Los españoles quieren volver a ver el brillo de las estrellas desde sus casas. Más del 99% de las poblaciones estadounidenses y europeas viven bajo cielos contaminados lumínicamente. Además, cada vez más estudios vinculan la persistencia de la luz artificial nocturna, sobre todo la blanca azulada, a problemas en la salud.
Obesidad, diabetes, insomnio y algunos tipos de cáncer son afecciones relacionadas con la luz artificial. Pero allí no terminan los impactos, pues los científicos también afirman que tiene que ver con la merma de población de distintas especies, sobre todo de aves e insectos.
Por eso ahora el Ministerio de Industria, como propuesta del Instituto para la Diversificación y Ahorro de la Energía (IDAE), quiere frenar las consecuencias de la iluminación artificial con un reglamento sobre el alumbrado público. La idea es que actualice la norma en vigor, de 2008, mejore la eficiencia energética y reduzca la contaminación lumínica.
De hecho, es la primera vez que el ministerio encargado de medio ambiente, Transición Ecológica, participará en la elaboración de este tipo de norma. El principal motivo del cambio responde a la necesidad de introducir la tecnología de luz LED, que está ahora fuera del reglamento.
Observar un cielo más brillante y limpio
En el año 2000 no había LED en el alumbrado, es un cambio que quieren implementar ahora después de que la tecnología ha evolucionado. Si bien no está regulada propiamente, la han implantado en ciudades de todo el mundo por su eficiencia energética.
Sin embargo, esta no ha estado libre de polémica, pues justamente la luz LED suele ser más blanca que la color ámbar del alumbrado clásico. Es precisamente la que emite el espectro lumínico que los expertos han señalado como el más dañino. Lo planteado es regresar al color ámbar anaranjado, pero que también sea LED.
De acuerdo con el físico Carlos Herranz, miembro de la Red Española de Estudios sobre la Contaminación Lumínica (REECL), el tono blanco azulado es también el que mejor se difunde en la atmósfera. Su punto es que las farolas que lleven luz azul son las que más daño van a hacer y la que más lejos se va a detectar. Además, señala una desafortunada coincidencia: es la que regula los relojes internos de los seres vivos.
Cuando surgió la tecnología LED lo primero que llegó al mercado fue una luz muy blanca, por eso gran parte de las farolas que se han instalado la tienen. Hasta ahora, en el borrador del reglamento la luz blanca tampoco ha desaparecido. El pase es tanto para ellas como para las amarillas.
Pero, ¿por qué LED? IDAE sostiene que esta tecnología presenta varias ventajas. Con ellas el ciudadano tiene una mejor percepción de lo que ve, además de ser bombillas más eficientes que las del alumbrado antiguo. Ahora se comercializan luces LED con más gama de colores y permiten regular su potencia para reducir la cantidad de luz de acuerdo con el horario o necesidad de la zona. “Es una ventaja clarísima”, sostiene Carlos Herranz.
El color de la luz más adecuado y sus consecuencias
Sobre el color, el debate parece estar cada vez más claro entre los científicos. Su petición es mayores políticas de reducción de la exposición a la luz azul que hay en interiores y exteriores. Así lo sistiene el investigador Manolis Kogevinas, director científico de la distinción Severo Ochoa en ISGlobal, un centro que impulsa la Fundación La Caixa.
Su equipo de trabajo ya ha llevado a cabo varios estudios sobre las consecuencias de la exposición a este espectro lumínico. En concreto, tiene que ver con los tres tipos de cáncer más frecuentes: el de mama, el de próstata y el colorrectal. En julio pasado publicaron los resultados sobre la última investigación que realizaron en Barcelona y Madrid.
Los resultados indicaron que los participantes expuestos a niveles más altos de luz azul tenían un 60% más de probabildades de sufrir cáncer colorrectal. Pero no es que la luz en sí misma sea cancerígena, pero sí afecta el funcionamiento del ciclo circadiano, el reloj interno de cada ser humano que marca el sueño o la alimentación.
Además, los entomólogos creen que también podría estar afectado a los insectos. De acuerdo con sus estimaciones no es posible asociar a los cambios del clima y el hábitat con las reducciones registradas en 30 años del 75% en la biomasa. La iluminación artificial puede perturbar el comportamiento natural de los insectos y tiene un impacto negativo en sus posibilidades de supervivencia.
Son muchos los impactos de la contaminación lumínica que se siguen estudiando. En 2019 la Universidad del Sur de Florida relacionó la contaminación lumínica con un aumento de la propagación del virus del Nilo Occidental. La hipótesis es que los gorriones, portadores del virus, expuestos a la luz artificial por la noche mantienen cargas más altas del virus durante más tiempo que los que pasan la noche en oscuridad y elevan la probabilidad de causar un brote en un 41%.
Contaminación lumínica en España
En España hay 9 millones de puntos de luz de alumbrado público y es uno de los países con más contaminación lumínica. Sus valores medios de consumo por habitante y año son de 116 kilovatios por hora, frente a los 43 que se consumen en Alemania o los 91 de Francia, algunos de los países más avanzados en la materia.
Cuando el carbón empezó a usarse para la producción industrial y las columnas de humo salían de las chimenes, era visto como un símbolo de progreso. Pero ahora se sabe que esto es altamente contaminante. Lo mismo ocurre con la contaminación lumínica y la gran cantidad de luces blanca. Una situación que mejora con las lámparas LED de colores cálidos.
¿Cómo determinar si una luminaria es más o menos contaminante? El principal parámetro es su temperatura y el color. Los tonos azules u blancos son los que más contaminación lumínica producen. Es una situación que borra del cielo la Vía Láctea. Justamente para paliar esa situación el nuevo reglamento reduce la cantidad de luz que se puede proyectar hacia el cielo. El tope será de 15% en las zonas más densamente pobladas, frente al 25% actual. Aunque para la REECL sigue siendo poco y piden que sea del 0%. Es un requisito necesario para controlar la contaminación lumínica por emisión directa al cielo.
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