Socialmente la atención suele centrarse más en el cuerpo femenino y su delgadez –asociándolo con moda, publicidad, marketing- que en el masculino. Algunos expertos sostienen que se normaliza más el sobrepeso en un hombre que en una mujer. Pero eso está cambiando. En la última década, cada vez más niños y adolescentes varones sufren de trastornos alimentarios por diversas motivaciones.
Un pequeño pero creciente grupo de científicos y médicos se ha dedicado a identificar el problema, evaluar su alcance y desarrollar tratamientos. Según la Organización Mundial de la Salud, estos trastornos se presentan con comportamientos alimentarios anormales. Acompañados por una distorsión en la percepción de la imagen corporal, una preocupación excesiva por el peso y por la comida.
Esta alteración se presenta con mayor frecuencia entre los 12 a los 25 años de edad, con diversas afectaciones a la salud, que pueden llevar de la malnutrición hasta la muerte. Un estudio publicado en JAMA Network, en 2023, analiza datos de más de 63.000 niños y adolescentes de 16 países y concluye que un 22% tiene conductas de riesgo que podrían terminar en Trastornos de la Conducta Alimentaria.
La investigación precisa que las niñas tendrían más probabilidades de sufrir un trastorno alimentario, con un 30% frente al 17% de niños o chicos. Está claro que la adolescencia suele ser una época más intensa y variable tanto respecto a hábitos de vida como emocionalmente, y con más desorden en la alimentación que otras etapas.
Otro estudio publicado en PLOS ONE y reseñado por El Español, advierte que el 44% de los vídeos vertidos en la red social TikTok sobre alimentación versan sobre pérdida de peso. La etiqueta #PérdidaDePeso poseía más de 10.000 millones de visitas”.
Trastornos alimentarios en adolescentes
Ante la preocupación por el aumento de estos trastornos alimentarios en los adolescentes, en particular en los varones, The New York Times consultó la opinión de dos especialistas en esas conductas. Las más reconocidas son anorexia, bulimia y ortorexia nerviosa.
Jason Nagata es pediatra de la Universidad de California en San Francisco y se especializa en trastornos alimentarios. También es editor principal del Journal of Eating Disorders y editor del libro «Eating Disorders in Boys and Men». Y Sarah Smith es psiquiatra de niños y adolescentes de la Universidad de Toronto y se especializa en trastornos alimentarios. Fue la autora principal de un estudio publicado en JAMA Open Network en diciembre que mostró fuertes aumentos en las tasas de hospitalizaciones de niños con trastornos alimentarios.
Los trastornos alimentarios se han conceptualizado principalmente como anorexia, señala Smith. Este trastorno se ha descrito como una enfermedad de mujeres adolescentes que desean perder peso por razones estéticas, señala Smith. Y estas complicaciones pueden provocar un estado de inanición. ¿Qué significa eso? Un desajuste entre las necesidades energéticas o de nutrientes y lo que realmente ingiere a su cuerpo.
Agrega Nagata que cuando un cuerpo constantemente ejerce más energía de la que absorbe, puede llevar a un estado de inanición en el que sus órganos vitales comienzan a cerrarse porque no tienen suficiente energía para sustentarse. Y creo que no se reconoce suficientemente que la inanición puede ocurrir entre personas que hacen demasiado ejercicio sin recibir suficiente nutrición.
Y alerta que existe una superposición entre los niños y el atletismo. “Creo que los niños que son deportistas tienen un mayor riesgo de sufrir trastornos alimentarios. Hasta cierto punto, algunos de estos comportamientos están normalizados en los deportes competitivos”.
Alerta: más hospitalizaciones en niños y adolescentes
El tema tiene complejidades y categorizaciones. Sarah Smith advierte que cuando se trata de la relación entre el exceso de ejercicio, la falta de alimentación y las consecuencias físicas entre los atletas con trastornos alimentarios, estamos ante la llamada «tríada de la atleta femenina».
Consiste en la pérdida de peso, cambios en la densidad ósea y amenorrea, que es cuando las mujeres no menstrúan, explica. “Es otro ejemplo de nuestro prejuicio de género y de cómo abordamos esta enfermedad”, indica la investigadora.
En su estudio más reciente observó más de 11.000 hospitalizaciones en Ontario por trastornos alimentarios de niños y adolescentes de 5 a 17 años entre 2002 y 2019. “Lo que encontré fue que, si bien las tasas de hospitalización aumentaron en general en un 139%, el mayor aumento relativo se produjo entre los hombres. Su tasa de hospitalizaciones se disparó un 416%. Las causas comunes de hospitalización incluirían indicaciones como frecuencia cardíaca muy baja, marcadores anormales de minerales en la sangre o ideación suicida”.
Nagata anticipa que posiblemente las tendencias en Estados Unidos ”son bastante similares. Tenemos un estudio reciente que se centró en niños que fueron hospitalizados por trastornos alimentarios en el país. Descubrimos que, en comparación con las niñas hospitalizadas, los niños en realidad tienen complicaciones médicas más graves.
Los niños tienen estancias hospitalarias más largas, mayores anomalías del ritmo cardíaco y tasas más altas de anemia que las niñas. Esto puede reflejar en parte que los niños suelen ser identificados o diagnosticados más tarde”.
Confía Nagata que “las señales de alerta para los padres son si su hijo comienza a obsesionarse por el gimnasio y el fitness de una manera que empeora su vida social, escolar y diaria. Ésos son casos en los que el ejercicio excesivo puede caer en el mundo del desorden”.
Algunas recomendaciones
¿Qué aconseja a los padres que temen que su hijo pueda tener un problema? “El desafío con los trastornos alimentarios en los adolescentes es que sabemos que cuanto más tiempo no se trate el problema, peor será el resultado” dice Smith. “Existe una inclinación natural a no ser intrusivo o arriesgarse a empeorar las cosas, pero creo que cuanto antes respondan los padres, mejor. Los riesgos de reaccionar exageradamente son pequeños dados los riesgos muy reales de los trastornos alimentarios”.
Recomendó que los padres se comuniquen con su proveedor de atención primaria. Además, existen buenos recursos en línea.
Por otra parte, Nagata asegura que “la atención primaria suele ser el mejor lugar para comenzar, porque pueden realizar una evaluación. Un examen inicial, verificar los signos vitales y los análisis de laboratorio. Y luego brindar el tratamiento adecuado y derivaciones según sea necesario. Las razones más comunes de derivación que recibimos en nuestra clínica especializada en trastornos alimentarios son las de un médico de atención primaria que visita a un adolescente para su chequeo regular. Y nota un cambio significativo en el peso o signos vitales o laboratorios inestables”.