Teresa Ovalles Márquez / Fotos de Henriette Arreaza
Sabia y sencilla, esta mujer de 98 años vive a plenitud en Mérida con su hija Henriette Arreaza en una hermosa casa ubicada muy cerca de las fuentes termales de Aguas Calientes, en Mérida. Impactan su frescura y su lozanía. Un buen puñado de personas la conocen y han disfrutado de su palabra y su compañía, pero como no es exactamente lo que se llama una mujer famosa, es bueno dar algunas pistas sobre su vida.
Nació en Irapa, estado Sucre, el 17 de septiembre de 1927, allí pasó su primera infancia. Junto a sus padres y sus siete hermanos se trasladó a Tucupita en el Delta del Orinoco, donde estudió la primaria con las hermanas franciscanas. En el campo de la medicina natural realizó investigación en todo el país sobre etnobotánica, etnomedicina y culinaria popular, materia publicada en libros como el Gran laboratorio de la naturaleza. También divulgó estos saberes populares en diarios, programas de radio y un programa semanal que transmitía la televisora Venezolana de Televisión.
Trabajó con la inmunóloga Marianella Castés Boscán en los programas de Psiconeuroinmunología para el apoyo de pacientes con cáncer y enfermedades de alto riesgo, creados en el Hospital Vargas de Caracas. En estos programas se adiestraba a los pacientes en el manejo de su enfermedad a través de la autorreprogramación mental para la creación de hábitos de vida saludables.
Sobre su selección como caso de estudio en un programa sobre longevidad y nutrición, su hija ha dicho que no debe adelantarse muchos detalles. Políticas de la fundación que lleva el estudio.
Lutecia Adam, una mujer venezolana que se ha convertido en referencia de lo que puede hacer en el ser humano una vida sana, sabrosa y militante de la sabiduría en humildad, anda acercándose a la barrera de los 100 años de existencia. Una fundación italiana la acaba de escoger como caso de estudio en un programa sobre longevidad y nutrición
Vive feliz junto a su hija Henriette Arreaza en una casa llena de flores y plantas medicinales. El colorido de esas flores se refleja en su mirada de alegría, en su voz y en su esencia de mujer plena y satisfecha. Hay mañanas en las que se expone a un sol que la ilumina y acentúa la felicidad en su rostro.
Lutecia reflexiona y mide su longevidad en los siguientes términos:
“La vejez es una carga que te pide mucha sabiduría, disciplina y fortaleza para llevar la vida. Yo he hecho un gran esfuerzo por conservar la salud, la vitalidad y la energía. Tengo que tratarme a mí misma como si fuera un bebé para no caerme, no maltratarme, porque uno va regresando a un estado de fragilidad. Tengo que alimentarme muy bien, tomar mis jugos verdes, hacer yoga cada día. ¿Esto será felicidad? No sé. Yo no podría definir qué es la felicidad, pero sí puedo decir que me siento amada y respetada”.
Esto lo dijo en una entrevista que le hice en 2018, años muy críticos y de escasez de alimentos en Venezuela.
A comienzos de diciembre 2023 me comentó:
“La vejez es una experiencia importante e interesante. Yo me entrené para ser vieja desde que cumplí 70 años. He perdido la memoria, pero si no hubiera ejercitado mi cerebro estaría aún más desmemoriada. Ahorita me siento desactualizada, casi no veo noticias sino las necesarias. Además, es una locura, hay una violencia que estremece.
Ahora estoy creando una metodología para vivir a conciencia de lo que soy y de lo que tengo. Duermo con mis oraciones de niña: ‘Nada te turbe, nada te espante quien a Dios tiene nada le falta, con la paciencia todo se alcanza’. Así me duermo, cuando despierto agradezco a la vida”.
¿Cuáles son los cambios más significativos en su vida?
Me he vuelto tolerante. He aprendido a aceptar a los otros como son y no trato de cambiarlos. Antes luchaba, antes me decepcionaba. Quería que la gente y el mundo fueran como yo quería.
¿Qué es lo que más le ha pesado de la existencia?
No haber sido tolerante con el padre de mis hijos, no supe manejar sabiamente la infidelidad de mis dos maridos. Si hubiera sabido cómo llevar estas situaciones estaría con mi viejito al lado, porque los dos estamos vivos (Lutecia ríe a carcajadas).
¿Qué me dice de la humanidad, la hay?
Yo pienso que sí hay una humanidad contra viento y marea. No es igual para todas y todas las interpretaciones de lo que es la amistad, de lo que es la ética, del respeto, del modo de ver al otro y pedirle perdón, la tolerancia, la sensibilidad. Para no dejarse encasillar en lo que la sociedad, a través de los medios, quiere imponer.
¿Cuál es su bebida favorita?
La limonada, un buen vino y el guarapo de caña de azúcar.
¿Qué hace para mantenerse lozana y hermosa?
No me acuesto nunca sin hacerme una buena limpieza de cutis, tomo mucha agua y siempre hago ejercicios en la cama antes de levantarme. En la tarde camino con mi hija o hago Taichi. El secreto de mi belleza espiritual es saber encontrar la verdad en todas las cosas de la vida, admitir las cosas como son. No distorsionarlas mentalmente para aceptarlas es la lealtad a la realidad. Ese es mi principal ejercicio espiritual.
¿Qué le gustaría hacer?
Todas las cosas que me gustaron las hice. Ahora estoy disfrutando de esa paz que da la experiencia, las vivencias, los fracasos, los éxitos. Todas esas cosas que forman y conforman la vida. A veces siento una tristeza y unas ganas de llorar profundas, y otras veces siento una alegría profunda por estar viva y ver a mis nietos y bisnietos. Espero que Ignacio me dé un tataranieto porque no me quiero ir de aquí sin verlo.
A esta edad me siento plena. No estoy triste pero tampoco estoy alegre como un cascabel. Estoy serena. Estoy aceptando lo que me dio el destino, la naturaleza. ¿Tú sabes lo que es llegar a esta edad con salud? No me duelen las piernas, no me duelen las rodillas… Lo que me duelen son pendejadas. Son tonterías que las puedo solucionar con una aspirina y con el ejercicio, caminar.
Henriette, es impresionante la belleza de tu mami. Sus respuestas son conmovedoras, inteligentes, frescas…
Sí, tan sabia como sencilla, cultiva la alegría por encima de todo.
Testimonio del fotógrafo Orlando Ugueto:
Lutecia fue una de las pioneras en el proyecto agroecológico que luego se desarrolló en el país de la mano del difunto, nuestro querido, Carlos Lanz. En varias oportunidades la acompañé a sus actividades formativas en las escuelas de las zonas populares de Caracas. En la Vega atendía un predio agrícola en una escuela pública. Con ella aprendí a hacer arepas de colores, 🌈 muy nutritivas, de remolacha, auyama, zanahoria… En el hospital Vargas, junto a la doctora Marianella Castés, emprendió actividades de meditación, espiritualidad y terapias complementarias para el tratamiento de enfermedades autoinmunes y cancerígenas. Ella misma superó un terrible cáncer que la llevó a hacer lo que es hoy: una mujer amorosa y llena de vida. Publicó un libro en el que narra su experiencia con esa terrible enfermedad.
Lainventadera. Licencia Creative Commons CC -BY-ND