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La periodista de investigación Maria Ressa, que con el también periodista ruso Dmitri Muratov, comparte el Premio Nobel de la Paz, habló con Radio Francia Internacional en 2020 y se refirió al gran número de amenazas que sortea en Filipinas en el ejercicio de su profesión.
Ressa y Muratov fueron galardonados «por sus esfuerzos para salvaguardar la libertad de expresión, que es una condición previa para la democracia y la paz duradera». La justificación expresada por la presidente del comité Nobel, Berit Reiss-Andersen, en Oslo, el viernes pasado coincide con la que manifestó en 2020 el jurado de la Unesco, cuando le otorgó el premio de la libertad de prensa a la periodista filipina.
«Su caso es emblemático de las tendencias mundiales que suponen una amenaza real para la libertad de prensa y, por tanto, para la democracia». El premio empujó hacia la luz internacional la tenacidad de Maria Ressa. «Acosada en las redes sociales, perseguida judicialmente y condenada por ‘ciberdifamación’, la directora del sitio web de noticias Rappler denuncia cada día los intentos de amordazar a la prensa en todo el mundo», escribía en 2020 Heike Schmidt, de RFI.
¿Cuáles son las amenazas a la libertad de prensa?
El mayor problema es que se pretende cuestionar hechos irrefutables. Un fenómeno nuevo. Los periodistas han perdido su poder verificar la información. Las nuevas tecnologías han «secuestrado» esa responsabilidad. Si no cuentas con hechos, no tienes la verdad. Sin la verdad, no hay confianza. Y sin esa confianza, la batalla por la verdad es imposible, especialmente en tiempos de desafíos existenciales como el cambio climático y la pandemia de la COVID-19.
Las plataformas que pretenden informarnos entregan mentiras, acompañadas de ira y odio. Vemos en las redes sociales ejércitos cibernéticos pagados por gobernantes autoritarios que atacan la democracia. Una tendencia que debe ser combatida. Nunca ha sido más peligroso ser periodista; y mucho más, mujer periodista. Al mismo tiempo, los retos son enormes y nunca nuestra misión ha sido más relevante para preservar la democracia. Es hora de trabajar juntos y de resistir.
¿Ha exacerbado la pandemia la tentación de los dirigentes de amordazar a la prensa?
Debemos asegurarnos de que el virus del autoritarismo no infecte la democracia. En Filipinas el gobierno aprovechó la pandemia, los sucesivos cierres y un billón de pesos en préstamos de los bancos para consolidar su poder. Estamos pagando las consecuencias. El presidente Rodrigo Duterte designó a antiguos generales del ejército para gestionar la respuesta la crisis sanitaria. Un desastre que se suma al desastre de la pandemia a un coste extremadamente alto. En estos tiempos del coronavirus las mentiras matan y también la incompetencia mata.
¿Cómo la presiona el gobierno filipino?
Los ataques a mi sitio web Rappler y a mi persona comenzaron en 2016 con mentiras sobre nosotros. Soy periodista desde hace 35 años y sabemos que las mentiras se convierten en hechos si haces circular miles de veces en las redes sociales,
A partir de 2017, el propio presidente Rodrigo Duterte se encargó personalmente del agravio. En 2018 nos abrieron 11 investigaciones. Y en 2019, me detuvieron 2 veces en 6 semanas. En 2020 me condenaron “por ciberdifamación”. No condenaron por violar una ley que no existía cuando se publicó el artículo. En enero recibí mi décima notificación de arresto. La presión continúa y también nuestra lucha. No voy a renunciar a mis derechos ni a dejar de luchar para que no se sigan erosionando nuestras libertades.