La ciencia y la filosofía no siempre combinan bien. Es lo que la mayoría piensa. Algunos científicos modernos son conscientes de la importancia de un conocimiento multidisciplinario -más allá de las ciencia exactas- para una mejor comprensión el mundo. Carl Sagan insistía a sus alumnos en Cornell acerca de la necesidad de leer los grandes clásicos de la literatura, demás de historia e incluso filosofía. En este sentido, hasta los virus pueden ser una enorme fuente de sabiduría.
No lo entendía solo como una forma de tener eso que llamamos «cultura general». Más bien entendía que el conocimiento de materias humanísticas, por ejemplo, brindaba herramientas importantes para la mejor comprensión del método científico. Entre los libros que recomendaba leer a sus estudiantes estaban, por supuesto, obras de científicos como Edwin Hubble, J. Robert Oppenheimer o John D. Kraus. Pero en su lista incluía desde Platón hasta André Gide, pasando por Shakespeare y llegando a la Biblia.
Una idea no tan nueva
Sin embargo, esa comprensión ecléctica de la ciencia junto a la literatura, la filosofía y hasta la religión no es nueva. Y las pandemias que han asolado a la humanidad desde los primeros tiempos son un buen punto de partida.
En el siglo XVII, en medio de devastadoras guerras religiosas, René Descartes escribió su ahora famoso Discurso sobre el método. Allí mostraba un conjunto de pautas diseñadas para permitir a las personas explorar y comprender el mundo físico de una manera más profunda.
Argumentó que hay una sola verdad para cada cosa, cualquiera que la encuentre sabe todo lo que pueda saber sobre esa cosa. Recomendó que, al abordar problemas complejos, se divida cada una de las dificultades en tantas partes como sea posible y necesario para resolverlas mejor. Su consejo formó la base de lo que Thomas Kuhn en 1962 llamó «ciencia normal».
Cómo nos ayuda este conocimiento
En esta tradición, al intentar comprender las pandemias, la mayoría de los investigadores y profesionales se centran en los detalles inmediatamente observables. En medio de un brote catastrófico de una enfermedad, cuando se buscan pistas que permitan una prevención y un control efectivos, este enfoque es comprensible y necesario.
El enfoque planteado por Descartes nos ha llevado a la etapa en la que podemos estudiar rápida y eficazmente todas las ‘cosas’ que componen una pandemia: organismos, especies, genomas, estructuras virales, características biológicas de aquellas personas o animales que se infectan y mueren, y los que están infectados y viven.
Esto es importante para diseñar pruebas, protocolos de salud pública, vacunas y tratamientos farmacéuticos. Sin embargo, para la lucha a largo plazo para adquirir sabiduría, una ciencia decidida y centrada en las cosas ofrece poca ayuda. Hay mucha sabiduría ocultas en los virus.
Un entendimiento místico
Neil DeGrasse Tyson, que fue discípulo de Sagan, apunta a la «experiencia mística» que se deriva del conocimiento de la relación que tenemos con el cosmos del cual formamos parte. El astrofísico toma el ejemplo de que el estudio de la genética y del origen de la vida nos enseña que tenemos un ancestro común con todos los seres vivos del planeta.
Compartimos un alto porcentaje de nuestro ADN no solo con simios u otros grandes mamíferos. Nuestros vínculos evolutivos llegan incluso hasta las plantas y las bacterias. Y además, los átomos de nuestro cuerpo nos conectan con los minerales de la tierra, el agua de los mares y las estrellas que vemos en el firmamento. Este conocimiento no lleva a entender que «todo está relacionado con todo». Y esta comprensión resulta particularmente útil al afrontar la amenaza de un virus.
Las pandemias se nos presentan en forma de bacterias o virus rebeldes, pero ¿qué sabemos del mundo invisible que nos rodea desde el que llegan? En lugar de centrarnos solo en identificar y clasificar hongos, bacterias, plantas, animales, nucleótidos, aminoácidos y virus, podríamos cuestionar los roles importantes que estas cosas han jugado como personajes activos en las narrativas más amplias de la evolución y la vida.
Sabiduría oculta en los virus
Los investigadores Lynn Margulis y Dorion Sagan reformularon la evolución de organismos multicelulares, como los humanos, como simbiosis bacteriana: bacterias literalmente combinadas, según la hipótesis, para formar las células que nos componen hoy.
Desde entonces, los investigadores han descubierto pruebas de que los patógenos ejercen «la presión selectiva más fuerte para impulsar la evolución de los humanos modernos». Hay evidencia de que las pandemias prehistóricas tuvieron un papel en la selección de los rasgos y comportamientos ancestrales que reconocemos como humanos hoy.
Los científicos que siguen otro hilo en esta narrativa evolutiva describen ácidos nucleicos virales que se insinúan en nuestros códigos genéticos. Varios de ellos han llegado a la conclusión de que «los virus son uno de los impulsores más dominantes del cambio evolutivo en los proteomas de mamíferos y humanos».
Un legado diferente
El SARS-CoV-2 es nuevo, pero la historia de su aparición no lo es. Se pueden contar relatos similares sobre la peste bubónica, el cólera, la fiebre amarilla, el ébola y muchos otros. A partir de ellos es posible aprender cómo responder de manera más eficaz a la próxima pandemia. Hemos probado el distanciamiento físico, el uso de máscaras, las pruebas, los diagnósticos, el rastreo, la vacunación y aislamiento. Esto es necesario.
Pero más allá de las lecciones tácticas y técnicas, un conocimiento más cercano de nuestra relación con este virus -con los virus en general- nos dará una nueva perspectiva. Aun hay mucho que debemos aprender.
A medida que nos volvamos más hábiles para explorar las relaciones entre virus, bacterias, hongos y nosotros mismos, comprenderemos más cómo surgen las pandemias. Se presentan principalmente cuando hay una ruptura y reordenamiento de estas relaciones.
Esta pandemia nos ofrece la oportunidad de ver cómo se conectan distintas áreas del saber. Si queremos sobrevivir como especie, debemos reunir todo nuestro conocimiento desde múltiples perspectivas, por fragmentadas y parciales que sean. Es menester participar activamente en conversaciones con el mundo que habitamos y que nos da vida. Encarar la actual crisis sanitaria requiere de la humildad para aceptar nuestro vínculo con los virus y la sabiduría para sacarle provecho.
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