La ONU tiene prevista una conferencia a finales de junio para debatir el enfoque de la comunidad internacional sobre Afganistán. Los talibanes para asistir estarían exigiendo la exclusión de las mujeres. No quieren que se hable de sus derechos ni que estén presentes. Ninguna sorpresa viniendo de quienes han convertido su invisibilización en norma. Lo más cuestionable, para expertos y ONG, es que la ONU acepte tales términos.
Si hay un infierno en la tierra, para las mujeres, sin duda es el Afganistán de los talibanes. Desde su toma armada del poder como autoridad de facto en agosto de 2021, las mujeres y niñas en ese país enfrentan barreras cada vez peores. No es la primera vez que lo hacen. En el régimen talibán anterior, entre 1996 y 2001, las mujeres y niñas vivieron un sistema de segregación, exclusión y desigualdad calificada ya desde entonces como “apartheid” de género.
Adiós a los avances
En los veinte años entre 2001 y 2021 se lograron avances relevantes. Pese a que persistieron varios obstáculos que frenaron los avances en los derechos humanos de las mujeres. Como los roles tradicionales en la sociedad, prácticas familiares y culturales discriminatorias, y la pobreza extrema, sobre todo rural.
Según Dorothy Estrada Tanck, Presidenta del Grupo de Trabajo de la ONU sobre la Discriminación contra las Mujeres y las Niñas, algunos de estos desarrollos fueron una ley especializada en violencia de género y tribunales para su implementación, normas e instituciones para la protección de los derechos humanos. También se logró el acceso a la salud sexual y reproductiva y a la educación para las niñas y mujeres, incluida la universitaria (si bien esto se producía mayoritariamente en zonas urbanas). No menos importante: la participación femenina en la vida económica y en los ámbitos público y político. Incluso la actuación de ministras de gobierno, parlamentarias y juezas. “Hoy todo eso se acabó”.
Sin mujeres
La exclusión de las mujeres afganas de la próxima conferencia de la ONU sobre Afganistán ha generado preocupación y críticas por los grupos de derechos humanos y antiguos políticos. Para los expertos, analistas y ONG excluirlas sería una “traición”. Los talibanes exigen que no se permita la participación de mujeres afganas en la reunión de la ONU en Doha, (programada para el 30 de junio). Además, solicitaron que los derechos de la mujer se obvie en el orden del día.
Desde que los talibanes tomaron el poder en el 2021, han impuesto restricciones significativas a las mujeres. Limitaron drásticamente el acceso a la educación, el empleo y los espacios públicos. En marzo anunciaron que planean reintroducir la flagelación pública y la lapidación de mujeres por adulterio. Una grave amenaza para los derechos y la seguridad de las mujeres afganas.
«Al excluir a las mujeres se corre el riesgo de legitimar los abusos de los talibanes y de provocar un daño irreparable a la credibilidad de la ONU como defensora de los derechos de las mujeres y de su participación significativa», sostiene Tirana Hassan, directora ejecutiva de Human Rights Watch.
En las conversaciones de la ONU a principios de este año, los talibanes se abstuvieron de participar. El Secretario General de la ONU, António Guterres, señaló que el grupo impuso condiciones que “nos privaban del derecho a dialogar con otros representantes de la sociedad afgana” y que resultaron “inaceptables”.
Agenda propia
Afganistán enfrenta la crisis de derechos de la mujer más grave del mundo. Tres años de diplomacia no han logrado avances significativos. Excluir a las mujeres sería una traición global, no solo a las afganas, sino a todas las mujeres. La ONU debe pronunciarse al respecto, aunque hasta ahora ha mantenido silencio sobre la participación de representantes de la sociedad civil afgana en la conferencia.
Para Habiba Sarabi, exministra de Asuntos de la Mujer en Afganistán y primera gobernadora del país, la agenda propia de la comunidad internacional ha prevalecido sobre los intereses de las mujeres afganas y la democracia. En su opinión, la comunidad internacional está priorizando el compromiso con los talibanes por encima de los derechos de las mujeres. Para Heather Barr, de Human Rights Watch, la idea de que la ONU convoque una reunión sin hablar de los derechos de la mujer y sin contar con la presencia de mujeres afganas en la sala es increíble. «La única explicación plausible es que lo hacen para sentar a los talibanes a la mesa, pero ¿para qué?”
La exministra afgana de Asuntos de la Mujer, Sima Samar, ha advertido que la paz sostenible en Afganistán no es posible sin incluir a las mujeres en la mesa de negociaciones. Su exclusión sería una sumisión indirecta a la voluntad de los talibanes y podría perpetuar un ciclo de discriminación y violencia.
«Como uno de los principales cambios, el pueblo de Afganistán debe protestar contra la discriminación. Especialmente contra las mujeres. Porque no es sólo un problema de las mujeres, sino de todas las familias y de todos los padres, hermanos, hijos y maridos».
Sima Samar, Exministra afgana de Asuntos de la Mujer
Mujeres invisibles y sin libros
En las áridas tierras de Afganistán, un oscuro telón de opresión se cierne sobre las aspiraciones de niñas y mujeres. Las mujeres no pueden caminar solas por las calles. El hiyab, esa tela que cubre sus cabellos, se convierte en un símbolo de sumisión. El chadari, una prenda negra que oculta sus rostros, las envuelve en sombras. La libertad de movimiento, un lujo reservado para los hombres.
En un mundo donde los libros deberían abrir puertas, Afganistán se erige como una excepción dolorosa. Aquí, las niñas mayores de 12 años son obligadas a permanecer en la ignorancia. Es el único país del mundo que les prohíbe estudiar. Se calcula que la medida trunca los sueños a 1,5 millones de adolescentes. Transformando la educación superior en una meta inalcanzable. En teoría, las mujeres pueden trabajar en empresas y sectores económicos. Pero la realidad es más cruel. Las restricciones de circulación, como cadenas invisibles, las atrapan. El sector público, las organizaciones sociales, los organismos internacionales: todos vetados. Hasta las Naciones Unidas. Trabajar es un sueño lejano.
Mil días expulsadas de las escuelas y centros educativos. Son mil días de oscuridad. Los talibanes son los verdugos de la esperanza de las mujeres. Su “futuro”: matrimonios forzados, violencia doméstica, suicidios. Asma, una joven afgana, soñaba con libros y lápices. Pero un día, las bombas estallaron frente a su instituto. Despertó en un hospital, y el mundo había cambiado. Los siniestros talibanes habían tomado el poder. Sin regreso posible a la escuela, el matrimonio precoz era su triste destino. Heather Barr, de Human Rights Watch, lo resume con crudeza: “Los talibanes no han suspendido los sueños de estas niñas, los han borrado”.
Víctima de la violencia
Bajo el dominio talibán derogaron la ley sobre violencia doméstica y eliminaron los tribunales especializados. Las mujeres se quedaron sin instituciones que las auxilien ni acceso a la justicia. Los grupos de derechos humanos sostienen que con un estatus cada vez menor en la sociedad y sin protección de las autoridades, las adolescentes, obligadas a contraer matrimonio, se enfrentan a la violencia dentro del hogar, y de las autoridades fuera de él.
El caso de Asma refleja la triste realidad de muchas jóvenes afganas. Suplicó a sus padres que no la obligaran a casarse. «Me dijeron: ‘Desde que han llegado los talibanes, a las chicas nunca se les permitirá estudiar. Es mejor que sigas con tu vida y te cases’. [Después de la boda], la familia de mi marido me dijo: ‘Te hemos comprado y pagado, no te hemos conseguido gratis. Así que deberías estar en casa y trabajar para nosotros'».
Otro caso que muestra el desamparo de las mujeres es el de Marzia. Tenía 13 años cuando los talibanes tomaron el poder y su familia decidió que si no podía ir a la escuela tenía que casarse. La enviaron a vivir con su prometido, que de inmediato se mostró violento, golpeándola y maltratándola brutalmente, (ahora tiene 16 años). Desesperada y asustada, acudió a los tribunales talibanes para pedir que le permitieran separarse. En lugar de eso, la enviaron a prisión.
«Teníamos fotos que demostraban cómo la había golpeado, mensajes de texto y grabaciones de voz que mostraban cómo la insultaba y la golpeaba. El juez se puso de parte de su marido, dijo que las mujeres buscan una pequeña excusa para separarse. Le dijeron que mientras se niegue a vivir con su prometido, seguirá en prisión».
Damiliares de Marzia
Depresión y suicidio en ascenso
A las mujeres también les restringieron el acceso a la salud sexual y reproductiva. Como no pueden ser atendidas por personal masculino (y las mujeres no pueden estudiar Medicina) la situación se agrava. Condenando a niñas y mujeres a enfermarse e incluso a morir de males prevenibles. Las restricciones también afectan la vida cotidiana. Tienen vetado el acceso a parques, gimnasios y baños públicos. En julio de 2023, se ordenó el cierre de los centros estéticos para mujeres.
La vida de aislamiento social e intelectual y de servidumbre doméstica empuja a muchas adolescentes a una profunda desesperación. La ONU realizó una encuesta el pasado mes de diciembre que reveló que el 76% de las mujeres y niñas que respondieron clasificaban su salud mental como «mala» o «muy mala». Declararon que padecían insomnio, depresión, ansiedad, pérdida de apetito y dolores de cabeza como consecuencia de sus traumas.
Casi una quinta parte de las niñas y mujeres también dijeron que no habían conocido a otra mujer fuera de su familia inmediata en los tres meses anteriores. Otra encuesta de la plataforma digital afgana Bishnaw reveló que el 8% de los participantes conocía al menos a una mujer o niña que había intentado suicidarse desde agosto de 2021.
Marzia, madre de una adolescente de 15 años, dice que está cada vez más retraída y deprimida desde que no puede volver al colegio. «Habla menos y duerme la mayor parte del tiempo. Sé que el motivo es el cierre de la escuela, pero no podemos hacer nada. Siempre soñé con que mi hija estudiara y se convirtiera en médico para poder valerse por sí misma».
Negar su humanidad
Los talibanes se han llevado las redes sociales de las niñas, sus amigos, el mundo exterior. No pueden salir de su casa sin miedo a ser intimidadas. Les están quitando todo lo que las hace humanas. Para Heather Barr, de Human Rights Watch, lo que han hecho los talibanes no es poner en suspenso los sueños de todas estas niñas. «Los han borrado». A su juicio la comunidad internacional no puede seguir ignorando lo que les ocurre a las adolescentes en Afganistán.
ONU Mujeres informó recientemente de que la prohibición de la educación está relacionada con un aumento del 25% en las tasas de matrimonio infantil y del 45% en las tasas de maternidad precoz. El mes pasado, un informe del relator especial de la ONU para Afganistán evaluaba la terrible situación a la que se enfrentan las niñas y las mujeres en Afganistán.
«Muchas [niñas a las que ahora se les niega la educación secundaria] se ven abocadas a la angustia psicológica, incluidos pensamientos y acciones suicidas. La negación del acceso a una educación igualitaria está causando un desempoderamiento transgeneracional que arraigará cada vez más la degradada situación socioeconómica de las mujeres y niñas afganas y su dependencia de los hombres, impuesta por el Estado».
Informe del relator especial de la ONU para Afganistán
Agua bajo la roca
A pesar de los desafíos que enfrentan, las mujeres perseveran y se mantienen firmes. Persisten en sus esfuerzos, trabajando con determinación. Continúan cuidando y buscando oportunidades educativas para sus hijas. Además, encuentran maneras creativas e innovadoras de apoyar a otras mujeres, incluso en áreas remotas. A veces, cuentan con el apoyo decidido de sus padres y hermanos. A través de proyectos educativos en línea o en secreto en espacios físicos, siguen luchando por el respeto que merecen. Estas mujeres alzan sus voces y se convierten en líderes de organizaciones y movimientos. Aunque enfrentan obstáculos difíciles, son como el agua que fluye debajo de las rocas, persistiendo y adaptándose.
Un ejemplo es el de Zahra Joya, una periodista afgana, vive en un constante vaivén entre dos mundos: el que dejó atrás en Afganistán y el que ahora habita como refugiada en Londres. Cada día, se sienta frente a su ordenador portátil en su pequeño piso londinense. Es la fundadora de Rukhshana Media, una agencia de noticias que se ha convertido en un faro medio de la oscuridad impuesta por los talibanes.
Su equipo de reporteros trabaja en secreto. Escriben sobre el colapso del sistema sanitario, la prohibición de que las niñas asistan a la escuela, los ataques a mujeres artistas, jueces, policías y activistas, y la creciente escasez de alimentos. Cada artículo es un acto de resistencia, una voz que se niega a ser silenciada.
Pero Zahra carga con un peso inmenso. La culpa y el trauma la acompañan. Ella y sus hermanas han encontrado seguridad en Londres. Aprendieron inglés y están a punto de comenzar la universidad. “Nos han dado una segunda oportunidad en la vida”, dice Zahra. Sin embargo, no puede evitar pensar en los millones de mujeres y niñas que quedaron atrás, cuyo potencial se desperdicia bajo el régimen talibán.
Sin esperanzas
Su decisión de dirigir Rukhshana Media desde lejos ha tenido consecuencias devastadoras para su familia. Los talibanes amenazaron e intimidaron a sus padres y seres queridos en Afganistán. En 2022, arrestaron e interrogaron a su padre, un exfiscal, para que les informara su paradero. Sus padres se vieron obligados a huir a Pakistán, donde ahora viven como refugiados. La situación de su familia sigue siendo precaria. Aunque las autoridades paquistaníes les otorgaron visados de refugiados de seis meses, existe la posibilidad real de que no lo renueven y sean devueltos al país.
La ansiedad de Zahra no se limita a su familia. Como directora de Rukhshana Media, también se preocupa por la seguridad de su equipo de periodistas en Afganistán. Trabajan en secreto y enfrentan riesgos constantes. Recientemente, un periodista fue detenido por los talibanes debido a su trabajo para Rukhshana. Aunque fue liberado después de 11 días, la incertidumbre persiste.
Zahra y otros periodistas afganos dispersos por el mundo se aferran al periodismo. El futuro de los medios de comunicación afganos en el exilio, como Rukhshana, es incierto. Aunque recibieron donaciones en 2021, la financiación a largo plazo sigue siendo un desafío. Zahra está decidida a seguir informando y dar voz a las mujeres y niñas afganas. Pero, como ella misma dice, “no tengo ninguna esperanza en nuestro futuro. Nadie viene a ayudarnos”. Pese a lo cual, con cada palabra que escribe, Zahra Joya lucha.
Mujeres en la agenda
La regresión de derechos de las afganas desde la llegada de los talibanes al poder en agosto de 2021 es alarmante. Recordemos que durante su anterior régimen entre 1996 y 2001, los talibanes prohibieron la asistencia femenina a las escuelas y recluyeron a las mujeres en el hogar, basándose en una rígida interpretación del islam y su estricto código social conocido como pastunwali.
Los talibanes tomaron Kabul, la capital de Afganistán, en agosto de 2021, y rápidamente comenzaron a erosionar los derechos de las mujeres Han pasado casi tres años desde que recuperaron el control de Afganistán y los derechos de las mujeres siguen siendo objeto de ataques. Como el envenenamiento, ocurrido en mayo, de 64 alumnas y 15 maestras de una escuela en el centro del país, víctimas de una sustancia que no ha sido identificada. Réplica de un episodio similar registrado en junio de 2023, cuando al menos 82 niñas fueron envenenadas en dos colegios en el norte, junto a ocho maestros y dos conserjes.
¿Quién sigue?
La portavoz de la Oficina de Derechos Humanos de la ONU (ACNUDH), Liz Throssell, reveló hace unos días que en su último acto de desapoderamiento, las autoridades de facto comunicaron a las funcionarias que tienen prohibido trabajar pese a sus cualificaciones o experiencia. Además se les recortará el salario al nivel más bajo.
Plantearse una reunión sobre Afganistán que excluya el punto sobre la violación de los derechos humanos de las mujeres, resulta sencillamente insólito. Especialmente cuando es organizada por las Naciones Unidas. La Presidenta del Grupo de Trabajo de la ONU sobre la Discriminación contra las Mujeres y las Niñas, Dorothy Estrada Tanck, resalta la urgente necesidad de un compromiso inquebrantable y acciones concretas en apoyo a las mujeres afganas por parte de la comunidad internacional.
Claudicar ante los talibanes y excluir a las mujeres sería un pésimo precedente. «Es una amenaza para los derechos de todas las mujeres y niñas del mundo, porque si los talibanes pueden hacer esto con impunidad, ¿quién será el siguiente?», opina Heather Barr, de Human Rights Watch