Por Ana Franco
06/12/2015
n la era de las prisas, de internet y del tren bala aún se estila embarcarse sin que la hora de llegada al destino importe un bledo. De lo que se trata es de saborear el durante, de asomarse a varias ciudades en una suerte de crucero terrenal con paradas para unas fotos, de agotar la retina con los paisajes más sobrecogedores, de abandonarse al romanticismo y la nostalgia al ritmo del traqueteo, de enfrascarse en una novela de trenes, fuente inagotable de plumas como Graham Greene, Ernest Hemingway y Antonio Machado. Por este mundo cosido con raíles todavía circulan rutas históricas como la del Orient Express, el Transiberiano y otras ignotas pero fascinantes en cualquier rincón del globo. La campana indica que partimos. No deje escapar este tren.
Comenzamos el viaje cerca de casa, en el centro de Europa, a bordo de uno de los más lujosos, el Orient Express, donde Agatha Christie escenificó un asesinato y James Bond luchó con Donald ‘Red’ Grant en Desde Rusia con amor. Subir al Orient Express es retrotraerse a la edad dorada del ferrocarril, los años 20 y 30 del siglo XX, cuando aristócratas, miembros de la realeza, diplomáticos y espías atravesaban la geografía y la historia del Viejo Continente, de París (y Londres después) a Estambul, provistos de pieles, joyas, doncellas y, quizá, licencia para matar. En sus coches se escucharon todas las lenguas y dialectos europeos y su recorrido inspiró a pintores, literatos y emperadores.
La literatura y el cine avivaron el mito del Orient Express hasta que la ruta original dejó de funcionar en 1962. Pero la compañía Belmond, que gestiona trenes y hoteles de lujo (llevaba las riendas del Ritz de Madrid hasta el pasado mayo), rescató la leyenda bajo el nombre de Venice Simplon–Orient Express. Con una capacidad máxima de 182 pasajeros, actualmente une las ciudades de Londres, París, Venecia, Praga, Budapest, Innsbruck, Viena y Estambul, y ofrece una vertiente escandinava entre Venecia, Copenhague y Estocolmo. Viajar de París a Estambul en agosto durante cinco noches, con parada en Budapest y en Bucarest, cuesta 7.130 euros por persona. Es la alternativa lujosa del Interrail.
De todo aquello que hizo grande a este convoy algo queda en el Venice Simplon–Orient Express. Por ejemplo, los vagones de los años 20, que han sido rehabilitados. De estilo art déco y revestidos de madera con exquisita marquetería, lucen pequeñas lámparas con pantallas de flecos, cortinas de terciopelo, restaurantes con vidrieras originales de la marca de lujo francesa Lalique y un elegante vagón bar en el que disfrutar de la música gracias a su pianista. El Orient Express tiene su réplica asiática, el Eastern and Oriental Express, con una ruta que atrae a viajeros nostálgicos y hace escala en Singapur, Malasia y Tailandia. También es de época, de estilo colonial, y organiza bodas y proposiciones matrimoniales en su interior.
Otra locomotora que ha circulado incansable por los rieles de la cultura de los siglos XIX al XXI es el Transiberiano. Cruza Rusia, Mongolia y China a lo largo de 11.000 kilómetros y de ocho zonas horarias, de Moscú a Vladivostok y vuelta, con lo que se erige como el recorrido más extenso del mundo. Hemos hallado su versión low cost en internet (y aunque el precio depende del itinerario elegido y de la categoría del asiento), parte de los 600 euros en un compartimento de tercera clase.
Por su red transita la opción más exclusiva, el Trans-Siberian Express, remolcado por una locomotora de vapor de la era soviética. Lo administra la empresa británica Golden Eagle Luxury, y el precio de 12 noches de tren más dos de hotel parte de 14.395 euros. Pasa por los Montes Urales, por la ingente estepa rusa y junto a la orilla del mayor lago de agua dulce del planeta, el Baikal, localizado en la región sur de Siberia. Y, mientras se visitan ciudades como Ekaterimburgo, donde los Romanov fueron ejecutados, los cocineros del tren preparan platos típicos que van desde la tradicional sopa de verduras borsch, de color rojizo por la remolacha, a caviar y omul, el pez típico del lago Baikal. Todo regado con vodka, claro está.
EL TREN AZUL
No obstante, el ferrocarril más lujoso de todos (con permiso del muy recomendable Maharajas’Express indio) no es ninguno de los citados, sino el sudafricano The Blue Train (El Tren Azul), si atendemos a los prestigiosos premios del sector turístico World Travel Awards, que le han otorgado el título en tres ocasiones. Este convoy acerca Pretoria a Ciudad del Cabo en 27 horas a unos 90 kilómetros por hora. La ruta es regular, pero el tren se puede alquilar para un viaje chárter. De camino a Pretoria se detiene en Matjiesfontein, una ciudad suspendida en el tiempo, con edificios de estilo victoriano, autobuses rojos de dos pisos y farolas del Londres del XIX.
A la vuelta para en Kimberley, la famosa cuna del diamante, donde los turistas pueden visitar el Open Mine Museum, que es el mayor agujero excavado a mano del mundo. Ahora está lleno de agua formando un pequeño lago y es como una ventana a la época en la que se citaron los buscadores de piedras preciosas. De hecho, The Blue Train se introdujo en 1923, cuando se descubrieron los yacimientos de oro y diamantes y miles de personas comenzaron a cavar su pasaporte a la riqueza. Durante la II Guerra Mundial, el tren sirvió a los militares, y en 1946 tomó su color azul royal. En los años 70 se modernizó coche por coche y en la década de 1990 pasó del vapor a la electricidad y al diésel. Hoy, un mayordomo sirve a los huéspedes que soliciten un aperitivo aunque sea tarde y les llama para despertarles por la mañana, de la misma forma que lo haría en un hotel.
A The Blue Train le disputa el título de más lujoso el autoproclamado Orgullo de África, el Rovos Rail, considerado por la Sociedad International Railways Travelers como uno de los mejores 25 trenes del mundo, debido a su excelente alojamiento, espacios públicos y servicio de comedor. Se mueve por la red de ferrocarriles nacionales de Sudáfrica y recorre el sur del continente negro: Botsuana, Zimbabue, Zambia y Tanzania. Transporta a un máximo de 72 pasajeros en 19 coches originales de los años 20 y 30 de los ferrocarriles de Rodesia (la actual Zimbabue), y fue un capricho del magnate del automóvil sudafricano Rohan Vos, que le dio vida en 1989. El Rovos Rail cuenta, además, con suites reales que miden 16 metros cuadrados, con salón, habitación, cuarto de baño y ambiente climatizado.
El tren también realiza otras rutas y viaja de Pretoria a Ciudad del Cabo, transita por las cataratas Victoria, por el Parque Nacional Kruger y permite combinarlo con un safari para que la experiencia africana sea completa.
DE RIESGO
Quizá estos viajes parezcan faltos de aventura. Un temor infundado: hay tantas compañías de trenes como excursionistas, y algunas están especialmente indicadas para los ávidos de emociones fuertes. Por ejemplo, Golden Eagle Luxury Trains (sí, la del Trans–Siberian Express). Desafiando las recomendaciones de muchos gobiernos occidentales de no viajar a Irán, lanzó el año pasado su pionera ruta Budapest (Hungría)–Teherán a bordo del Golden Eagle Danube Express, con un precio por pasaje de entre 12.000 euros y 19.000 por persona. El periódico árabe Asharq Al–Awsat lo relataba así: “Por primera vez en la historia, un tren privado con pasajeros europeos, australianos y estadounidenses entró en territorio iraní a través de la estación fronteriza Razi, entre Turquía y la provincia de Azerbaiyán–Oeste, el 23 de octubre (de 2014) Tim Littler (fundador y propietario de la compañía de trenes) relató que la única dificultad a la que se habían enfrentado en la gira era la cálida bienvenida que las autoridades locales habían dado a los pasajeros, provocando una especie de fuga de tiempo en el itinerario”.
Este año, pese a las convulsiones políticas del país y al escaso turismo internacional que visita la zona, Golden Eagle Luxury Trains ha apostado por incluir las rutas Joyas de Persia, de cuatro días, y Corazón de Persia, de 12. Discurren por las ruinas de Persépolis, el jardín de Kashan, los tesoros culturales de Shiraz, las cúpulas de Mashhad, la segunda ciudad más grande del estado, e Isfahan, que acoge dos enclaves declarados Patrimonio de la Humanidad: la Plaza de Naqsh-e Yahán o Plaza del Imán y los jardines Bagh-e Chehel Sotun.
Gracias al abaratamiento de los billetes de avión y a la masificación de algunos destinos, cada vez queda más difuminado el concepto de viaje exótico o insólito. Si de lo que estamos hablando es de irse lejos, muy lejos, no hay como Nueva Zelanda y Australia, donde también circulan trenes fabulosos como el neozelandés Coastal Pacific, el Indian Pacific (que va de Sídney a Perth, es decir, de este a oeste) y The Ghan, que recorre el Centro Rojo australiano, de Darwin a Adelaida, esto es, de norte a sur. Nos detenemos en este último, que deja epatado al turista más experto ante las montañas, desiertos de tonalidades ocres y coloridos valles que atraviesa. El nombre proviene de The Afghan, como se denominaba a las caravanas de mercaderes afganos y persas que se aventuraban por la zona a finales del XIX y principios del XX. The Ghan ofrece excursiones a Katherine y a Alice Springs a los huéspedes que han contratado los servicios Platino y Oro, y es una buena forma de conocer los monumentos más celebrados del país: el icónico monolito rojo Uluru (Ayers Rock), en un paisaje de espiritualidad indígena, el desierto de Tanami…
De las antípodas saltamos al continente americano. Allí hallamos el Canadiense, que recorre el país de Toronto a Vancouver y tiene paradas en Edmonton, Saskatoon y Winnipeg, que marca el ecuador del viaje. También circula por territorio canadiense el exquisito Rocky Mountaineer, nombrado como uno de los mejores viajes del mundo por National Geographic y una de las mejores experiencias del mundo según Lonely Planet, lleva a sus huéspedes en un lujoso ambiente hasta las Montañas Rocosas y pasa a través de lagos, glaciares, montañas nevadas y cañones.
Al sur destaca La Trochita, conocido oficialmente como Viejo Expreso Patagónico, que une las provincias de Río Negro y Chubut de la Patagonia argentina. En Perú se mueve con soltura el Andean Explorer, que roza las nubes y serpentea por las estribaciones de los Andes, de Cuzco a Puno, y el Belmond Hiram Bingham, en cuyos vagones decorados con madera y bronce, se recorre de Cuzco a Machu Picchu. El tren debe su nombre al explorador que redescubrió la ciudadela de Machu Picchu, y se desplaza lentamente a través del Valle Sagrado antes de alcanzar la antigua ciudad de los incas. El tren incluye entretenimiento musical a bordo, un guía turístico por cada 14 pasajeros, entradas y transporte a Machu Picchu y una cena gourmet.
LOS DESCONOCIDOS
Es necesario ser un trotamundos experto para localizar los trenes más desconocidos o esperar a que una buena agencia de viajes se los presente. Porque los hay que no tienen el nombre de un Orient Express, pero sus vistas quitan el hipo y además son más baratos que los famosos. A finales de 2014 reabrió el Yal Devi (Queen of Jaffna) Express, en Sri Lanka, que resucitó un tour imposible de completarse desde 1990, debido a la guerra civil entre cingaleses y tamiles, de Colombo a Jaffna. Y además de los trenes históricos y de lujo están los panorámicos, con amplísimos ventanales para no perderse nada hasta donde la vista alcanza. En esta categoría se enmarca el breve Glacier Express, que recorre los Alpes suizos desde las estaciones Zermatt a la glamurosa St. Moritz en siete horas y media. También la línea más alta del mundo (alcanza los 5.072 m de altura), entre Pekín y Lhasa, capital del Tíbet. Son 48 horas de viaje y 4.000 kilómetros con las montañas nevadas del Himalaya de fondo.
Hemos recorrido mundo con la mente y sin abandonar tierra firme. Pero no podemos finalizar el trayecto sin echar un vistazo a los trenes que cruzan el territorio español. Hablamos de Al Ándalus, cuyos coches suite se construyeron en Francia en los años 20 para los desplazamientos que los miembros de la monarquía británica realizaban entre Calais y la Costa Azul. Y, sobre todo, del Transcantábrico, con reconocimiento internacional, que no tiene nada que envidiar al resto a la hora de servir en bandeja de plata el verde reventón del norte, sus pueblos con historia, la alta cocina y el regusto de otros tiempos. Lo erigió la empresa estatal Renfe en 2011 y es un convoy exclusivamente turístico. Da la salida en Santiago de Compostela y finaliza en San Sebastián o en León, a elegir. Las reservas se realizan hasta con más de seis meses de antelación, y llegan desde allende nuestras fronteras para conocer Bilbao, Llanes, Oviedo, Ribadesella, Santillana del Mar, Santander… Los precios oscilan entre 3.500 euros y 6.000 por una suite Privilege.
Sí, puede recorrer el Camino de Santiago a pie. E incluso quemar rueda en el asfalto y alojarse en hoteles. Pero, ¿y el romanticismo, la nostalgia y la distinción de realizar este viaje a bordo de un tren de lujo?