María Andrés Marín, desde su responsabilidad al frente de la Oficina del Parlamento Europeo en España, afirma que el territorio de la Unión Europea es hoy el mejor sitio del mundo para ser mujer, pese a que siga siendo imprescindible correr esta carrera de obstáculos que se convierten en techo de cristal por el hecho de ser madre y trabajadora. Su compromiso y su actitud la identifican en todos los foros como la voz de la mujer en Europa. Convencida de que cada siglo necesita su revolución, trabaja para que este sea el de la revolución de las mujeres.
¿Seremos capaces de construir una nueva narrativa europea que, sin renunciar a los valores fundacionales, sea capaz de apelar a los ciudadanos de hoy, a sus miedos, incertidumbres y problemas?
Lo queramos o no, las circunstancias nos obligan. Siete grandes crisis que han afectado a Europa en los 22 años que llevamos de siglo: la crisis financiera de 2008, el reto migratorio durante la guerra en Siria, el proceso del Brexit, las amenazas al multilateralismo con la elección de Trump, el auge de nacionalismos euroescépticos de extrema derecha, la pandemia de covid y, ahora, otra guerra en Europa.
En cada una ha habido fuerzas políticas y sociales empeñadas en demostrar que cada crisis es culpa de Europa, que saliendo de la UE las soberanías nacionales sabrán protegerse mejor de las amenazas, fruto de un proceso salvaje de globalización. Pero la realidad es tozuda y nos demuestra lo contrario. Hace mucho más frío fuera.
Gracias a la unidad de la UE hemos logrado fondos suficientes para rescatar nuestras economías –en 2008 y tras la pandemia–, o desarrollar vacunas para 450 millones de europeos en una carrera contrarreloj o activar el suficiente músculo defensivo para plantarle cara a Rusia cuando amenaza nuestro modelo de democracia occidental. ¿Te imaginas a España o cualquier otro Estado enfrentándose aislado a estos retos?
Esa narrativa europea que apela a los miedos de sus ciudadanos se ha construido a golpe de necesidad y hoy está muy presente, pero es tan básica que a veces tendemos a darla por sentado. La UE sirve sencillamente para solucionar juntos los problemas que solo podremos resolver juntos.
Quizás el principal obstáculo para la integración sea la falta de identidad común como ciudadanos europeos. ¿Podrá la guerra de Ucrania impulsar esta identidad por encima de elitismos, tecnocracia e intereses económicos?
Seguramente no estaba en sus planes, pero Vladimir Putin es el líder del siglo XXI que más ha impulsado la cohesión europea. Nos ha dado un objetivo (la defensa de nuestro sistema de valores) y un enemigo común. No hay nada más potente que ver a Zelenski esgrimir la bandera europea y arriesgar su seguridad personal bajo las bombas aquel 1 de marzo, con la invasión recién iniciada, para intervenir en videollamada ante el hemiciclo del Parlamento Europeo y reclamar la adhesión de su país al club comunitario. Ucrania no está luchando solo por su libertad, también lo hace por la libertad y los valores democráticos que nos definen a todos los europeos.
Ha dicho que nada afecta más a la coherencia del mensaje político que el ruido de la desinformación. Lo hemos visto en el Brexit, con Trump o utilizada como arma poderosa en la guerra. ¿Qué se esconde detrás de las noticias falsas? ¿Cómo afectan al pluralismo ideológico?
La desinformación es un arma muy poderosa. Hace temblar nuestros cimientos como sociedad:, pone en duda la confianza en el sistema. Da igual que la noticia de turno sea que salir de la UE servirá para financiar a sanidad británica, que beber lejía protege de la covid o que Ucrania es un nido de nazis que amenaza a los ciudadanos rusos. El objetivo final siempre es el mismo. Pretenden que dejemos de creer en la ciencia, en las instituciones, en la democracia, en nuestro modelo de sociedad. Si nada de esto es fiable, todo lo demás se convierte en posible. La verdad alternativa nos abre a otros mundos donde la respuesta es autoritaria y siempre “anti” (anti-UE, antidemocracia, antilibertad).
¿Recuerdas el asalto al Capitolio de Estados Unidos, una de las democracias más consolidadas de Occidente? La filósofa Hanna Arendt dijo una vez: “El sujeto ideal del mandato totalitario no es el nazi ni el comunista convencido, sino la gente para quien no existe distinción entre el hecho y la ficción, la diferencia entre lo verdadero y lo falso”.
¿Cómo afrontar el auge de los populismos?
Ofreciendo soluciones concretas a los problemas concretos de la gente. Actuando en lugar de hablando. Liderando con el ejemplo para demostrar que juntos somos más fuertes y resolvemos mejor: vacunas, fondos, empleo, libertad de movimiento, energías renovables… Cualquier solución ayuda salvo dejarte llevar por su ruido, permitir que ellos impongan su agenda. La gente asustada busca soluciones y solo la falta absoluta de expectativas les hace caer en el discurso del odio y las verdades alternativas.
La globalización y la transformación tecnológica con el auge de la digitalización implementan cambios a gran velocidad y generan incertidumbre y volatilidad. ¿A retos globales, soluciones globales? ¿Cómo combatir los efectos negativos de una globalización desordenada?
Con normas internacionales que nos protejan mejor de esos efectos. No se me ocurre otra manera. Cuando los euroescépticos dicen que la UE es la culpable de la globalización, yo reivindico que es lo contrario: Europa es nuestro mejor escudo. Un ejemplo: es en nuestros acuerdos comerciales con terceros países cuando logramos tener el músculo suficiente para proteger los estándares laborales o de calidad de nuestros productos y la seguridad alimentaria de lo que importamos.
Soy consciente de que la incertidumbre y la volatilidad pueden realzar el atractivo de los sistemas más autoritarios en detrimento de nuestras democracias (ese ‘China resolvió mejor la pandemia’), pero no se puede perder de vista que la eficacia de los autoritarismos tiene un coste importante en términos de libertad personal. Y es en ese equilibrio entre autoritarismo, derechos y libertades donde cada uno debe elegir su modelo de sociedad. Yo lo tengo claro.
¿Qué medidas se deben abordar para mitigar el calentamiento global y el cambio climático? ¿Cómo debe virar la economía hacia la circularidad para ser auténticamente regenerativos?
Uff, hablamos ahora del elefante en la habitación. De todos los retos del siglo XXI, el más invisible pero también el más urgente es frenar el deterioro del medio ambiente. La UE se puso como objetivo liderar esa lucha contra el cambio climático consiguiendo un continente climáticamente neutro en 2050, es decir, a no liberar más gases de efecto invernadero de los que puede absorber, y a reducir sus emisiones netas de CO2 al menos un 55% en 2030.
Las leyes adoptadas en esta legislatura en el llamado Pacto Verde son muy ambiciosas: descarbonización de la economía, apuesta por la economía circular y una agricultura más amable con el planeta, mejor aprovechamiento de recursos, innovación y desarrollo de energías renovables… La pregunta es cómo seguir avanzando en este compromiso firme en un contexto tan complejo como es la invasión de Ucrania y lo que está suponiendo en forma de guerra energética, inflación o escasez de recursos.
Todos los fondos Next Generation para la recuperación tras la pandemia se condicionaron a un uso en proyectos verdes, digitales y sociales para reforzar una visión política estratégica y coherente de la UE. Vacilar en nuestro compromiso contra el cambio climático a estas alturas podría resultar fatal. No nos queda mucho tiempo.
¿La crisis energética europea ha puesto de manifiesto las debilidades del Green Deal para virar hacia un modelo sostenible en la economía, la producción y el consumo?
Desde luego no nos lo pone más fácil. Esta misma semana ha habido un polémico voto en el Parlamento Europeo en el que las diferentes familias políticas debían decidir si las ayudas a la promoción de la energía verde –conocido como taxonomía– deberían incluir también a la nuclear o el gas para hacer frente a la escasez de recursos por la guerra. Al final, la decisión de incluirlas de manera temporal se impuso por 50 votos de diferencia (¡en un hemiciclo de 705 escaños!).
Pero en ese mismo pleno, el Parlamento exigía también el uso de combustible sostenible (aceite de cocina usado, combustible sintético o hidrógeno) a medio plazo en la aviación. Existe en la actualidad un verdadero pulso entre la necesidad de frenar el cambio climático y la urgencia de seguir abasteciendo la economía con recursos cada vez más caros y escasos.
“Hay gente a la que le asusta el término porque lo considera un movimiento frentista entre sexos, un “quítate tú, que me pongo yo”. Pero el feminismo no es –y jamás debería ser– un ejercicio de machismo en minifalda. Al contrario, se trata de la lucha por un derecho –el de igualdad de oportunidades– que sencillamente está tardando en llegar para una mitad de la sociedad”
Nadie pone en duda la apuesta de la UE por migrar a un uso mayoritario de energías renovables, pero a día de hoy las tecnologías existentes no resultan suficientes para abastecer la demanda energética solo con renovable. Y en esta operación de phase-in de renovables y phase-out del carbón existe una escala de muchos grises y varias velocidades que deberemos manejar con pericia para satisfacer las demandas básicas sin que el desgaste medioambiental empiece a ser irreversible. ¡Un equilibrio muy complicado!
En palabras de Merkel, el fondo de recuperación no es la solución a los problemas, pero los problemas se agravarán sin esta financiación. ¿Se puede evitar un golpe a la Unión como el que sufrió con la crisis de 2008?
Sí, se puede. Sobre todo, porque en la crisis de 2008 se cometieron errores (austeridad excesiva, inmovilidad de la regla del déficit, respuesta tardía en los rescates), de los que se extrajeron lecciones muy valiosas que hemos usado después para afrontar la pandemia.
Sin las experiencias de 2008 no creo que los Estados miembros hubieran logrado aprobar una respuesta solidaria y tan contundente en 2021. No solo por la cuantía histórica de los fondos aportados en el paquete de recuperación, sino por la forma en la que estos se financian: la mitad del importe se concede en forma de subvención para no ahogar a los países en situación más vulnerable tras la Covid. Además, se abre la puerta por primera vez a la mutualización de la deuda europea –-dando permiso a la Comisión a solicitar financiación en los mercados de un préstamo del que respondemos todos de forma mancomunada, sin importar el país de destino de las ayudas–. Y además hemos logrado –gracias al empuje del Parlamento Europeo– que el Consejo apruebe una hoja de ruta para la futura creación de recursos propios de la UE.
En un contexto tan volátil y polarizado como el actual, la UE no puede seguir dependiendo de la solidaridad de los jefes de Estado en una decisión tomada in extremis durante la enésima cumbre a las tantas de la madrugada.
Usted sostiene que una cosa es sabernos europeos y otra muy distinta sentirnos europeos. ¿Cómo transitar de la comunicación efectiva a la comunicación afectiva?
Es verdad, siempre lo repito. Las instituciones europeas somos muy buenas en la producción de datos (kilos de datos en papel, innumerables libros blancos, verdes, proyectos de ley) y menos buenas en producir emociones.
Quizás porque la historia de la UE es la de un proyecto construido sobre las cenizas de una segunda guerra mundial provocada por el nacionalismo exacerbado de varios países. Nos asusta el debate identitario, nos repele el orgullo basado en las fronteras, el recurso emocional de los discursos eurófobos.
Pero no nos equivoquemos: para ganarnos a la ciudadanía europea de este siglo no solo debemos ser buenos en dar soluciones concretas a sus problemas concretos, y justificarlo con datos, estadísticas o normativas. La adhesión al proyecto europeo dependerá también de nuestra capacidad de hacer compartir un sentimiento de pertenencia y de responsabilidad también en la defensa de aquellos valores comunes que nos definen como Unión Europea.
He dicho ya que libertad y responsabilidad son en el fondo dos caras de la misma moneda. Yo veo la UE como un proyecto siempre en proceso, con el que tratamos de defender los derechos de las personas y mejorar su libertad. Nno solo liberándoles del miedo ‘al otro’, sino sentando también las bases de esa comunidad de valores compartidos. Complejo, lo sé. Nadie dijo que fuera fácil. Por eso merece la pena.
Convencida de que cada siglo necesita su revolución, trabaja para que el XXI sea el de la revolución de las mujeres
La igualdad de género no concierne solo a las mujeres, sino también a los hombres. Se encuentra en el centro del pilar europeo de derechos sociales, cuyo objetivo es la igualdad de trato y de oportunidades entre mujeres y hombres en todos los ámbitos.
Exacto. Así lo firma cada Estado miembro cuando se adhiere a la UE. ¿Sabías que existe incluso un artículo (el 157 del Tratado de Funcionamiento de la UE) que autoriza las acciones de discriminación positiva para empoderar al sexo menos representado? Sin embargo, por muchos artículos o leyes que regulen el tema, jamás lograremos un verdadero cambio social involucrando solo al 50% de la sociedad: necesitamos hombres que abanderen la batalla de la igualdad de oportunidades y que defiendan, sin complejos, las medidas de corresponsabilidad, algo clave para que la mujer pueda salir al campo con las mismas reglas de juego. Hagamos de todos un problema que es de todos.
¿A qué se refiere cuando dice que el feminismo nos es un machismo a la inversa?
Hay gente a la que le asusta el término porque lo considera un movimiento frentista entre sexos, un “quítate tú, que me pongo yo”. Pero el feminismo no es –y jamás debería ser– un ejercicio de machismo en minifalda. Al contrario, se trata de la lucha por un derecho –el de igualdad de oportunidades– que sencillamente está tardando en llegar para una mitad de la sociedad.
¿Cómo visibiliza la Unión Europea la estrategia de la sensibilización y la implementación del talento femenino? ¿Qué se está haciendo para reducir la desigualdad?
En Europa se hace mucho para reducir la brecha de género, de hecho, yo siempre digo orgullosa que, a pesar de todo, la UE sigue siendo el mejor lugar del mundo para nacer siendo mujer. Solo en los últimos años, la UE ha adoptado una ley que obliga a todos los países a ofrecer una baja paternal remunerada, obligatoria y no transferible.
También acabamos de adoptar una directiva de transparencia salarial para obligar a empresas grandes a publicar las horquillas de salarios y penaliza las diferencias injustificadas de sueldo entre hombres y mujeres ante el mismo trabajo realizado. Por último, el Parlamento Europeo y el Consejo han alcanzado recientemente un acuerdo para legislar que los consejos de administración de las empresas incluyan al menos un 40% de consejeros no ejecutivos del sexo menos representado.
¿Qué siente ante episodios como el protagonizado por el ministro de Relaciones Exteriores de Uganda, Haji Abubaker Jeje Odongo, que negó la mano a Ursula von der Leyen en la cumbre entre la Unión Africana y la Unión Europea?
Incomodidad. Sensación de anacronismo. Una corriente tremenda de sororidad hacia cualquier mujer que pase por una experiencia parecida. Y la necesidad imperiosa de seguir trabajando para que cosas así no vuelvan a ocurrir en Europa.
Entiende que la igualdad real en la sociedad solo llegará con un cambio en la actitud, en las mentalidades, los roles y los referentes sociales. ¿Cómo inciden en la educación de las nuevas generaciones?
La educación en igualdad es el principio de todo. La lucha contra los estereotipos nunca se ganará solo a golpe de ley.