La investigadora María Gabriela Becerra Terán, del Centro Médico para el Desarrollo de Medicamentos de Texas, coordinó los ensayos de la fase 3 en Houston. En exclusiva para Cambio16.com, relata paso a paso el proceso que hizo posible la autorización en tiempo récord de la vacuna contra el COVID-19
Omar Luis Colmenares
En marzo de 2020, cuando la infección por COVID-19 fue declarada una pandemia, la doctora María Gabriela Becerra Terán tenía perfectamente claro que le esperaba una carrera contra el tiempo. “Nuestro equipo sabía que la única esperanza para combatir esta situación era una vacuna”, revela desde Houston, donde desde 2016 trabaja como investigadora en el Centro Médico para el Desarrollo de Medicamentos de Texas.
CARRERA CONTRARRELOJ
“Fue un sueño cumplido”, dijo satisfecha la científica profesional graduada de médica cirujana en la Universidad del Zulia, Venezuela
Una vez preparados los equipos, comenzaron las pruebas con los pacientes. Las primeras fueron realizadas para Pfizer y Moderna a la vez, luego trabajaron con Janssen y por último con Novavax.
Esto significó una ardua labor de reclutamiento de voluntarios y de selección de aquellos que cumplieran con los criterios de elegibilidad establecidos por las farmacéuticas y la FDA.
EL PROCESO PASO A PASO
BATALLA GANADA
“En lo personal, veía con preocupación el número de personas, entre ellas muchos colegas, contagiadas y fallecidas en el mundo. Pero no podía doblegarme. Siempre me mantuve positiva. Llena de optimismo, con una sonrisa detrás de la máscara, pues debía reflejar eso a los equipos: animarlos para seguir adelante sin importar las circunstancias y el cansancio, para superar cualquier barrera que el día a día pusiera en el camino”, relata.
EL SUEÑO DE SU VIDA
Ese sueño es el que ha llenado la vida de María Gabriela desde su más temprana infancia. Desde los tiempos en que jugaba a ser doctora con sus muñecas, usaba jeringas sin aguja y les daba medicinas. Rememora que siempre quiso ser médica. Nunca lo dudó. La inspiraron su abuelo que fue militar y enseñaba a sus hijos los primeros auxilios, y su mamá, a quien veía inyectar y ayudar a amigos y vecinos enfermos. Asegura que la importancia del servicio a los demás se la inculcó su familia.
De los tiempos idos, recuerda que cuando asistía al Colegio María Inmaculada, en Caracas, su materia favorita era Ciencias de la Salud, que fortaleció su interés en la medicina; que en las tardes participaba en una actividad llamada Infancia Misionera, que consistía en prestar ayuda a los más desfavorecidos y la ayudó a germinar el deseo de hacer aportes que contribuyeran a los cambios en el mundo.
En 1998, por motivos de trabajo de su padre, se fue a vivir en Maracaibo. Las añoranzas de la capital y su propósito de estudiar Medicina en la Universidad Central de Venezuela (UCV) se disiparon en el Colegio San Vicente de Paúl. De allí agradece a sus maestras de Biología, que la terminaron de guiar en su vocación y la ayudaron a aplicar para los estudios de Medicina en La Universidad del Zulia (LUZ), de donde egresó luego de seis años formada por excelentes profesores.
Uno de sus primeros trabajos como médica lo realizó con la Gobernación del estado Zulia. Se trató del desarrollo de un proyecto llamado Casas del Pueblo para la Salud. Consistía en llevar médicos, enfermeras y medicamentos a sectores de muy bajos recursos, en examinar pacientes en lugares de extrema pobreza.
EMPEZAR DESDE CERO
A partir de esa vivencia marcadora, entendió la necesidad de crecer profesionalmente, de especializarse para tener la posibilidad de hacer los aportes que soñaba. En 2013 se mudó a Estados Unidos, específicamente a Houston (Texas), porque esa ciudad es líder en medicina e investigación, el área donde quería desarrollarse.
Como le ocurre a todo el que migra, en sus primeros años en Estados Unidos tuvo que pasar por el proceso de adaptación, que muchas veces consiste en comenzar desde cero: llegar a un lugar nuevo, fuera de la zona de confort, sin familia, sin amigos, ante una cultura distinta y ante una lengua que, aunque se maneje, no es la propia. La ayudaron su empeño y su esposo, quien es estadounidense y trabaja en el sector salud.
Después de desempeñarse como asistente de una médica venezolana, comenzó a buscar un sitio donde especializarse en el área de la investigación clínica. Aplicó a varios programas y clínicas dedicadas al área, participó como voluntaria para experimentar la faceta desde el otro lado. Varias instituciones mostraron interés en su perfil y le hicieron ofertas, pero fue el Centro Médico para el Desarrollo de Medicamentos de Texas el que despertó su interés, porque le ofreció la oportunidad de desarrollarse. Desde 2016 trabaja allí y hoy ha visto concretada una parte de las metas que se propuso alcanzar desde niña.
EL RECONOCIMIENTO
La doctora María Gabriela Becerra Terán está contenta pero no envanecida con el reconocimiento obtenido. “A mí nunca me pasó por la mente que mi nombre apareciera en medios de varias partes del mundo. Sí me siento orgullosa de representar a mi país, de poner el nombre de Venezuela en alto, y honrada por las demostraciones de admiración que a través de las redes sociales me han transmitidos personas y colegas –venezolanos y de otros lugares– por el aporte realizado”.
Las manifestaciones de agradecimiento la hacen sentir bien y la estimulan para asumir mayores compromisos. Dice que como profesional joven que es, quiere seguir transitando un camino que sirva de ejemplo a las nuevas generaciones, especialmente a las que quieren dedicar sus vidas al servicio de la salud.
Le complace compartir conocimientos e informar sobre los avances de la lucha contra la pandemia. Esta labor la realiza a través de su cuenta en Instagram, donde todos los domingos publica actualizaciones y ofrece recomendaciones a sus seguidores. Comenta que una de las más alentadoras noticias de la última semana es la confirmación de que la vacuna de Janssen garantiza un alto porcentaje de inmunidad con una sola dosis.
María Gabriela es optimista y quiere que su mensaje se difunda: “Creo que pronto volveremos a la normalidad. Yo, por mi parte, sigo trabajando para que así sea. Pero, para lograrlo, debemos vacunarnos. El mundo necesita que el 70 por ciento de la población esté vacunada y sea inmune al virus para que se pueda poner fin a la cadena epidemiológica de esta pandemia. Mientras tanto, debemos cuidarnos y proteger a nuestros seres queridos. Hay que continuar cumpliendo las medidas sanitarias fundamentales: usar mascarillas y mantener el distanciamiento social”.
La doctora vacunada
“Una de mis mayores satisfacciones fue recibir, como paciente, el producto de mi trabajo. Quiero reiterarle a la gente que la vacuna es segura. Y que hay que confiar en la ciencia, que está haciendo un esfuerzo gigantesco”.
María Gabriela comparte la experiencia de su propia vacunación: “Los síntomas secundarios que se reportan después de la vacuna se llaman efectos de reactogenicidad. Y son de esperarse, pues se deben a que el cuerpo está reaccionando para generar una respuesta inmune. Después de mi primera dosis, solo sentí dolor en el brazo y algo de cansancio al día siguiente”.
Explica que cuando se recibe la segunda dosis, los efectos secundarios son mayores. Se debe a que el cuerpo ya tiene una línea de defensa formada para atacar a la vacuna.
“Con la segunda dosis sentí un cansancio muy marcado entre las primeras 48 y 72 horas. También tuve inflamación y enrojecimiento en el área de la inyección, pero nada de qué preocuparse. La vacuna es una pequeña proteína del virus, no el virus como tal. Por lo general, en siete días, cualquier efecto secundario desaparece”.
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