JORDI CAROT
El deshielo de los glaciares ha entrado en una fase irreversible. Su retroceso es imparable y su desvanecimiento evidencia de una manera directa e implacable el calentamiento global y las fatales consecuencias del cambio climático. Las repercusiones de este fenómeno se extienden más allá del entorno natural, afectando a la disponibilidad de agua dulce, el equilibrio de los ecosistemas marinos y la economía local.
La historia de los glaciares es un testimonio de la Tierra a lo largo de los períodos geológicos, y su estudio es crucial para entender el pasado, presente y futuro del clima de nuestro planeta.
La primera vez que Pepe Molina Cruz pisó un glaciar supo a ciencia cierta que ya nada podía seguir siendo igual, que su vida iba a cambiar a partir de ese instante. Con el paso del tiempo, en cada nueva expedición, con los pequeños y grandes descubrimientos, su pasión fue creciendo, consciente de que una pequeña burbuja de aire atrapada en el hielo hace millones de años posee la valiosa información de un clima pasado: “Al escuchar su inquietante silencio y observar su desaparición somos testigos de un cambio sin retorno, cada pequeña partícula de hielo que se desvanece en los glaciares de la tierra nos acerca lentamente a una incierta alteración”.
“Fíjate, el hombre, igual que destruye el planeta, es el único que va a poder salvarlo. Se está trabajando en soluciones tecnológicas que mitiguen el cambio climático, pero necesitamos una unidad básica de acción para adoptar decisiones drásticas cuanto antes. ¿cómo podemos hacer esto?… No lo sé. Desconfío de esa capacidad de unidad a no ser que medie algún tipo de interés. Debemos ser sinceros y realistas. Debe existir un componente económico: que te beneficie hacerlo. También hay que poner límites, por ejemplo, a los automóviles, legislar para que se acaben determinadas actividades muy dañinas. Ojalá se pueda hacer. Me gusta ser optimista. Si fuésemos capaces, la naturaleza nos ayudaría”.
PEPE MOLINA CRUZ, videógrafo especializado en reportajes y vídeo-instalaciones
Los núcleos de hielo extraídos de los glaciares proporcionan información crucial sobre las condiciones climáticas del pasado y ayudan a los científicos a comprender mejor el cambio climático. La disminución de los glaciares dificulta la obtención de estos datos, lo que puede limitar nuestra capacidad para predecir y mitigar los efectos del cambio climático en el futuro.
Licenciado en Humanidades y posgraduado en Fotoperiodismo, Molina Cruz ha desarrollado diferentes proyectos audiovisuales desde el año 2002 en Europa, América, Asia, África y Antártida. Sus vídeos y fotografías han sido publicados en distintos medios de comunicación nacionales e internacionales como NG Viajes España, Lonely Planet, The Guardian o El País. Formado como periodista, realizador, cámara de vídeo-fotografía y piloto de dron, sus cortometrajes, vídeos y fotografías han sido presentados en festivales de cine. Desde 2006 trabaja como freelance para diferentes medios e instituciones.
Desde 2013 hasta 2016 ejerció como profesor de posproducción de la imagen digital en el Centro de Creación de Fotografía Documental CFD Barcelona. De 2011 hasta 2016 formó parte del equipo del laboratorio de posproducción digital Addretouch Photolab, como jefe de producción. También desarrolló proyectos como comisario de exposiciones y coordinador independiente de proyectos fotográficos. En 2016 fundó el estudio de posproducción de vídeo Cromagnon TV, edición y etalonaje.
Gracias a la plataforma POLAR-CSIC, que reúne al personal investigador y técnico del CSIC que trabaja en las zonas polares, Pepe Molina Cruz ha participado en la Campaña Antártica Española. Ha viajado a bordo del buque de investigación oceanográfica Hespérides y recalado en las bases antárticas Juan Carlos I y Gabriel de Castilla, situadas en el archipiélago de las Shetland del Sur, en las islas de Livingston y Decepción.
Con esta experiencia, ha desarrollado el proyecto independiente Evanescet, los últimos glaciares, para documentar la desaparición de los glaciares en el planeta. Explica que desde que tuvo la suerte de comenzar a trabajar sobre los glaciares supo que su trabajo profesional se centraría en documentar el deshielo en el planeta: “Son espacios grandiosos, increíblemente bellos, con una luz muy especial, pero a la vez muy frágiles, su desvanecimiento interpreta de una manera concisa, directa e implacable el calentamiento del planeta”.
¿Podrías explicarme tu trayectoria en el mundo audiovisual, para qué medios has trabajado y cuál es la génesis de estos trabajos sobre los glaciares?
Soy videógrafo y llevo casi toda la vida trabajando en el ámbito audiovisual. Desde pequeño me interesaba mucho la imagen y experimentaba con las cámaras de mis padres. Profesionalmente empecé a trabajar como autónomo y freelance, pero a raíz de fundar en Barcelona un estudio de posproducción, en el que estuve unos seis años, pude entrar más en contacto con fotógrafos de primer nivel y ver sus trabajos, conversar con ellos, que me contaran toda su experiencia, y que me metiesen en este mundo.
También hice un posgrado de fotoperiodismo en la Universidad Autónoma de Barcelona. A partir de ahí empecé a colaborar con diversos medios, tanto nacionales como internacionales, y publiqué en La Vanguardia, El País, Lonely Planet, National Geographic, Folha de Sao Paolo, etc.
Fueron colaboraciones mínimas, pero que poco a poco me hicieron entender más cómo funciona este mundo. La evolución del sector audiovisual ha sufrido un cambio radical por la revolución que supuso la irrupción de las cámaras digitales, los métodos de transmisión, etc. Ahora todo va muchísimo más rápido y se utilizan todo tipo de registros, como el mobile journalism, trabajar con móviles y otra serie de recursos.
Hace ocho años comencé a desarrollar mis propios proyectos documentales y cortometrajes. Primero, a través de publicaciones y, paulatinamente, en diversas plataformas que empezaban a publicar vídeos, cápsulas de cinco minutos, videorreportajes y publirreportajes, hasta llegar a los formatos actuales, con una duración máxima de 30 segundos.
Siempre buscaba involucrarme en un proyecto de largo recorrido y sin prisas. Todo surgió a raíz de trabajar con el fotógrafo Fernando Moleres, a quien conocía de otros viajes a la India y Chernóbil, en un viaje a Islandia y Groenlandia para documentar el deshielo en 2007. Yo me encargué de la grabación en vídeo. En ese viaje empecé a trabajar centrado en el deshielo y los glaciares. Establecí una conexión muy directa con la grandeza de los glaciares y de la naturaleza.
¿En Melting Landscapes, junto con el fotógrafo Fernando Moleres, empiezas a documentar la acción humana y su impacto en el planeta?
El proyecto Landscaspes tiene varias partes. En ese momento, trabajaba a nivel visual con lo que iba encontrando. Yo trabajo con el paisaje y, a través del paisaje, creo una idea, una idea de exponer, de reflexión, de belleza, una idea que refleja una preocupación por lo que está pasando. Para mí era importante contar con un apoyo y, sobre todo, con un entendimiento a nivel científico de lo que ocurría. Todo eso ha ido evolucionando mucho y me ha llevado ahora a trabajar directamente con proyectos liderados por científicos. Cuando yo hago un viaje me gusta documentarme: ¿adónde voy a ir?, ¿qué proceso ha llevado y en qué fase geológica está?, ¿cómo se ha transformado ese paisaje?, etc.
Busco fotos históricas que reflejen la evolución del ecosistema. Intento asesorarme bien porque existe mucha información de todo tipo, buena, mala, tendenciosa, y, al final, puedes tener la sensación de que no entiendes nada, de que no distingues lo verdadero de lo falso en relación al cambio climático y el calentamiento global. Para mí era importante contar con una apoyo real y científico de qué estaba haciendo, dónde lo estaba haciendo y qué transformación había ocurrido allí.
Todo eso para interiorizar cómo voy a trabajar y cómo voy a disponer el tema en cuestión. Yo no puedo contar con un guion, sino con una idea, una macrohistoria, y a partir del paisaje, de lo que yo veo y de cómo lo veo, intento transmitir por qué he ido a ese sitio y por qué ese sitio es importante.
Después de filmar en la Antártida, Chile, Argentina, Groenlandia e Islandia, ¿qué similitudes has encontrado en todos sus glaciares? ¿El cambio climático es palpable en todas esas zonas del planeta? ¿Qué área te ha impresionado más?
Nos encontramos en un periodo interglaciar. Dentro del holoceno, sería un periodo cálido. A lo largo de todos los periodos geológicos siempre ha habido unas curvas de enfriamiento del planeta y, por lo tanto, un aumento o un retroceso del volumen y el tamaño de los glaciares. Desde la Revolución Industrial hasta hoy ha sido el ser humano el responsable del aumento tan drástico del uso de combustibles fósiles y de las emisiones de carbono a la atmósfera, que ha registrado un incremento exponencial del derretimiento bajo el efecto del cambio climático y el calentamiento global.
El World Glacier Monitoring Service, que recoge información de numerosos proyectos científicos que analizan el volumen y retroceso de los glaciares, certifica estos datos y la curva de crecimiento, evidenciando la pérdida de glaciares. Hay muy pocos que aumentan y están localizados en la zona más continental de la Antártida.
Esta situación pone de manifiesto un gran desajuste: debido al aumento de la temperatura, el desvanecimiento es mucho más rápido y lo más preocupante es que se ha perdido la capacidad de recuperación. No hay recuperación.
Esta época está marcada por el Antropoceno, que afecta de una forma muy visible a los glaciares. Cuando ves las fotos de hace un siglo, un periodo de tiempo que a nivel geológico no es nada, y las comparas con las de ahora te das cuenta de que hay una pérdida de volumen que no es normal. Y la preocupación radica sobre todo en la falta de recuperación: hay glaciares que desaparecerán.
Los glaciares nos facilitan mucha información de la atmósfera. Todo el trabajo que he realizado, todo lo que he visto se resume en un retroceso total. Compruebas que es un proceso global, un desajuste completo en las zonas que deberían ser mucho más frías durante periodos de tiempo más prolongados y que ahora presentan una capa de hielo de mucho menos grosor, como en el Ártico –la banquisa– o en el Paso del Nordeste. Cuando deje de haber hielo en el Ártico, lo que va a ocurrir es que se van a buscar vías de transporte por el norte, lo que agudizará los problemas tanto de territorialidad como de búsqueda de petróleo, etc. Este es el desafío, pero resulta muy difícil actuar a nivel global.
¿Cuál ha sido el glacial que más te ha impresionado por su belleza y cuál por su desgaste?
Hay varios, pero siempre me acordaré del primer glacial que vi. Fue en Groenlandia, en Jakobshavn (Ilulissat). No sabía cuán grande podía ser un glaciar. Ahí comprendí que quería trabajar en estos entornos. Luego, como una gran experiencia, están los glaciares de la Antártida, un entorno fuera del ser humano, sin interferencias. Estar ahí supone una conexión total con la naturaleza. Es el hielo más antiguo del planeta. En mi último trabajo –Origen– lo muestro.
¿Qué es la glacioacústica y qué utilidad tiene en la investigación de los glaciares?
A un nivel imperceptible para el ser humano –los infrasonidos–, la glacioacústica registra a través de micrófonos y mediante pequeñas catas los sonidos peculiares del hielo: el enfriamiento, la compactación, el desvanecimiento, la fusión, el desplazamiento… Todos esos sonidos informan de la velocidad de fusión de las masas de hielo, cuánto arrastran y en cuánto tiempo, cuánto se mueve el glaciar, el tipo de compactación, etc.
A través de los glaciares podemos conocer datos de atmósferas pasadas. Por eso, sabemos que el grado y medio de subida de temperatura global puede desajustar todo el planeta. En las pequeñas burbujas de aire incrustadas en las masas de hielo se recogen muestras muy profundas en varios puntos del planeta. Esos datos nos permiten conocer el pasado atmosférico. Cuando compruebas cómo ha cambiado, puedes interpretar cómo cambiará.
Los datos nos indican que se ha exponenciado el aumento de temperatura. En la época industrial, por ejemplo, se observa una curva de aumento de temperatura muy acentuada, sobre todo en los años noventa, cuando se documentó el agujero de la capa de ozono.
El estudio de los glaciares nos permite anticipar qué debemos hacer. Los glaciares son testigos de la evolución del planeta.
Los famosos Alpes suizos y franceses en Europa también sufren este desgaste, pero poco se sabe de los glaciares en España… Los glaciares pirenaicos van camino de la extinción… ¿Se mueren?
En la península ibérica los glaciares se localizan en el Pirineo. Su volumen y extensión suponen una fracción muy pequeña a nivel planetario, pero representan mucho en el plano paisajístico. Será una pérdida que nuestra generación podrá ver. Los últimos glaciares pirenaicos –yo he estado en el Aneto, La Maladeta y Monte Perdido– llegando a su final. Se evidencia a través de las fotografías comparativas. Como no tienen capas nuevas de hielo, muchos ni se desplazan, no se mueven. Lo único que hacen es desvanecerse. Si todo sigue igual, los glaciares del Pirineo desaparecerán sobre el año 2045 o 2050. Se irán. Dejarán de existir.
En Evanescet narras y documentas de forma visual los últimos glaciares del planeta. Todos estos años has plasmado este conocimiento y experiencia en unas maravillosas obras multimedia. ¿Puedes hacer una breve presentación de ellas?
El proyecto Evanescet va a cumplir diez años y ha evolucionado con el tiempo. Concibo el trabajo distribuido en cápsulas, varios cortometrajes que se presentan de forma individual, pero que tienen un lazo de unión: es un aprendizaje a nivel audiovisual con apoyo científico en el que puedas ver lo que está sucediendo con el desvanecimiento de los glaciares.
El primero fue Melting Landscapes, una introducción a todos los glaciares del planeta. Asimismo, estuve grabando a escala microscópica. El hilo conductor es cómo se crea el hielo por congelamiento hasta cómo se desvanece. Contiene imágenes de Groenlandia, Islandia, Argentina y Antártida.
Luego hice un proyecto de comparación sobre la evolución en los últimos cien años que desarrollé en los Alpes, donde se encuentran los principales glaciares de Europa. El tercer trabajo fue Origen, otra vez en la Antártida, con el objetivo de estudiar el hielo más antiguo del planeta, qué datos tenemos de ese hielo en una zona que aún no se ha sido afectada por la acción del hombre, aunque sufre las consecuencias del cambio climático.
Procuro ejercer siempre de productor de mis trabajos. La financiación de estos viajes, sobre todo al Ártico y la Antártida, es muy costosa, lo que deriva en intentar la adscripción a programas científicos. Tengo diseñados otros tres capítulos –en los que es preciso buscar financiación–que cerrarán todo el proyecto, que es multidisciplinar, multiplataforma, de exhibición y de difusión.
¿Cómo se desarrolla la campaña antártica española?
De diciembre a marzo, tiene tres localizaciones de actuación: el buque oceanográfico Hespérides; la base Gabriel de Castilla, en la Isla Decepción (Shetland del Sur) y la base Juan Carlos I, en la isla Livingston, la de mayor calado científico. El Comité Polar Español, a través del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, la Unidad de Tecnología Marina y la Armada, gestiona las campañas y la logística.
Es posible participar en estas campañas a través de la presentación de proyectos científicos en instituciones y universidades colaboradoras, como la Universidad Autónoma de Barcelona, la Universidad Juan Carlos I de Madrid o la Universidad de Granada. Durante dos años he participado en sendas campañas.
El primer año profundizamos en los glaciares a bordo del Hespérides y trabajamos en el Proyecto Dingla (Dinámica Glacial) dependiente de la Universidad Autónoma de Madrid. Todos estos datos se comparten con el Centro Internacional de Monitorización –el World Glacier Monitoring Service–.
Se obtienen conclusiones a muy largo plazo. Se trata de datos públicos que todo el mundo puede consultar para conocer qué está pasando, por qué está pasando y qué podemos hacer. No solo para que no ocurra, sino también para plantear soluciones. Por ejemplo, qué hacemos con el terreno estéril que surge del retroceso de un glaciar.
Mi segunda colaboración con la campaña antártica, bajo supervisión del CSIC, analizó cómo está cambiando el lecho marino. Pude realizar un documental televisivo de 30 minutos de duración sobre el desarrollo de la campaña antártica: la vida dentro del buque oceanográfico, el día a día en las bases, qué proyectos se llevan a cabo, etc. Y, en paralelo, la realización del cortometraje documental Origen sobre los glaciares del pasado.
No me puedo privar de hacer una retrospectiva y un homenaje a esos primeros viajeros árticos como Ernest Shackelton…
Cuando empiezas a trabajar en estos territorios de hielo comienzas a comprender a los personajes que la han hecho posible. Primero fueron viajes de carácter científico para estudiar la gravedad del planeta, aunque no tuvieran cartografía. A raíz de los viajes de Darwin con la Armada inglesa adquirieron relevancia las figuras de botánicos, geólogos, estudiantes de la atmósfera…
Me fascina el Erebus, un barco de la Royal Navy que participó con el Terror en la expedición Erebus y Terror de James Clark Ross en la Antártida, además de otras expediciones en el Ártico. Estos dos barcos fueron reforzados en la proa para resistir las torsiones de la banquisa.
Existen figuras muy destacadas como el propio Ross, Shackelton, Admusen, Nansen y Franklin y su expedición perdida, que intentaba encontrar el paso del noroeste. Cuando conoces a estos personajes y sus hazañas tienes la sensación de formar parte de su historia y de aprender de su experiencia.
Quedan aún muchos sitios por explorar y estudiar, cómo resurge la vida en los espacios que emergen cuando desaparece un glaciar o con la desaparición del permafrost, esa capa de suelo congelado permanentemente, aunque no esté cubierto de hielo, de las regiones muy frías como Siberia.
Trabajar con los glaciares me ha hecho crecer mucho como persona y me ha permitido entender qué está pasando en el planeta. Es muy enriquecedor.
¿Qué acciones a nivel político se han adoptado? ¿Qué líneas de acción se deberían tomar para la conservación de los glaciares?
Soy optimista. El mensaje que teníamos, que fue primero de desconocimiento, después de puesta en escena y posteriormente de preocupación y urgencia de actuar, ha desembocado en una fase en la que somos totalmente conscientes de lo que estamos haciendo.
Conocemos qué políticas y qué países están comprometidos, sabemos qué corporaciones están actuando. Se observa un gran cambio en las nuevas generaciones, que nos empujan y nos obligan a asumir el cambio y a hacer las cosas bien, de otra manera nos llevaría a un desastre total. Lo que sucede es que es tremendamente difícil ponerse de acuerdo a escala global. Siempre hay trabas que impiden avanzar.
Todos sabemos que cualquier acción que hagamos en determinado sitio, va a interactuar en otro. Es preciso apostar por las nuevas energías. Al final, se trata de eliminar el CO2. Fíjate, el hombre que destruye el planeta es el único que podrá salvarlo.
Se trabaja en soluciones tecnológicas que mitiguen el cambio climático, pero necesitamos una unidad básica de acción para adoptar decisiones drásticas cuanto antes. ¿Cómo podemos hacerlo? No lo sé. Desconfío de esa capacidad de unidad, salvo que medie algún tipo de interés.
Debemos ser sinceros y realistas. Debe existir un componente económico: que te beneficie hacerlo. También hay que poner límites, por ejemplo, a los automóviles, legislar para que se acaben determinadas actividades que son muy dañinas. Ojalá se pueda hacer.
Me gusta ser optimista. Si fuésemos capaces, la naturaleza nos ayudaría. La mayor arma que tiene el planeta es la fotosíntesis, que es algo tan palpable, tan básico: la asimilación del CO2 para convertirlo en oxígeno. Pero ¿qué hacemos? Quemamos los bosques y acabamos con los recursos naturales. Se progresa, se hace, se piensa, pero se requiere unidad de acción, pero, hasta el momento, no existe.