Con el correr de los días va creciendo el movimiento mundial en contra del confinamiento. No solo son sectores de la sociedad civil cansados del encierro. O de empresarios y comerciantes que ven mermados sus ingresos. Son médicos y científicos del mundo que en un documento, que ya acumula 14.000 firmas, aseguran que son más las desventajas que las bondades de un regreso a las restricciones de movilidad.
En sus desvelos por alcanzar tratamientos y vacunas para enfrentar a la COVID-19, la ciencia lleva el pulso de la crisis sanitaria. Los aciertos y desaciertos. La experiencia de miles o de millones de casos son analizados, decantados y completados. En función de análisis, razonamientos, dudas y certezas, investigadores de las más prestigiosas universidades del mundo piden el cese del confinamiento.
Los epidemiólogos Martin Kulldorff, de la Universidad de Harvard; Sunetra Gupta, de Oxford, y Jay Bhattacharya, de Stanford, elaboraron un manifiesto en contra el confinamiento. Coincidente con la petición realizada por unos 2.000 científicos en la llamada Declaración Barrington. Ambos grupos alertan que el confinamiento tiene “un impacto terrible en la salud física y mental de las personas”.
Sostienen los médicos y científicos de la salud que “las políticas de confinamiento actuales tienen efectos devastadores en la salud pública a corto y largo plazo. Las consecuencias, entre otras, incluyen tasas de vacunación más bajas. Empeoramiento de las enfermedades cardiovasculares, menos detecciones de cáncer». Así como “el mayor deterioro de la salud mental, lo que conduce a un mayor exceso de mortalidad en los próximos años. Es la clase trabajadora y los miembros más jóvenes de la sociedad sobre quienes recae el peso más grande de estas medidas”, argumentan los especialistas.
Médicos y políticos, en divergencia sobre el confinamiento
Los planteamientos de médicos y científicos ocurren en momentos en que, ante los rebrotes, muchos países han regresado al cierre de ciudades. Es España, Israel y Francia, por citar algunos casos, ha habido endurecimiento de las normas. Todo lo contrario de lo que plantean médicos y especialistas en epidemiología.
En España, el Gobierno decretó el estado de alarma en la Comunidad de Madrid para «proteger la salud pública» frente a la pandemia. Las medidas acordadas en Consejo de Ministros tendrán un «efecto inmediato», dice La Moncloa. Horas antes, la presidenta de la comunidad, Isabel Díaz Ayuso, se refirió al contagio en la capital y la permanencia del virus. “Nos obliga a buscar medidas ponderadas, efectivas, claras pero ajustadas a derecho. Que no enfrenten salud y economía».
Entretanto, en Israel arrecian las protestas de la ciudadanía en general en contra de las medidas restrictivas del gobierno. El primer ministro Benjamín Netanyahu impuso una severa limitación en la movilidad de los ciudadanos, en cuanto a los grupos y el alejamiento de sus hogares.
Francia también se ha resistido al confinamiento, pero las autoridades han reforzado las restricciones en ciudades especialmente afectadas como París, Marsella, Burdeos, Niza y Toulouse.
En el Reino Unido se mantienen atentos al comportamiento del virus. Boris Johnson se opone a un cierre nacional: “Esta es la última línea de defensa». Sin embargo, sus voceros advierten que están «preparados para hacer lo que sea necesario».
Hacia una protección focalizada
La declaración de estos 5.000 científicos y más de 9.400 médicos sobre el confinamiento y otras medidas, se suma al pronunciamiento de profesionales de la salud Bélgica. En una carta pública pidieron la libre movilidad de las personas. Los académicos explican que “mantener las medidas de confinamiento hasta que haya una vacuna disponible causará un daño irreparable en los menos privilegiados y de manera desproporcionada”. Se manifestaron a favor de la protección focalizada, de atender como foco principal, a las personas más vulnerables, niños, ancianos y enfermos.
Consideran que la manera más humana de abordar la pandemia es midiendo los riesgos y los beneficios de alcanzar la inmunidad de rebaño. De esta manera, “permitirle a aquellos que están bajo un mínimo riesgo de morir, vivir sus vidas con normalidad para alcanzar la inmunidad al virus a través de la infección natural. Mientras se protege mejor a los que se encuentran en mayor riesgo”.
¿Volver a la normalidad o a la nueva normalidad?
Los expertos de Harvard, Oxford y Stanford proponen que los ancianos vean a sus familias preferiblemente en exteriores en lugar de interiores. Claro está, manteniendo la realización de test frecuentes entre los visitantes y el personal de los centros de mayores. El distanciamiento social, el lavado de manos y el uso de mascarillas.
Asimismo, consideran que las escuelas y universidades deben abrir la enseñanza presencial. Las actividades extracurriculares, como los deportes, deben reanudarse. Los adultos jóvenes de bajo riesgo deben trabajar con normalidad, en lugar de hacerlo desde casa. Los restaurantes y otros negocios deben abrir.
Sugieren además que las artes, la música, los deportes y otras actividades culturales deben reanudarse. La gente que se encuentra en mayor riesgo puede participar, si así lo desea, mientras la sociedad en conjunto disfruta de la protección otorgada a los vulnerables por aquellos que han desarrollado inmunidad de rebaño.
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