuando nos referimos al alzhéimer, en lo primero que pensamos es en el olvido y el dolor emocional que sufren el paciente y los familiares. Sin embargo, desconocemos que la pérdida de memoria es solo el comienzo.
Más allá del olvido
Hay una región presente en el tallo cerebral, el locus coeruleus (LC), que mantiene el estado de alerta y vigilia en nuestro cerebro. Esta área juega un papel clave en la determinación de las capacidades cognitivas en la vejez.
El LC es especialmente vulnerable a las toxinas y las infecciones y, a menudo, es el primer lugar donde aparece la patología relacionada con el alzhéimer. De hecho, en la enfermedad de Alzheimer, se produce pérdida neuronal en esta región, ya desde la fase temprana.
Sin embargo, esta pérdida neuronal puede ir acompañada de un aumento de la actividad de las neuronas restantes. Esto podría explicar los síntomas de ansiedad generados por la “hiperactividad” de las neuronas supervivientes.
La ansiedad, ese sentimiento de pérdida de control excesivo o injustificado, afecta entre el 8 % y el 71 % de los enfermos de alzhéimer. Se manifiesta con inquietud, necesidad de moverse continuamente o incluso con molestias en ciertos entornos. En el párkinson, la ansiedad también es uno de los síntomas más predominantes, presente en un 67 % de los enfermos.
Se ha observado otro dato importante. El alzhéimer no es solo una enfermedad que afecta a las personas mayores. Existe un alzhéimer de inicio temprano o precoz que afecta a personas de menos de 65 años. En esta variante, la enfermedades pueden incluso aparecer antes de los 40 años.
En el alzhéimer temprano, los síntomas de ansiedad son mayores que en el tardío. Además, los enfermos de sexo masculino con alzhéimer precoz tienen más tendencia a desarrollar ansiedad.
Lamentablemente, el ejemplo más común lo encontramos en el síndrome de Down. Las personas con síndrome de Down pueden padecer alzhéimer precoz y desarrollar trastornos psiquiátricos y ansiedad.
¿Cómo funciona el ‘interruptor’ de la ansiedad?
Como decíamos, la clave está en el locus cerúleo. Una disfunción en esta región se traduce en alteraciones del sueño, ansiedad o depresión, que aparecen en fases tempranas de la demencia.
En esta área existe un compuesto paradigmático llamado neuromelanina, un pigmento oscuro que se acumula en las neuronas de áreas especificas del cerebro. Esta sustancia puede tomarse como un indicador de la integridad de estas regiones.
La acumulación de neuromelanina en el LC se relaciona con un aumento de vulnerabilidad de las neuronas y el desarrollo de alzhéimer y párkinson.
Junto al papel que desempeña el LC, hay otra pieza fundamental: las dos amígdalas del cerebro. Estas transforman informaciones sensoriales en emociones. Una de las emociones que nace en la amígdala y que es clave para la supervivencia es el miedo. En el caso al que nos referimos, la ansiedad podría interpretarse entonces como un miedo anticipatorio.
En definitiva, el locus cerúleo se encarga de modular la actividad de la amígdala. Este circuito podría verse alterado de manera persistente por el aumento de la excitabilidad del locus cerúleo, que comentábamos al principio. Esto daría lugar a un aumento de la ansiedad.
La ansiedad disminuye gradualmente en las etapas graves de la demencia. Además, existen tratamientos, farmacológicos y no farmacológicos, que tratan de minimizar este síntoma.
Por ejemplo, numerosos estudios avalan el valioso efecto de la musicoterapia sobre la ansiedad y la depresión en pacientes con alzhéimer leve o moderado. Finalmente, controlar nuestras frases y manera de relacionarnos con el enfermo puede ayudar a reducir estos síntomas.
¿Causa o efecto?
En todo esto existe otra cara de la moneda. La ansiedad puede también ser la causa y no solo un síntoma de alzhéimer. Puede ser causada por diferentes condiciones médicas o por desgaste emocional. Cada vez tiene mas fundamento lo que afirmaba la neurobióloga italiana Rita Levi Montalcini, premio Nobel de Fisiología y Medicina en 1986 por el descubrimiento del Factor de Crecimiento Nervioso: “Mantén tu cerebro ilusionado, activo, hazlo funcionar y nunca degenerará”.
Ella confirmaba que, aunque mueran algunas neuronas, existe la posibilidad de que nazcan nuevas conexiones. El descubrimiento fue crucial para estudiar y comprender enfermedades como el alzhéimer.
Afirmaba que ejercitar el cerebro previene la degeneración neuronal y ayuda a las neuronas a ser más eficientes. Esta gran mujer nunca se dejó vencer por las dificultades con las que vivía, como ser judía y mujer en su época.
“Mire, mi cerebro es ahora mejor que cuando era joven. Es verdad que veo mal y oigo peor, pero mi cerebro ha funcionado siempre bien”, contaba.
Simona Sacchini, veterinaria, investigadora, profesora en Anatomía Humana, Universidad de Las Palmas de Gran Canaria
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.